OPINIÓN
Un túnel sin salida
¿Cuántos colombianos más van a tener que morir si este proceso fracasa? ¿Será que tener que contar tantos muertos es el futuro que les dejamos a las nuevas generaciones?
La ira irracional que desató en las redes el traslado de Jesús Santrich a una casa del Episcopado en Bogotá es una muestra más de que el país está hoy más lejos de la reconciliación que hace dos años, cuando se firmó el acuerdo de paz. Por el odio que traslucían la mayoría de los trinos fue fácil concluir que hay un sector del país que se resiste a ver a las Farc en el Congreso y que solo va a descansar el día en que las vea aniquiladas.
Esa decisión de ver a las Farc no como interlocutores políticos, sino como criminales ha ido afianzándose con la ayuda del fiscal NHM y de la DEA, luego de que desplegaron una operación de entrampamiento para ver si alguno de los jefes del secretariado caía en su cebo. Dicen que lo hicieron no para tirarse el acuerdo, sino porque encontraron que había miembros de las Farc que no lo estaban cumpliendo.
Yo no sé si Jesús Santrich incumplió o no lo pactado en materia de narcotráfico, pero si Santrich se le muere al fiscal, este intento por mostrar que unos jefes de las Farc no estaban cumpliendo con lo pactado puede acabar con el acuerdo mismo. Una guerrilla que se desmovilizó no se le puede acorralar ni humillar sin pensar que eso no va a tener ningún efecto.
Existe el convencimiento entre ciertos círculos de la sociedad colombiana de que si el acuerdo de paz fracasa, el país no va a volver a la guerra. Nada más falso ni más contradictorio. Es obvio que si esta paz no prospera, la consecuencia directa es que la guerra, a lo mejor ataviada de otra armadura, va a volver. Y el dilema ético debería estar centrado no en negar lo innegable, sino en preguntarse quiénes van a ser los responsables de los muertos que de aquí en adelante vamos a tener que llorar si este proceso se queda sin oxígeno.
El fracaso del proceso de paz en el Caguán nos costó la vida de casi 100.000 muertos –entre combatientes y civiles–, según cifras del Centro de Memoria Histórica que analizaron lo sucedido desde 2002 hasta 2017. ¿Cuántos colombianos más van a tener que morir si este proceso fracasa? ¿Será que tener que contar tantos muertos es el futuro que les dejamos a las nuevas generaciones?
El acuerdo de paz ha entrado en un túnel sin salida y se está asfixiando en frente de nuestros ojos. Y no solo por culpa de las Farc, como insiste la leyenda negra. El presidente Santos, a quien se le ve cada vez más solo, terminó siendo traicionado por sus propios aliados. Nos prometió un acuerdo con reformas políticas, rurales, sociales, y con una justicia transnacional que nos garantizaba la reparación a las víctimas y la no repetición, pero se va a ir del poder sin hacer las reformas y dejando a medio andar la JEP –que todavía está en vilo porque no ha salido el fallo de la Corte Constitucional sobre la ley estatutaria–.
El gran responsable del fracaso del posconflicto se llama Rafael Pardo, así hoy día quiera escudarse en que él fue el primero en alertar a la Fiscalía de que había malos manejos. Fue el inspirador de la CSVI, que fue un fracaso porque no pudo desarrollar un modelo de reincorporación comunitario como el que se había acordado y porque tercerizó todo los proyectos para repartirlos con criterios políticos y no técnicos. Las Farc también tuvieron su cuota de responsabilidad porque se enfrascaron en discusiones internas que les quitaron celeridad en la presentación de varios de los proyectos.
Santos nos deja un acuerdo de mínimos, en el que el logro más importante –el desarme de las Farc– tambien está en vilo. Si no hay cómo convencer a Iván Márquez y a los demás comandantes que se encuentran con él en la selva de que su paso a la política se va a dar sin que sean capturados o extraditados, esta paz se va al carajo.
Por eso, vuelvo a preguntar: ¿quiénes van a ser los responsables de los muertos que vamos a tener que llorar si este acuerdo de paz fracasa?