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Opinión

Ciertas ausencias presidenciales

Ciertas ausencias presidenciales han tenido propósitos que van más allá de lo que la gente supone.

Julio Londoño Paredes
3 de mayo de 2024

El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, decidió continuar al frente de su cargo, después de amenazar con su renuncia ante el inicio de una investigación a su esposa por actos de corrupción. Durante ese período de cinco días de “profunda reflexión”, puso en la expectativa a toda España.

Sus opositores consideraron que había sido simplemente una estratagema para distraer la atención y lograr apoyos de los que carecía.

Pero eso no solamente ha sucedido en España. En junio de 1968, el presidente de Colombia, Carlos Lleras Restrepo, luego de negarse a someter a la aprobación popular mediante un plebiscito tres sucesivas reformas constitucionales, terminó anunciando que presentaría al Senado, en su sesión del martes once de ese mes, la renuncia a su cargo, si el congreso no aprobaba artículos que consideraba fundamentales de los proyectos.

Eso naturalmente lo hacía Lleras Restrepo, no algunos de sus sucesores en circunstancias mucho peores.

Después de que un grupo de parlamentarios de la oposición calificara la presentación de la renuncia como “un acto de irresponsable ligereza, tratando de crear un vacío de poder que habría traído irreparables perjuicios en el orden interno y en el internacional”, la renuncia no le fue aceptada y los proyectos fueron aprobados en el Senado. Algunos calificaron la renuncia como un acto “temperamental” del mandatario.

Pero ciertas renuncias presidenciales han tenido otras motivaciones. Varias veces se ha tratado con ellas de darle oportunidad al designado a la Presidencia, como se llamaba, o al vicepresidente, para que, al asumir la presidencia, aunque por pocos días, pasara a la posteridad con el título de “expresidente”, condición mágica en el medio colombiano.

El presidente Misael Pastrana Borrero, durante su mandato, solo se ausentó del país durante cuatro días, para asistir a la conmemoración del sesquicentenario de la Batalla del Lago de Maracaibo. Asumió la presidencia por cinco días, el designado, el médico huilense Rafael Azuero Manchola. Su posesión fue con sacoleva, discurso en la plenaria del Congreso, tricolor presidencial y las escuelas militares con bandas de músicos rindiendo honores en la Plaza de Bolívar.

Como era lo acostumbrado, ofreció después de su posesión una concurrida recepción en el palacio presidencial. Su “presidencia” estuvo enmarcada por el incendio del edificio de Avianca, que conmocionó al país. Algunos dijeron que, ¡si Pastrana no hubiera viajado, el edificio no se hubiera incendiado!

Por su parte, el presidente Julio Cesar Turbay, con el pretexto de que tenía que hacerse un chequeo en los ojos, viajó a los Estados Unidos y dejó encargado al doctor Víctor Mosquera Chaux. De allí en adelante, Mosquera siempre fue considerado como expresidente.

Posteriormente, el presidente Ernesto Samper, afirmando que tenía que viajar a Canadá, donde vivía uno de sus hijos, para “un tratamiento médico”, dejó encargado a Carlos Lemos Simonds, que adquirió la misma condición.

No se sabe si Petro, por la necesidad de un tratamiento médico u otra razón personal desconocida, resuelva viajar por pocos o por muchos días al exterior, dejando encargada de la Presidencia a la vicepresidenta.

Su posesión podría ser también con discurso ante el Congreso, banda tricolor presidencial, presencia de las escuelas militares con músicos, pero con la diferencia de que habría honores también por parte de las guardias indígenas, las milicias campesinas y por miembros de la primera línea. Además, la ceremonia no sería en Bogotá, sino en Suárez, Cauca.

Así, la vicepresidenta podría quedar con sueldo de expresidenta y sería además la primera expresidenta colombiana.

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