OPINIÓN

Claudia

El único mandato de estas últimas décadas en el que de veras hubo, y se notó, un cambio real fue el de Antanas Mockus. Fue tan importante lo que el profesor practicó desde su alcaldía que desde entonces el tema de la cultura ciudadana se ha vuelto un referente obligado, no sólo en Bogotá sino en toda Colombia.

Alonso Sánchez Baute, Alonso Sánchez Baute
23 de octubre de 2019

He leído a varios columnistas argumentar sus razones para votar por Claudia López a la Alcaldía de Bogotá, pero hay una que no he visto por ahí anotada: su llegada al Palacio Liévano podría significar un cambio real -ese cambio que quienes vivimos en Bogotá tanto anhelamos- en el estilo de gobernar esta ciudad. 

Bogotá ha tenido gobiernos de izquierda, pero ninguno de ellos se tradujo en una diferencia de estilo, esto es, ninguno se diferenció en su manera de gobernar de los alcaldes de derecha. No se trata de que Claudia cambiaría el estilo como hasta ahora se ha gobernado esta ciudad por el mero hecho de que es mujer. Votar por ella solo por esta razón sería condescendencia, lo cual no comparto. Además, lo sabemos, hay mujeres que gobernarían igual que un hombre. 

¿Qué tiene de malo gobernar como lo han hecho todos los hombres que hasta hoy han sido alcaldes? Que todos lo han hecho exactamente de la misma manera, cual si fueran clones, salvo Mockus, repito, que se arriesgó con una idea innovadora y una forma de gobernar creativa. Creo que con Claudia pasaría algo similar. Su formación, más que su hoja de vida, respalda mi criterio. 

No se trata simplemente, como tanto se ha escrito, de que es hija de una maestra o de que surgió sin privilegios ni mayores oportunidades en la clase media, de que luchó y lo consiguió, de que ascendió -sin apellidos ni roscas- y se dio a conocer gracias a su tesón e inteligencia y de que se apalancó con becas para poder estudiar y lograr ser, entre todos los actuales candidatos, la más preparada, la única con un doctorado. 

Se trata de que siempre se ha mostrado orgullosa de asumir esas “pequeñas verdades”. Ella es quien es. Ella es lo que muestra. Es un país de arribismo y de mentiras, son estas las grandes verdades que nos definen: la honestidad y la honradez, virtudes poco frecuentes entre nuestros políticos.

El pasado también nos define. La forma como enfrentamos lo que nos tocó enfrentar. De hecho, las adversidades que a cada uno de nosotros nos tocó enfrentar en la vida también nos definen, así como la manera como luchamos para sobrevivir y para superarnos, la manera como construimos nuestro carácter y como conseguimos lo que hoy somos y hoy tenemos. 

La vida de cada quien está cargada de su historia personal. Por eso, al momento de votar no hay que elegir a quien promete más obras, sino a aquel de quien intuimos cómo será su esquema gobierno-ciudadanía. 

A Claudia no hay que conocerla personalmente -yo tan solo la he visto, a lo lejos, en un par de marchas-, para saber que su gobierno se caracterizaría por la compasión, por la humanización de nuestra política, por fomentar la tolerancia y la inclusión y por seguir asumiendo frontalmente la lucha contra la corrupción. Lo demás lo puede hacer por igual cualquier alcalde, bien sea de centro, de izquierda o de derecha.

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