Opinión
Colombia, aplastada bajo el tamaño del Estado
En Colombia ya superamos la barrera del 30 % de gasto público como proporción del PIB, como si fuéramos un país rico, pero apenas tenemos un lánguido PIB per cápita de 6.300 dólares por año.
Ninguno de los países de los que han derrotado la pobreza y hoy son de altos ingresos lo logro a través del gasto público, todo lo contrario, lo hicieron con un Estado pequeño y austero que favoreció el crecimiento del sector privado. De hecho, ninguno de los países ricos que han superado la barrera de un gasto público superior al 30 % del PIB, lo hizo antes de que sus ciudadanos tuvieran un ingreso per cápita de al menos 23 mil dólares anuales. Algunos de ellos —especialmente los europeos— tomaron la decisión política luego de convertirse en estados bienestar, y el crecimiento de su gasto lo financiaron con mayores impuestos a las personas naturales, a quienes ya había enriquecido el crecimiento económico.
En Colombia ya superamos la barrera del 30% de gasto público como proporción del PIB, como si fuéramos un país rico, pero apenas tenemos un lánguido PIB per cápita de 6.300 dólares por año. Y estamos financiando ese gasto público desbordado, asfixiando a las pocas empresas que hay y agobiando a una población pobre con más cargas tributarias. Es decir, estamos actuando como si fuéramos un país rico, pero no estamos haciendo lo que estos hicieron para derrotar la pobreza y hacerse ricos.
No hemos entendido que la lucha contra la pobreza es una batalla que se gana silenciosamente cada vez que un emprendedor invierte para fundar una nueva empresa y contrata personal, y no con la estridencia del discurso político que proclama como un logro la creación de una nueva burocracia para supuestamente corregir una falla del mercado, o en nombre de alguna consigna política atractiva como la igualdad. Eso nunca se ha tratado del bienestar de la gente, sino de la expansión del poder de los políticos.
El Gobierno Petro ha exacerbado esa tendencia del crecimiento del gasto público, con la agravante de que también está frenando el crecimiento económico; los gastos, solo de funcionamiento del Estado el año pasado fueron de 261.3 billones, un 23.6 % más que el año anterior; mientras que el PIB solo creció 0.6 %, y los sectores neurálgicos de la economía como el comercio, la industria y la construcción decrecieron. Y el futuro no pinta bien, pues la inversión —que es la semilla del crecimiento— ha caído fuertemente por la desconfianza que genera el gobierno; solo la extranjera cayó en el segundo semestre de este año un 46.4%.
Todas las reformas que plantea el gobierno implican, entre otros males, un desbordamiento del gasto público o un desmantelamiento del sector productivo: la de la salud elimina el sistema de aseguramiento con EPS privadas que es lo que hace que el gasto del sistema esté controlado, y deja un sistema estatizado manejado por políticos que será un barril sin fondo. La pensional le quita al ciudadano su ahorro privado para que el gobierno lo use como cajero automático y deja solamente un sistema de reparto estatizado que será impagable muy pronto. La laboral hace imposible hacer empresa, y a eso hay que sumarle la inflación burocrática, la corrupción que no para y la creación de nuevas entidades.
Pero el desbordado crecimiento del Estado no solo sale de exprimir al ciudadano y a las empresas con más impuestos, sino que acarrea otro mal: la excesiva regulación. Cada nuevo burócrata tiene que poner un chulo adicional, y ya la proliferación de normas es absurda, incluyendo el fanatismo ambiental y el proceso de consultas previas que no deja hacer ninguna obra de infraestructura.
Aun los países ricos se han dado cuenta de que el tamaño de sus estados se salió de madre: La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, comisionó a Mario Draghi un estudio para mejorar la competitividad europea. El resultado fue que, si no se eliminaba la regulación excesiva que se ha ido acumulando en los países y que frena el crecimiento de las empresas y la innovación, el futuro de los estados bienestar estaría en riesgo. Y Donald Trump designo a Elon Musk para dirigir una reducción del tamaño del estado norteamericano que elimine regulaciones inútiles y reduzca gastos.
En Colombia, si queremos derrotar la pobreza, tenemos que poner la reducción del tamaño del Estado en nuestra agenda política, ese debe ser uno de los ejes de convergencia de la coalición que debe salvar al país en el 2026. El último político en hacerlo fue el presidente Uribe, quien demostró además que un Estado más pequeño burocráticamente es más efectivo en lo social y en la seguridad.
Los políticos deben entender que ser uno bueno no significa proponer un nuevo gasto ni crear una nueva norma, y los ciudadanos deben saber que el crecimiento del Estado siempre sale de sus bolsillos: o vía impuestos, o deuda (futuros impuestos) o inflación (impuesto a los más pobres), y siempre viene aparejado de menos oportunidades y menos libertades para las personas.