Opinión
Colombia decide
Las próximas elecciones regionales requieren control, supervisión y vigilancia, antes, durante y después, lo cual le corresponde a la fuerza pública y a las autoridades civiles, no a los delincuentes, ni a supuestas autoridades alentadas por el discurso de los zurdos.
El próximo domingo (29 de octubre) estará en juego el futuro del país; ojalá sean los colombianos quienes decidan el camino a seguir y no alguna institución permeada por intereses ideológicos. Se debe decidir si se continúa bajo la opresión y los desaciertos de la izquierda, o, por el contrario, si con el voto razonado y ecuánime de los ciudadanos se fortalece la democracia y por consiguiente las libertades. La desafortunada experiencia vivida en estos últimos meses nos muestra los desatinos y grandes errores de la ideología progresista, pues Colombia está a punto de entrar en cuidados intensivos debido a las imposiciones y yerros que salen del palacio de Nariño y de su entorno.
Estamos viviendo un momento muy complejo de nuestra historia contemporánea, donde la confianza en el gobierno se ha deteriorado, la credibilidad en el jefe de gobierno está por los suelos, la autoridad legítima está desautorizada y maniatada, los grupos al margen de la ley envalentonados por el apoyo del gobierno, muchos políticos descalificados por sus manipulaciones clientelistas, instituciones desacreditadas por temor a resultados amañados, el país en general polarizado por las triquiñuelas políticas y totalmente ralentizado porque quienes ocupan los cargos de alto nivel en el gobierno han sido designados solo por compartir ideología política, pero son incompetentes y no reúnen ni las condiciones personales, ni las profesionales para actuar.
A través del tiempo los colombianos nos hemos acostumbrado a la violencia de todos los pelambres; la corrupción ha generado una nueva cultura y esta se ha institucionalizado y aferrado en algunos ambientes. La compra de votos y de conciencias, campañas políticas deshonestas, el contrabando, las actividades delictivas alrededor del tráfico de drogas, la extorsión, los sobornos y otros delitos son parte del fatídico menú que se ofrece ampliamente. Colombia es muy particular, pues lamentablemente el delinquir genera beneficios, así como promover la violencia, la lucha de clases y la guerra civil se consideran como una bandera política, más no como una violación a la ley.
Las próximas elecciones regionales requieren control, supervisión y vigilancia, antes, durante y después, lo cual le corresponde a la fuerza pública y a las autoridades civiles, no a los delincuentes, ni a supuestas autoridades alentadas por el discurso de los zurdos. Es de tal magnitud el reconocimiento que hace el gobierno a personas y grupos al margen de la ley que cuadrillas narcoterroristas, sintiéndose que actúan al nivel de las instituciones del estado, proponen que la fuerza pública se haga al lado y que sean las mal denominadas guardias indígenas y cimarronas las que controlen los comicios. El gobierno debería decidir que las votaciones en el departamento del Cauca no sean consideradas válidas, pues la presencia de grupos armados les quita legitimidad a los sufragios.
Tendencias
Autoridad que no se hace respetar se desprestigia. Por decisiones del jefe de estado, aduciendo que busca la paz total, se ha llegado a perder el concepto de la autoridad legítima del estado. Las fuerzas armadas están siendo vilipendiadas y humilladas por poblaciones manipuladas por grupos delincuenciales; no hay una respuesta legítima y contundente por parte del estado, el cual constitucionalmente posee la fuerza para mantener el orden y asegurar la convivencia pacífica. La fuerza aplicada por el estado debe ser superior a la de quienes están tratando de subvertir el orden y si no se actúa oportunamente se genera el caos y la anarquía.
Hay gran temor por la injerencia de grupos al margen de la ley en los próximos comicios electorales, ya que su acción de constreñimiento favorecerá particularmente a candidatos de izquierda, que dominarán amplias zonas del territorio nacional, con el consabido deterioro de la calidad de vida de los colombianos.
El país está descuadernado y el líder del progresismo sabe lo que quiere y a donde va a llevar a Colombia para satisfacer sus ambiciones ideológicas. Si asistimos masivamente a las urnas y buscamos el cambio, salvaremos a nuestro gran país.