OPINIÓN
Colombia es uno de los países menos “resilientes”
Resiliencia es sobreponerse a las circunstancias adversas, incluso las creadas por un mal gobierno.
La “resiliencia” es, según el presidente Duque en su discurso de posesión, la cualidad más destacada de los colombianos. Quizás. Pero, aparentemente, no es el rasgo más característico de las instituciones y políticas públicas del país, según se deduce del Ranking de Resiliencia al covid producido por la compañía Bloomberg para las 53 economías más grandes del mundo. Colombia ocupa el puesto 48, superando solamente a Indonesia, India, Malasia, Filipinas y Argentina.
El ranking combina una docena de indicadores en tres áreas: el impacto directo del covid, el proceso de reapertura y la calidad de vida. Todos los indicadores se basan en información para el mes de junio. A Colombia no le va bien en ninguna de las tres áreas:
El impacto directo del covid es muy alto, sobre todo porque el país tiene la tasa más alta de positividad de casos y, después de Argentina, el número más alto de casos (relativo a su población). Pero también está mal en muertes acumuladas por millón de habitantes –indicador en el que ocupa el sexto lugar– y queda muy regular en la tasa de fatalidad de los casos observados.
En el proceso de reapertura, Colombia está realmente a la zaga en vacunación y, hasta hace poco, en la severidad de las cuarentenas. Sin embargo, queda bastante bien en los otros aspectos de esta área: restablecimiento de los vuelos comerciales y las rutas de viaje con controles de vacunación.
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En calidad de vida, el país recibe calificaciones un poco mezcladas: mal en el regreso a la normalidad en las actividades usuales de la gente, pero bastante aceptable en perspectivas de recuperación de la economía, cobertura de los servicios de salud y el conjunto de aspectos que capta el índice de desarrollo humano. Desafortunadamente, el ranking de Bloomberg no incluye percepciones subjetivas de satisfacción con la vida ni medidas de malestar social. En estos dos aspectos de la calidad de la vida, Colombia quedaría muy mal calificada, como es evidente por las protestas y disturbios.
Algunos países, como Estados Unidos, han logrado darle un giro radical a su posición en el ranking. En diciembre, Estados Unidos quedaba por debajo de la media; actualmente, ocupa la primera posición gracias a la vacunación masiva, el regreso a la normalidad en casi todas las actividades y las excelentes perspectivas de crecimiento por los programas de ayudas y de inversión pública del Gobierno de Biden. Eso es exactamente resiliencia: sobreponerse a las circunstancias adversas, incluso las creadas por un mal gobierno.
En contraste con Estados Unidos, Colombia ha ocupado en forma persistente una posición baja en el ranking, que cubre desde noviembre de 2020. ¿Quiere esto decir que los colombianos no somos “resilientes”? No creo, sino más bien que los rasgos personales no inciden mucho cuando se está en presencia de shocks que afectan a todo el mundo.
Lo que cuenta en estas circunstancias es la capacidad de la sociedad en su conjunto para enfrentar la crisis, lo cual, según Jared Diamond en su reciente libro Crisis, depende de varias cosas, entre ellas: 1) reconocer que hay una situación de crisis; 2) aceptar la responsabilidad del cambio, en lugar de simplemente culpar a otros o aplazar las decisiones; 3) separar con una barrera aquellos aspectos de la vida nacional que necesitan y pueden ser cambiados de aquellos otros que, aunque no funcionen bien, no son cruciales para superar la crisis y puede resultar abrumador tratar de cambiar; y 4) ser paciente y reconocer que no todo se resuelve al primer intento.
Actualmente, cumplimos apenas la primera condición, la de aceptar que estamos en una crisis, de la cual el manejo del covid es apenas una parte. Pero no cumplimos ninguna de las otras condiciones. El Gobierno y el Congreso se empeñan en rehuir los cambios, mientras que los principales estamentos de la sociedad y muchos de los líderes políticos se encuentran perplejos frente a la crisis y confundidos sobre las prioridades de acción. Mientras tanto, crece cada día la masa de quienes han perdido la paciencia. El proceso electoral de los próximos meses será decisivo para que, colectivamente, acordemos qué debemos cambiar y qué debemos resguardar y para que le demos un margen de espera a quien sea elegido presidente para que lidere las reformas necesarias para superar la crisis.