General retirado Eduardo Enrique Zapateiro.

Opinión

Colombia frente a Venezuela

Si los colombianos no queremos estar viviendo lo que en Venezuela, nos toca aprender del espejo y enfocarnos en 2026, no en la transmisión de peleas de candidatos, sino en programas de gobierno.

General en retiro del Ejército Nacional Eduardo Enrique Zapateiro Altamiranda
9 de enero de 2025

Los militares de Venezuela y de cualquier país del mundo juran ante la bandera cumplir su deber misional (institucional y constitucional), y su deber es proteger al pueblo, en este caso, Venezuela. Lo hagan o no lo hagan, la historia se los recodará, ya sea sancionándolos por excesos o por omisión. Un buen militar debe ceñirse a los principios y valores, y a lo que le ordena la constitución de su país. Por ello, constantemente debe revisar y analizar si con su actuar les está sumando a los derechos fundamentales de su pueblo o, por el contrario, está siendo laxo ante sus responsabilidades de servir y proteger a sus nacionales.

El mundo entero está atento a las noticias sobre lo que pasa en el vecino país; nadie puede ser ajeno a todo lo que está ocurriendo en él en las barbas de los organismos nacionales e internacionales, que tienen la obligación de sumarse de alguna forma a la defensa de los derechos fundamentales de un pueblo, que hoy está siendo víctima de una dictadura.

En estos casos, las organizaciones que hacen parte de la estructura de cualquier Estado y, especialmente, quienes globalmente son vigilantes y custodios de estos derechos, son los primeros llamados a garantizar la transmisión pacífica del poder en Venezuela.

Mi pregunta es: ¿dónde están todas las organizaciones defensoras de los DD. HH. que pululan rápidamente en un lugar en particular, cuando se maltrata a la población? Hoy, en nuestra región está vulnerada una población en un país hermano, Venezuela, en manos de un régimen dictatorial que le ha demostrado al mundo no tener ninguna clase de escrúpulo con sus nacionales. Hace y deshace en la cara de todas las naciones.

Las actas se han hecho públicas y, con ello, el mundo tiene certeza del triunfo en las urnas de Edmundo González, quien antes de regresar a su país para reclamar la posición que el pueblo le ha dado, ha hecho un recorrido diplomático exitoso por diferentes países en los que ha estrechado lazos con los nuevos aliados del “Bravo Pueblo”.

Nuestros hermanos venezolanos nos dan una gran lección: están unidos luchando por su país, desde las elecciones del año pasado no han dejado de marchar y de mostrarle al mundo cómo el régimen sigue cometiendo diferentes crímenes para mantenerse en el poder en contra de la voluntad del pueblo.

Sé que muchas personalidades en Colombia y el mundo están haciendo el trabajo que corresponde, pero los días venideros en el vecino país van a ser muy difíciles, pues una vez más el pueblo venezolano lucha por recuperar la libertad y la democracia que el tirano, junto con tantas otras cosas, les ha arrebatado.

Ahora bien, si no queremos estar viviendo lo mismo en nuestro país, Colombia, nos toca aprender de este espejo que tenemos al oriente de nuestra patria y desde ya unirnos en un solo propósito: que en 2026 nos enfoquemos, no en mirar la transmisión de peleas de unos candidatos con otros, sino concentrarnos en los programas de gobierno de cada uno de los que, de manera patriótica, se postulen a la Primera Magistratura y que sus firmes convicciones nos motiven a salvar al país del caos en el que caímos por estar distraídos, y no revisar la naturaleza humana de cada candidato al cargo más importante de la nación, ser su presidente.

Este es el momento de propiciar espacios de debates que permitan que cada uno de los potenciales candidatos vayan dando a conocer su proyecto, sus programas y sentando sus postulados, escuchando a los colombianos para conectar con las necesidades del pueblo, pues la responsabilidad del primer mandatario es de suma importancia y en esto, lamentablemente, no hemos sido rigurosos.

Los colombianos no podemos dejar que nos sigan haciendo promesas de todo tipo y al final terminemos con cuatro años perdidos o, peor aún, de retroceso. En tal virtud, exijámosle a cada candidato, con base en las experiencias vividas, que nos deje ver su pensamiento estratégico de carácter nacional y quiénes serán sus más cercanos colaboradores en cada uno de los campos, que son determinantes para una buena gestión de gobierno. Exijamos como votantes que exista un compromiso de respeto por lo que se comprometió ese candidato, sea hombre o mujer; que cuando esté ejerciendo haya un contacto permanente con el pueblo; rindiendo cuentas de la manera como ese proyecto político le esté sumando a solucionar los problemas de todas las áreas y, con ello, a satisfacer las necesidades de todo el pueblo.

Los invito a tener nuevamente en cuenta a sus Fuerzas Militares y de Policía, para continuar aportándole con las capacidades diferenciales de cada fuerza a la Nación. Vimos cómo, de un solo tajo, cortaron ese cordón umbilical que era el vínculo de las fuerzas militares con el pueblo y con las comunidades más necesitadas a lo largo y ancho de nuestra geografía con la suspensión de las acciones cívico-militares o jornadas al desarrollo, logrando con esto una desconexión del soldado con su pueblo.

La patria nació con el mismo ejército y esto nada ni nadie puede cercenarlo de la noche a la mañana, solo por caprichos ideológicos como una forma de debilitar el orden territorial. Hoy lo estamos viviendo en carne propia todos los días. Solo esperamos que la elección de nuestro próximo presidente venga acompañada de mucha exigencia profesional por parte de todos los que tenemos la tarea de elegir, ya que nuestro futuro solo está en manos de nosotros y lo que hagamos será definitivo para asegurarles a las actuales y futuras generaciones un porvenir lleno de prosperidad y pujanza nacional.

Las personas pasan y las instituciones permanecen; por eso, con el conocimiento que me da haber sido comandante del glorioso Ejército Nacional, confío plenamente en los soldados que hoy lucen y portan con pundonor e hidalguía el uniforme y las armas de la República de Colombia, para defender a su pueblo como lo más sagrado, ceñidos a la Constitución Política de nuestro país. Puedo decirles con certeza que nuestras fuerzas militares y de policía no serán nunca inferiores a lo que su juramento les demanda.

Colombianos, reciban un fuerte abrazo de año nuevo y desde ya, pensemos en un solo fin que nos une como hermanos, ¡COLOMBIA!