OPINIÓN
Colombia, país de regiones
Y es que el Estado colombiano, centralista, tal vez no tanto por definición como por ejercicio, desde su centralismo cree ser capaz de conocer, saber y decidir sobre las necesidades de cada región y su solución.
Decir Colombia como país, es hablar, en ocasiones sin darnos cuenta, de la Colombia del Caribe, del Pacífico, de la Orinoquía, de la Amazonía, de la Andina, o de la Insular, por poner un claro ejemplo, y cada una con sus propias características, costumbres, gastronomía, música, etc. No estamos, por tanto, refiriéndonos a una cultura única, uniforme. Estamos pensando en la diversidad étnica, cultural y rica en matices de cada región que supone un acervo que nos distingue como colombianos.
Esas características propias, culturales de cada región, no solamente fijan aspectos que tienen que ver con lo expuesto, sino que llegan también a conformar visiones más próximas de cada región por quienes las habitan. Visiones más realistas que reflejan, desde la economía hasta los servicios, las potencialidades y las necesidades para poner en valor todas esas capacidades y acometer iniciativas y desarrollos que busquen y alcancen el bienestar de cada región según la conformación cultural, la detección de necesidades y la puesta en marcha de planes que aseguren el bienestar de los ciudadanos de cada región, planes que ellos mismos han localizado y planteado.
Esta idea de país choca, muy frecuentemente, con la idea de Estado en Colombia. Y es que el Estado colombiano, centralista, tal vez no tanto por definición como por ejercicio, desde su centralismo cree ser capaz de conocer, saber y decidir sobre las necesidades de cada región y su solución.
Es un grave error pensar que desde los salones y círculos de poder de Bogotá se puede llegar a cada rincón de Colombia y dar por entendido que se conocen necesidades, esperanzas, expectativas, ideas y vida diaria de cada región del país. Y es aún mayor el error cuando, desconociendo en una buena parte todo esto, se diseñan o planifican políticas para las regiones, sin contar con ellas, sin concederles una autonomía necesaria que permita, desde quienes están en la realidad diaria, pisando su propia tierra, plantear con firmeza, determinación y capacidad de decisión sobre esas políticas regionales.
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Una Colombia de autonomías supone una Colombia de confianza en los colombianos y colombianas, capaces, desde sus idiosincrasias regionales, de generar ideas y proyectos propios de cada región y establecer sumatorios solidarios, capaces de mejorar cada región y, por tanto, constituirse en motores de mejora de Colombia como país y como Estado.
Cuando hablamos de estar unidos en la diferencia nos referimos también a esto. Las personas tenemos nuestras diferencias, también las regiones de Colombia; pero esas diferencias, esos puntos de vista distintos, no suponen desunión, son una riqueza a cuidar.
Son referentes para el acuerdo, son afortunados retos que llaman a la suma de diálogos en las regiones para conseguir mejoras, para alcanzar paz, desarrollo económico, bienestar y reconciliación, palabras no vacías precisamente y que requieren unidad si queremos hacerlas reales. Esa aportación de las regiones desde su diversidad, desde su autonomía, es el sumatorio que hará una Colombia más avanzada democráticamente y mejor.
Invito a la reflexión sobre este importante tema, tanto a los dirigentes nacionales, comenzando por el presidente de la República y su equipo de gobierno, los gobiernos regionales y locales, así como también a toda la ciudadanía.
Aprovecho este medio para expresar de nuevo toda mi solidaridad con nuestros hermanos del departamento del Chocó.