OPINIÓN

La miseria social

Lo que ocurrió hace unos días con Dimar Torres, quien fue torturado y asesinado, se suma a decenas de exguerrilleros que han corrido la misma suerte.

Ariel Ávila, Ariel Ávila
2 de mayo de 2019

A veces pareciera que la historia se repite, muchas veces, y nada que se aprende de los errores del pasado. Son muchas las veces que Colombia ha tenido procesos de amnistía, paz y desmovilización, desde las guerras entre liberales y conservadores y centralistas y federalistas del siglo XIX, hasta las amnistías de mitad del siglo XX, en todas las ocasiones la sociedad ha sido incapaz de reconciliarse y cada Acuerdo es la puerta abierta a una nueva ola de violencia.

Uno de los casos más dramáticos se vivió a mitad del siglo XX. Por un lado, bajo la dictadura de Rojas Pinilla, se ofreció una amnistía, en la cual se acogieron varias guerrillas liberales, luego, en la Junta Militar y en el inicio del Frente Nacional se ofrecieron otras amnistías, a las cuales se acogieron guerrillas liberales y autodefensas comunistas. Sin embargo, a los desmovilizados comenzaron a asesinarlos a manos de los famosos “pájaros”. Los grandes dirigentes liberales asesinaban a sus antiguos compañeros de armas y lo hacían con el patrocinio conservador. De hecho, esta fue una de las razones por las que Manuel Marulanda se rearmó en el sur del Tolima.

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Cuando se intentó el proceso de paz de los años ochenta del siglo XX, en los famosos diálogos de La Uribe en el Meta, ocurrió algo similar, a los sectores de oposición y de izquierda se les masacró en la famosa Guerra Sucia, más de 4.000 militantes de izquierda fueron asesinados. También decenas de desmovilizados del EPL, el M19 y La Corriente de Renovación Sociales fueron asesinados, al igual que paramilitares que se desmovilizaron a principios de los años noventa del siglo XX. Los responsables era otros grupos guerrilleros, otros grupos paramilitares, narcotraficantes y agentes estatales. Además, algo que marcó todos estos procesos es que la sociedad nunca logró asimilar a los excombatientes.

Ahora, con el proceso de paz entre el Estado Colombiano y la ex guerrilla de las FARC está ocurriendo algo similar. Esta vez se mezclan las mismas tres cosas que han llevado a que excombatientes se rearmen como en el pasado. Por un lado, el asesinato de excombatientes y los problemas de seguridad física en general de todos los exguerrilleros. Lo que ocurrió hace unos días con Dimar Torres, quien fue torturado y asesinado, se suma a decenas de exguerrilleros que han corrido la misma suerte. En todos los casos reina la impunidad y con el intento de encubrimiento de los móviles del crimen por parte del Ministro de Defensa, lo que piensan la mayoría de los exguerrilleros es que los van a asesinar y que el Estado colombiano es el responsable. La realidad es más compleja, pero lo cierto es que el Estado no ha sido capaz de protegerlos.

En segundo lugar, la sociedad no ha sido capaz de perdonar y reconciliarse. Aún los ven como enemigos, es difícil encontrar alternativas laborales y salirse del círculo de la estigmatización. La guerra causó tanto daño que deshumanizo al otro y ahora esa otredad no encuentra espacio en la actual sociedad.

En tercer lugar, el mundo político y empresarial les ha cerrado todos los caminos para construir un proyecto de vida en la sociedad. Actualmente, la reincorporación colectiva no funciona, los proyectos productivos hasta ahora están arrancando, pero apenas cubre algunos centenares de excombatientes y miles de ellos no saben de qué van a vivir en el futuro inmediato. Uno de los últimos casos ocurrió con el banco Davivienda que devolvió fondos de un proyecto productivo que cubriría a cerca de 350 familias de excombatientes, todo esto luego de un año de proceso, documentos y tramites. Sin explicación, sin aviso, sencillamente luego de un año de trabajo, el banco decidió no transferir recursos económicos para un proyecto legal. 

Pareciera que el gobierno, un sector político, gran parte del empresariado y una parte de la sociedad quisieran revivir a las FARC y no cerrar cincuenta años de confrontación armada. Una estupidez que han cometido en el pasado y no aprenden. 

 

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