OPINIÓN

No es minga, sino mingao, lo que se toma en Vaupés

Un niño indígena menor de dos años recibe el mingao como un dulce. Es refresco a base de yuca al que se añade por ejemplo una jugosa piña para convertirse en la bebida ideal que marca el inicio del día, la que se ofrece a las visitas o se espera en las comidas.

Gonzalo Restrepo
23 de mayo de 2019

Las termitas manivaras son polifacéticas en la cadena alimenticia, porque no se limitan a la labor de dispersar generosa y laboriosamente semillas para asegurar la diversidad de tantos campos húmedos y selváticos en el Vaupés. Ellas que son uno de las 12.580 especies de himenópteros del mundo, avanzan firmemente para cumplir un papel protagónico en el Plato Saludable Colombiano, hecho a la medida de este departamento. Cuando las manivaras se juntan con casabe y se acompañan con unos sorbos de mingao, el contenido de hierro y de proteínas podría alimentar como ningún otro “casado” típico de la región.

Un niño indígena menor de dos años recibe el mingao como un dulce. Es refresco a base de yuca al que se añade por ejemplo una jugosa piña para convertirse en la bebida ideal que marca el inicio del día, la que se ofrece a las visitas o se espera en las comidas.

Los grupos indígenas que son mayoría en este departamento, han conservado vivas sus tradiciones y creencias y tuvieron la oportunidad de redefinir el mencionado Plato, al estilo, sazón y sabor del Vaupés, con la institución Sinergias, la Fundación Éxito y el ICBF.

En esto consiste el esplendor del mingao y el que las manivaras dejaran de desfilar con bajo perfil en los subsuelos amazónicos para exhibir su contenido proteínico y de hierro muy recomendable para prevenir la anemia, al lado de anfibios, reptiles, gusanos e insectos que son fuente de nutrientes naturales y altamente protectores.

El trabajo de deliciosa conversación y profundo respeto con 38 familias indígenas de comunidades como la Wacara o Bocas del Yi destapó otra olla: resulta que a los niños de Vaupés sí les gustan los fríjoles y el arroz –contrario a lo que se creía-  era cuestión de afinar la forma de prepararlos. Y aunque ha sido legendaria la capacidad humana de descubrir maravillas con el método del ensayo y el error, el tiempo es oro cuando de alimentar niños se trata, sobre todo si tienen deficiencia en su crecimiento justamente por no recibir nutrientes adecuados en los primeros años de vida o por no saber cómo mezclarlos, cocinarlos y degustarlos mejor. 

Por eso los indígenas celebran sinceramente el que los “alimentos de los blancos”  como ellos los denominan, estuvieran en la lista pero con instrucción de preparación y disfrute. Por supuesto el hecho de darles cabida a sus ingredientes propios, reviste con especial atractivo a esta construcción colectiva. Con un diálogo así de inclusivo, avanza el ejercicio de construir el nuevo Plato que será guía y referente para que todos los grupos de alimentos queden representados en la buena mesa vaupense.

Luego de un año completo de acompañamiento en esta construcción, apareció la cereza en el postre: la mejoría posterior a la segunda medición de talla y de peso de los niños de  las comunidades  incluidas en este trabajo, dado que la desnutrición crónica bajó un 8,7%. Un indicador que abre sin duda el apetito de quienes imaginamos a nuestra niñez colombiana creciendo sana y feliz en cada rincón del país. Si al reivindicar los frutos de cada tierra y promover la colaboración en el arte culinario entre etnias, cruzando ríos a falta de carreteras, logramos que los niños recuperen la talla para su edad, sí deberíamos parar en todos los departamentos para brindar con mingao. 

Presidente Junta Directiva Fundación Éxito

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