OPINIÓN

Más que paisajes

En medio del afán colectivo por “construir un nuevo país”, los colombianos empezamos a descorrer el velo que ha mantenido ocultos grandes paisajes alejados de los centros urbanos en los que habita la mayoría de la población.

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18 de octubre de 2017

En medio del afán colectivo por “construir un nuevo país”, los colombianos empezamos a descorrer el velo que ha mantenido ocultos grandes paisajes alejados de los centros urbanos en los que habita la mayoría de la población. Bajo esa nueva luz, vislumbramos escenarios de desarrollo periféricos que buscan aprovechar el potencial turístico de los paisajes naturales y que, dado su carácter innovador, atraen distintas miradas.

Los habitantes de muchas regiones ven en el turismo de naturaleza la posibilidad de salir de una sempiterna marginación, empresarios externos a estos espacios identifican la factibilidad de establecer negocios lucrativos basados en dicha actividad y muchos conservacionistas consideran que, si esos proyectos se ponen en marcha, quizás el deterioro de los ecosistemas podría mitigarse e incluso, prevenirse.

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Estas tres maneras de contemplar el ecoturismo como una alternativa de apropiación territorial son en apariencia compatibles, pero en realidad comparten solamente un objetivo general y pueden llegar a ser muy disímiles en sus detalles o incluso antagónicas a mediano y largo plazo. Después de todo, se originan en tres tipos distintos de relación con el medio ambiente: respectivamente, la del contacto íntimo con el entorno, la de la alienación entre humanos y naturaleza y la del retorno a la tierra.

Las iniciativas ecoturísticas de los residentes de un territorio por lo general se basan en un conocimiento íntimo de los atributos naturales del mismo, pero responden a veces a una interpretación de la demanda, sin examinar las oportunidades reales y las limitaciones de los ecosistemas en los que se pretende poner en marcha un proyecto. Aun asumiendo que las características de un área cumplen con las expectativas del mercado, esta aproximación puede poner en riesgo su integridad ecológica, si ignora aspectos tan básicos como la vulnerabilidad y la capacidad de carga.

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La perspectiva turística empresarial externa, por su parte, responde a una demanda de mercado basada principalmente en el exotismo. La posibilidad de visitar lugares remotos, suficientemente aislados de la cotidianidad urbana, hace atractivos a muchos sitios para viajeros aficionados a la aventura. No obstante, si no se aborda con cuidado, entraña algunos conflictos que pueden limitar el alcance y la sostenibilidad de estos emprendimientos.

En algunos casos, por ejemplo, la satisfacción de las expectativas de los turistas que buscan situaciones extremas puede demandar el mantenimiento de la precariedad de las condiciones en que viven los habitantes locales. Y esta exigencia tácita, sumada a la renuencia de los visitantes a prescindir de un mínimo de comodidades propias de sus lugares de origen no solamente resulta perversa, sino que establece, desde el comienzo, el extrañamiento entre residentes y visitantes.

Y en cuanto a quienes vemos en el turismo de naturaleza una herramienta de conservación de la biodiversidad, nuestra lectura de cualquier área de interés ecoturístico está fundamentada en una manera de entender el mundo que no solamente puede ser ajena, sino incluso antagónica a los intereses locales. El sentido de lugar de los pobladores de un territorio corresponde a sus propios imaginarios y en ellos pueden estar o no los elementos que los conservacionistas privilegiamos y que desearíamos tomar como bandera de emprendimientos turísticos que ayuden a preservarlos a largo plazo.

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Para que el turismo de naturaleza se convierta en una verdadera opción de desarrollo social y ambientalmente sostenible, es preciso entonces entender que los territorios son mucho más que paisajes. Además de sus características biofísicas y de la biodiversidad que albergan, son espacios construidos socialmente a través de siglos de historia, en una compleja red de interacciones con el resto del mundo. Entender todas estas variables es la única forma de reconciliar las diferentes miradas del potencial ecoturístico de cada caso particular y desde una visión compartida, iniciar las negociaciones con quienes pretenden poner en marcha, en esos mismos territorios, otras formas de aprovechamiento.