OPINIÓN

Sin Estado no habrá paz y sin paz construir Estado es una quimera

Es la perversión hecha política, es la carencia de Estado que impide la paz y la carencia de paz que impide que tengamos Estado.

Álvaro Jiménez M
11 de agosto de 2020

El uso de armas explosivas y los hechos de violencia siguen creciendo a la par que la ausencia de control territorial en varias regiones de la geografía nacional.

Sin estado no habrá paz y sin paz construir estado es una quimera. De allí el imperativo de resolver entre otros, la confrontación armada con el ELN.

Esta insistencia por encontrar solución al conflicto armado es vista con displicencia dentro y fuera del gobierno. Dentro y fuera de los grupos de empresarios, de partidos políticos, bien sea sectores de “centro” o de “izquierda”. Hay dicen, temas más urgentes:  atender la pandemia, la crisis económica, la desconfianza en la institucionalidad, la campaña electoral presidencial que inició ya, la detención domiciliaria de Álvaro Uribe, las confrontaciones entre ejercito y campesinos en la región del Guayabero en el Meta, el asesinato de ex integrantes de las FARC, el odio y la virulencia en redes que sigue presente entre sectores de oposición y también entre sectores de el propio partido de gobierno y es cierto. Todos esos temas son importantes, pero resolverlos o avanzar en su resolución requiere que el estado sea fuerte y es lo que no tenemos. Requiere avanzar en la paz, pero la han hecho frágil y casi inmóvil.

Y las historias se repiten una y otra vez. El Domingo pasado, 9 de agosto que se celebraba el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, la Organización Indígena de Antioquia OIA denunció el accidente con minas antipersonal que causo la muerte de un hombre y heridas a dos mujeres de una misma familia en la comunidad Antadó Arenera, ubicada entre los municipios de Frontino y Dabeiba. Ver: Familia indígena cayó en campo minado en el occidente de Antioquia

Ofelia Bailarín Sinigui  esposa de Nevardo Bailarín nombre del ciudadano indígena muerto en el accidente, en relato compartido por la Gerencia Indígena de este departamento, contó lo siguiente:” En el momento del accidente., nos encontrábamos buscando comidita, porque ya en la casa no había nada que comer, hasta la leña se había acabado. mi esposo, mi hija y yo, estábamos pescando, y ya tardecito a eso más menos de las 4 pm, nos dirigíamos para la casa de vuelta, nos salimos del rio y cogimos camino para llegar a la casa, cuando estábamos andando en todo el camino exploto eso.

 Mi esposo en ese momento quedo muy mal, vi como que se había dañado toda la parte de la cintura hacia abajo, perdió los dos pies yo vi que ya no podía caminar… Al rato llegaron para ayudarnos, pero todos estábamos muy mal, mi hija tenia un pie, el pie derecho, como si algo le hubiera masticado ya no tenía el pie derecho. Después, nos recogieron y nos llevaron para Amparradó Alto y allá nos auxiliaron los mismos de la comunidad hasta hoy viernes al medio día, mi esposo murió, no aguantó más… A mi hija y a mí, me trajeron, pero mi esposo murió, él solo estaba buscando la comidita para nosotros porque otra vez se tenía que ir a cumplir su deber, él era Guardia Indígena. y estaba ayudando a cuidar el cepo en Antadó Arenera. Él a mis hijos, a mí, nos deja sin nada, y solos, yo tengo 5 hijos, ahora sólo quiero que me salven que es lo más importante, pero no se que hacer…quien me ayudará con mis hijos” Llorando y temblando termino este relato. Frustración enorme produce que estos hechos no sean los que determinen el actuar de nuestra sociedad. Hay quienes están convencidos que para la mayoría lo relevante es si Lina Moreno escribe citando la Montaña Mágica, a Sandori, o si Julito no me cuelgue, es un periodista pago por bandidos de cuello blanco u oscuro.

Lo realmente relevante que es el sufrimiento de las comunidades distantes de los poderes producto de la ausencia de estado y la violencia se han convertido en anécdota por parte de quienes construyen opinión. Esa despreocupación colectiva, esa liviandad frente a lo fundamental, no se resuelve ni con llantos o alaridos de Paloma y su partido. Ni con las sosegadas y medidas declaraciones de Iván Cepeda y Gustavo Petro.

Este aislamiento de la sociedad frente a lo esencial explica en parte, porqué se reciclan nuestras violencias y porqué se mantienen en el tiempo expresiones armadas que, sin ser una amenaza letal para el estado, con su presencia hacen más miserable el malvivir al que han sido condenados por más de cien años, campesinos, afros e indígenas de vastas zonas de Colombia. Las mayorías urbanas seguimos concentradas en los enormes retos de la virtualidad originada por la pandemia mientras ese mundo real frente a nuestros ojos avanza en su desangre como si fuese el alimento necesario para que el resto sigamos en nuestras importantes ocupaciones y debates.

Es la perversión hecha política, es la carencia de estado que impide la paz y la carencia de paz que impide que tengamos estado. Este círculo maldito del que no salimos ni es eterno, ni imposible de cerrar. Superarlo es una responsabilidad de todos.

ADENDA: Los congresistas deberían comprender por estos días que las comunidades del país real necesitan un defensor del pueblo que los defienda o por lo menos que haga el intento.

 

@alvarojimenezmi

ajimillan@gmail.com

 

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