OPINIÓN
Ni Petro, ni Ordóñez
Sus rivales quieren sus votantes, mas no su bendición. Mucho menos una foto.
Desde el 11 de diciembre de 2008 Gustavo Petro y Alejandro Ordóñez quedaron, como dicen los gringos, unidos por la cadera. Ese día el senador Petro votó a favor de la elección de Ordóñez como Procurador General de la Nación. Su voto, condenado por sus copartidarios del Polo, fue al mismo tiempo alabado por sus colegas en el Senado y miembros del establecimiento político. Era una señal de moderación. Como él mismo lo explicó en ese momento: “Como juez, Ordóñez ha sido fiel a la Constitución. No reparamos sus convicciones religiosas”. El pragmatismo de Petro y su independencia frente a la izquierda dogmática, le rindió réditos.
Ordóñez también fue favorecido. Fue elegido por "aplastante mayoría”, como lo dijo Semana en su momento, con el respaldo de varios senadores del Polo y del partido Liberal. Pudo arrancar su gestión como un procurador de consenso y no de un extremo. Le abrió el camino para su reelección cuatro años después.
Petro y Ordóñez se volverían a encontrar en 2013, en diferentes bandos, pero el resultado sería el igual para ambos: un baño de popularidad con sus bases. Al imponer al entonces Alcalde de Bogotá una absurda y excesiva sanción de 15 años, el procurador convirtió a Petro en una víctima (su perfil preferido) de abuso de poder y nadie se acordó de las razones técnicas que motivaron la investigación. Sin embargo, para Ordóñez fue un gana-gana. Obró como inquisidor (su perfil preferido) y se posicionó como un hombre que le canta la tabla a la izquierda bolivariana.
Ahora afrontan un idéntico atolladero: ninguno de sus supuestos aliados ideológicos quiere acompañarlos en sus candidaturas presidenciales. Son considerados demasiado extremos. No hay ningún aspirante que represente mejor el castrochavismo que Gustavo Petro. No hay nadie que personifique mejor el dogmatismo de la extrema derecha que Alejandro Ordóñez. Ambos generan oprobio dentro de los simpatizantes del otro.
Me llamó la atención un dato que me comentó uno de los principales encuestadores del país sobre Ordóñez: “El ex procurador es quién recoge más los atributos del uribista fanático”. Ese que quiere volver trizas los acuerdos; ese que quiere ver a ‘Timochenko‘ extraditado o mejor muerto; ese que considera a Santos un infiltrado de la guerrilla, y ese que cree que en La Habana se acordó entregar la educación a evangelizadores del homosexualismo. Ese bloque, si bien es vocal y activo en redes, no es capaz de poner los siete millones de votos necesarios para que Ordóñez gane la presidencia. Hay mucho uribista moderno que no concuerda con ese radicalismo. Que no quiere volver a la edad media.
Algo parecido ocurre con Petro. Si bien está en los primeros lugares en las encuestas, de 15 a 50 por ciento hay mucho trecho. No es creíble su reciente distanciamiento con el régimen chavista de Caracas. Que más del 58 por ciento de los colombianos temen que lleguemos a replicar el ‘milagro venezolano‘ (lograron volver trizas una próspera nación), hace inviable su aspiración.
Ninguno de los dos va ser presidente. Pero y es un Pero con mayúscula, sus votantes podrían ser determinantes en quién sucederá a Juan Manuel Santos. Es curioso el manejo que le han dado sus potenciales aliados. La coalición de Sergio Fajardo, Claudia López y Jorge Enrique Robledo optaron por ignorarlo (“para reducir a Petro” como tuiteó en su momento el ex alcalde). Confían que en la segunda vuelta los votantes petristas no tendrán otra opción que apoyar a Fajardo.
Para la derecha, el asunto no es tan fácil. La encuesta que ganó Iván Duque dejó molesto al sector más fundamentalista. En las redes sociales, tuvo eco el nombre de Ordóñez como una alternativa. No es coincidencia que, en una columna en El Tiempo de hoy viernes, el ex procurador planteara cinco puntos para lograr un consenso (entre ellos la Picota para las Farc, cero participación política para sus comandantes y guerra a la identidad de género). Quiere replicar la coalición del No y punto. Duque y en especial Álvaro Uribe, como se infiere de sus tuits del último mes, no creen que sea suficiente. Que hay que crecer el pastel. Reconocen un dato obvio: la mayoría de los que votaron por el Sí lo hicieron porque pensaban que era la mejor opción para acabar con las Farc y no porque simpatizaran con esa organización criminal. Un protagonismo excesivo de Ordóñez haría imposible ampliar la alianza.
Pobre Petro, pobre Ordóñez. Están juntos, pero no revueltos, en su imposible sueño presidencial. Afortunadamente para Colombia.
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