OPINIÓN
Los falsos líderes sociales
Si en la otra Colombia a un personaje le asignan carro blindado y dos guardaespaldas, dan por hecho que es un duro con amigos poderosos.
No fue el asesinato de un líder social. Se trató, más bien, de un ajuste de cuentas. Y desde ya se puede decir que la recompensa de 30 millones que ofrece la Gobernación de Bolívar para quien ayude a atrapar al matón es una ridiculez. A Campuzano, alias Ratón, cabecilla de la banda los Ratones, le debe dar rabia que consideren que vale tan poco. Es un criminal en toda regla, ningún chichipato, y si se quitó de en medio a Jorge Manuel Ortiz alguna razón oscura tendría.
Sé de sobra que queda pésimo hablar mal de los muertos, pero no se puede revestir ahora de líder valiente, solidario e inocente a quien, presuntamente, abusó sexualmente de menores, estaba aliado con un exalcalde corrupto y parapolítico, estuvo detenido por minería ilegal, vinculado al asesinato de un prestamista, maltrataba a sus escoltas y empleaba su poder para amedrantar a quien se le cruzara en su camino.
Tenía seis noticias criminales por distintas causas, a pesar de que casi nadie se atrevía a denunciarlo. No solo le temían por sus nexos con bandas criminales, también por la protección de la UPN. Si en la otra Colombia a un personaje le asignan carro blindado y dos guardaespaldas, dan por hecho que es un duro con amigos poderosos.
Ortiz tenía por sobrenombre Yucajorra, que refleja lo que sentían por él en Barranco de Loba, donde residía. “Así llamamos a la yuca cuando sale mala”, me dice un paisano. En Bogotá, sin embargo, lo acaban de elevar a los altares, no por sentir especial aprecio por el fallecido ni preocuparles la situación calamitosa que sufre su pueblo, Barranco de Loba, sino porque lo ven como arma arrojadiza contra el Gobierno. Otro líder social para la estadística, así no lo fuera.
Deberían bajarle de ese pedestal porque supone un insulto a quienes de verdad ofrendaron sus vidas por causas nobles. Yucajorra solo iba detrás de sus intereses, amparado por matones tanto de la banda de los Ratones, aliados del ELN, como de las Autodefensas Gaitanistas.
Y ya que lo asesinaron en Barranco de Loba, quizá interese conocer las miserias de una población de nombre grandioso, pero de presente y futuro sombríos. El municipio, del sur de Bolívar, ocupó el segundo lugar en la calificación de peor administrados del país. El deshonroso honor lo debe al alcalde anterior, preso por parapolítica, Uldarico Tolosa, el íntimo de Yucajorra. Cuando estuve allá en la época de su mandato, jamás aparecía, le daba pereza. Gobernaba desde Barranquilla. Además de cómplice de las AUC, debería purgar condena por malos manejos. Calculan en 27.000 millones de pesos la plata que se evaporó durante su gestión y eso que el presupuesto anual es raquítico para 32 veredas y siete corregimientos que con frecuencia solo tienen acceso por agua. Y moverse en chalupa es una plata.
Como es obvio, alcantarillado casi inexistente, nada de depósito de basuras, agua intermitente y no potable y con Electricaribe, más cortes que energía. “Un año ahorrando para comprar la nevera y Electricaribe se la quema en un minuto”, se queja un vecino.
Si en la otra Colombia a un personaje le asignan carro blindado y dos guardaespaldas, dan por hecho que es un duro con amigos poderosos.
El centro de salud consiste en un espacio con cama y sin insumos, al que las EPS deben este mundo y el otro. ¿Educación virtual? No insulten la inteligencia de los nativos. Les da rabia solo de oírlo de boca del Gobierno.
Lo que está disparado es el consumo de drogas –bazuco y base de coca– entre los jovencitos. Los Ratones, que también cobran vacunas, controlan el microtráfico y para aumentar la clientela los envician desde niños.
Recuerdo haber ido en mototaxi por vías polvorientas al corregimiento minero Pueblito Mejía, que no tenía coca y ahora la siembran. Adquirió renombre por albergar la mina de oro La Gloria, de Macaco, de la que queda un hueco tapado de tierra. Nadie lo toca.
El minero tradicional no tiene capacidad económica para legalizar un título y explotarlo. “El Código Nacional de Minería está hecho para multimillonarios”, me dicen.
La única novedad positiva es que las autoridades lograron sacar a un extraño grupo de chinos dedicados a extraer el ‘precipitado’ (arena rica en minerales), aniquilando la naturaleza, para exportarlo a China por el puerto de Cartagena. Cuando estuve, tenían sus campamentos y trabajaban en las minas gracias a sus acuerdos con las bandas criminales. Hasta que la fuerza pública, una vez desapareció Uldarico y perdieron poder sus secuaces, empezó a pedir papeles y nunca los entregaron. Ofrecieron coimas para que no los echaran, pero esta vez no dieron con personas de su misma calaña. Ahora practican su minería criminal en Norosí, un municipio más apartado.
Es una radiografía que duele y que sus habitantes quisieran cambiar. Pero no será fácil lograrlo y menos elevando a Yucajorra a la categoría de ciudadano ejemplar.