Opinión
¿Cómo va la vaina?
En el congreso, el receso se ha utilizado por el gobierno para insistir en la compra de votos y compromisos parlamentarios.
Pues mal claro, como se esperaba y se vaticinó. ¿Para dónde va la vaina? De para atrás como es evidente. Esa certeza no le escapa a nadie. ¿Entonces para que escribir sobre este tema?
Para hacer el inventario de callosidades e indiferencias en las cuales ya pronto ¡o ahora mismo! La sociedad colombiana se estará sumiendo.
Porque ante la sumatoria de complicaciones derivadas de la incuria, incompetencia e inmoralidad de Petro y del plan concreto y certero de reencauchar a la guerrilla colombiana y abrirle espacios en todo el país como palanca para suspender la constitución desde la presidencia misma, como lo hemos denunciado, la reacción colombiana no será contundente.
Las elecciones de octubre serán un lánguido ejercicio, dominado por las mafias políticas de siempre, que no se dan por aludidas por el castigo electoral que sufrieron en las elecciones de 2022, y en donde los partidos de oposición tratarán de ganar curules, capitales y gobernaciones contra las componendas de siempre y partidos de la coalición de gobierno o partidos que dicen que se salieron de la coalición de gobierno, pero que siguen pelechando resquicios de burocracia que Petro les ha dejado.
La izquierda no andará bien en estas elecciones y el reto fuerte será quitarles capitales importantes porque la izquierda ya sabe y conoce a los patrones de la compra de votos y aparece en las regiones con los bolsillos llenos de billetes, puestos y contratos. No será nada fácil, y quienes se imaginan que el desprestigio de Petro basta para superar los malos hábitos de los políticos, sus componendas y su reflejo histórico de acercarse al poder y la gobernabilidad, se equivocan. El pragmatismo no desaparece y será inevitable, y la violencia entregará gobernabilidad a la guerrilla en muchas zonas del país con la anuencia del gobierno nacional.
En el congreso, el receso se ha utilizado por el gobierno para insistir en la compra de votos y compromisos parlamentarios. La falta de popularidad de las reformas no es óbice para que los congresistas aprovechen la creciente debilidad del gobierno. Un gobierno débil es un deleite para una clase política ansiosa de reelegirse sin importar los compromisos que posiblemente solo cumplirán parcialmente.
El empresariado se lamenta, siempre se lamenta, pero de labios para adentro anda más tranquilo en la medida en que ve como el gobierno se hunde en sus propios escándalos y errores. La coyuntura se torna en oportunidad. No solo se implanta la sensación de que las reformas, si logran salir del congreso, serán atenuadas y concertadas. El empresariado se acomoda a la coyuntura de inseguridad, traslada riesgos y si bien pierde rentabilidad y difiere inversiones, no va a dejar de tener utilidades, acudirá a experiencias pasadas y seguirá luchando por mantener sus espacios productivos en medio de la violencia y la zozobra.
Los diálogos seguirán a pesar de las masacres y aumentos de los hostigamientos de la guerrilla en más municipios. Aumentar la violencia y presencia guerrillera es su fin último. En la lógica siniestra de los negociadores y alcahuetas de los asesinos permitir los desafueros con el cese de operaciones de la fuerza pública, legitima el diálogo por lo amplia que se vuelve la presencia guerrillera. Alimentemos a la bestia, para justificar la necesidad de dialogar con ella. Contemporicemos con la violencia y justifiquémosla como resultado de la injusticia de la sociedad que la padece, dicen. Este cinismo condujo a la negociación de la Habana con las Farc, que hoy sigue siendo el grupo guerrillero más grande del país a pesar de haberle el país entregado la impunidad y el acceso pleno a las instituciones.
Lo más grave es que los reflejos de supervivencia, superación, saturación y escepticismo llevaran a la población a aceptar la coyuntura como un nuevo status quo. Las promesas de cambio de Petro serán olvidadas rápidamente en las olas de la crisis de la financiación de la campaña. La ilusión ya se perdió.
Lo que le queda a la nación colombiana es el retorno a la autoconservación, material y sicológica. Como la tortuga o el armadillo el pueblo colombiano se esconderá en su caparazón. Se tapará los oídos ante las noticias de la violencia creciente, la criminalidad rampante y las revelaciones por venir del escándalo de la financiación de la campaña Petro presidente.
Y la población, como siempre, buscará maneras de adaptarse a estos flagelos ya vividos mientras que la política se devora a Petro, los empresarios lo manipulan y una prensa frenética compite en el infinito carrusel de la chiva y la morbosidad. Enterrará a sus muertos, ahorrará para un nuevo celular o televisor o vehículo, emigrará y buscará solaz en cualquier divertimento: el concurso televisivo de moda, el chisme de los famosos o los triunfos y angustias de nuestros deportistas.
Esta hibernación puede durar décadas. Destruir generaciones. Retrasarnos más lustros en la superación del subdesarrollo. Por ello debemos ejercer el liderazgo de lo posible en todos los ámbitos: si podemos salir pronto de este tropiezo de Petro si enfrentamos ahora nuestros retos con líderes que crean de verdad en la democracia, en nuestros logros, en las instituciones y no teman ponerse la camiseta de la defensa contundente de la seguridad ciudadana.