JUAN MANUEL CHARRY

Opinión

Constitución energética

Para principios del siglo XXI, algo menos de la cuarta parte de la población global consumía el 75 % de los combustibles fósiles y la electricidad mundiales.

Juan Manuel Charry Urueña
25 de julio de 2024

Para principios del siglo XXI, algo menos de la cuarta parte de la población global consumía el 75 % de los combustibles fósiles y la electricidad mundiales.

El concepto general de constitución se refiere al conjunto de elementos o características que componen algo. La Constitución Política, por ejemplo, define y establece los órganos del poder público del Estado, así como sus límites, donde los derechos fundamentales son sus principales contenedores.

El aumento demográfico global, que sobrepasa los 8.100 millones de habitantes, con sus crecientes demandas en aspectos sociales, económicos y ambientales, ha conducido a que los cerca de 200 países existentes consideren garantías constitucionales y autoridades en estas temáticas.

Nuestra Corte Constitucional, en distintas oportunidades, se ha referido a la Constitución Económica, en el sentido de identificar elementos claramente diferenciados en esta materia que contiene la carta política. Algo similar ocurre con constitución ecológica y podría decirse lo mismo en aspectos tales como agropecuario, social y otros.

Pues bien, en el complejo orden global, parece indiscutible la importancia de las fuentes de energía que constituyen elementos esenciales de las actuales actividades humanas. ¿Qué sería de la humanidad sin petróleo, carbón, gas o electricidad?

Las sociedades industrializadas del siglo XIX crecieron entre 20 y 60 % por década. En el siglo XX, el producto global bruto aumentó 18 veces de 2 billones a 37 billones de dólares. Japón multiplicó su PIB 52 veces y el consumo de energía, 50. Enriquecerse requiere un aumento sustancial del consumo energético.

Lamentablemente, la distribución de beneficios ha sido inequitativa. Para principios del siglo XXI, algo menos de la cuarta parte de la población global consumía el 75 % de los combustibles fósiles y la electricidad mundiales. En contraste, la cuarta parte más pobre utilizaba menos del 5 %.

La economía de Colombia ocupa un honroso puesto 43 dentro de los países del mundo, el consumo energético sería equivalente. Lo que nos ubica en una modesta clase media que todos los días se distancia de los países ricos. El PIB nacional equivale a algo más de tres días del volumen de operaciones de la Bolsa de Nueva York.

Para 2022, de acuerdo con la UPME, Colombia producía en energía primaria: Petróleo, 1′679.388 TJ, de los cuales exportó el 51,68 %. Carbón térmico, 1′429.260 TJ, de los cuales exportó 98,36 %. En energía secundaria, aceite combustible, 308.050 TJ y energía eléctrica, 276.870 TJ, de los cuales 257.059 TJ se generaron con energías renovables, lo cual está muy bien si se compara con los estándares internacionales.

Para el mismo año, la capacidad instalada para producción eléctrica era de 18.626 MW, de los cuales 12.494 corresponderían a hidroeléctricas, 2.827 a termoeléctrica, 321 solar y 18 eólicas, lo cual está muy bien, en energías renovables el promedio mundial es inverso, en nuestro caso queda el asunto del alto costo del KWh.

La sustitución por fuentes de energía más limpias puede tardar entre 50 y 70 años, no por el agotamiento de combustibles fósiles, sino por su impacto climático.

Nuestra constitución energética no es mala; sin embargo, las reservas de petróleo apenas sobrepasan los siete años, exportamos la mitad de la producción, refinamos buena parte de los combustibles, exportamos la mayor parte de carbón térmico, producimos alrededor del 70 % de electricidad con energías renovables. Falta mejorar cobertura, costos, calidad, sostenibilidad y continuidad.

Quedaría llamar la atención sobre la soberanía y la seguridad alimentarias, tan o más relevante que la energía.

Cita de la semana: “Solo unos 40 de los 200 países del mundo han logrado la transición a sociedades industriales maduras, prósperas y sustentadas por un elevado consumo energético”. Vaclav Smil, Energía y civilización. Una historia (2018).

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