OPINIÓN

Convivencia y divorcio

Uno de los retos más serios que vive la sociedad colombiana es el que ya hay una generación de votantes a la que no le enseñaron historia de Colombia y que no fue víctima de primera mano del terror del narcotráfico ni de los grupos ilegales.

Mauricio Carradini, Mauricio Carradini
10 de agosto de 2019

Esta generación es protagonista de un fenómeno social que se convierte en reto de planeación y administración pública. Con la urbanización de los países –fenómeno al cual Colombia no es ajena-, las ciudades cada vez tienen más presión sobre sus redes de servicios y transporte. El crecimiento de las poblaciones que no se casan ni viven juntos –junto con las altas tasas de divorcio-, ha disparado el crecimiento de hogares unipersonales, algo que para Colombia acaba de confirmar el reciente censo.

 Algunos países han buscado incentivar el matrimonio y desincentivar el divorcio para aliviar el impacto que la separación de las parejas tiene para los servicios sociales de bienestar y sobre la planificación y administración de las ciudades.

 Divorciarse en Dinamarca era tan fácil como llenar un formato. Desde abril, la ley de divorcio estipula que una vez se tome la decisión de separarse, las parejas deben esperar tres meses y pasar por una etapa de terapia antes de que el divorcio se haga efectivo. Los resultados de la prueba y de los meses que lleva vigente son alentadores: En 13 de 15 casos tuvo un impacto entre moderado y fuerte en la salud física y mental que llevó a menos ausencias del trabajo y a que 12 meses después del divorcio las parejas con hijos se estaban comunicando como si nunca se hubieran divorciado. De la misma manera, en algunos municipios donde ya el programa de terapia pre-divorcio estaba operando hace algunos años, las tasas de divorcio han caído hasta en un 17%.

 Como una parte importante de atención de problemas debe estar enfocada a la prevención, yo quiero aportar mi granito de arena para que más personas de esa generación puedan vivir juntos y se queden juntos.

 Viví cinco años con una mujer, he tenido relaciones largas después de eso, mi mamá, mi hermana y yo vivimos en tres países distintos y las visito a ellas con alguna frecuencia. De alguna manera mis amigos y amigas ven algo de sensatez en mi opinión y mis consejos han llevado a que noviazgos terminen en matrimonio, en varios he sido padrino y hasta he llegado a oficiar ceremonias. Sé de lo que voy a hablar.

 Recientemente, y ante la siempre posible eventualidad de volver a vivir con alguien y tras visitas de varias noches a las casas de mamá y hermana en el mismo mes he caído en la cuenta de que hay un aspecto fundamental de la convivencia que no he tratado con ninguna pareja o amigo en busca de consejo, ni he mencionado en ninguna ceremonia de boda: Las almohadas y los cojines.

 Una de las sorpresas más extrañas que se llevan algunos está en el número de almohadas y cojines que van a encontrar en la cama. Parece una tontería –sí, como la antigua discusión del papel higiénico con el borde sobre o debajo del rollo*-, pero llegar a una cama todas las noches a lidiar con seis almohadas y cuatro o seis cojines va haciendo mella, lentamente, en la paciencia y el temperamento y poco a poco en la disposición a vivir feliz.

 No puedo pensar en experiencia de vida alguna que lo prepare a uno para llegar a la cama y que ella esté acostada leyendo y haya puesto los 12 cojines del lado de uno. O para tener que ayudar a quitar ocho cojines y escoger entre seis almohadas. O esperar 15 minutos mientras ella "organiza el cuarto" (y uno es el novio que se va a quedar a dormir y está en la sala pensando que en bicicleta ya habría llegado a su propia cama...y que no va a querer vivir con ella y sus mil cojines).

 Y no se trata de que uno no aprecie las cosas bonitas, o el toque femenino. De hecho en algunos viajes por continentes lejanos yo mismo he comprado cojines, pero todos han ido a parar al closet porque uno llega a su casa y se pregunta "¿en dónde carajos voy a poner esto?".

 Entonces queridas nuevas generaciones que no estudiaron historia ni vivieron con miedo al terrorismo, para vivir en pareja hay que hablar de dinero, de aspiraciones de carrera, de sexo, religión, de hijos y de las familias políticas, pero para aterrizar suavemente en la convivencia también hay que hablar de cuántas almohadas y cojines habrá en la cama. En alguna parte debe haber un estudio científico que diga que dos piezas por persona es lo máximo aceptable para que la relación perdure. Ni tres meses de terapia en Dinamarca salvarán una relación de doce cojines en la cama. Es ciencia.

 * Diversos estudios científicos han comprobado que la manera correcta es con el borde sobre el rollo.

@mcarradini

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