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Cortina de humo

¿Buscarán introducir la hoz y el martillo en nuestro escudo?

David René Moreno Moreno
14 de agosto de 2024

Después de dos años de desgobierno es fácil predecir lo que puede venir detrás la propuesta de cambiar el escudo nacional, iniciativa de la Presidencia que afectaría a uno de los más importantes símbolos de nuestra identidad; sin duda, esta idea se convierte en un sofisma distractor, es una cortina de humo al mejor estilo castro-chavista, pues seguramente se está tratando de desviar la atención del país frente a otro escándalo, a otra irresponsabilidad, o a otra entrega de la legitimidad y soberanía nacional, que pueden estar ligadas a la negociación de “la paz total” con organizaciones narcotraficantes, a las cuales seguramente les darán estatus político, posiblemente en la búsqueda de más votos a favor de la izquierda para las elecciones del 2026.

Para los movimientos de izquierda es muy importante establecer símbolos que identifiquen su ideología que pueden ir desde el empleo de una gorra, un color o una bandera, para otros el rechazo a las formalidades del vestir de acuerdo con la ocasión, el empleo del bluyín y el suéter para posesionar miembros del gobierno es para otros la demostración del ‘aquí mando yo’, el irrespeto a los militares no es falta de cultura, sino la demostración de que le siguen importando muy poco y el cambio de los símbolos patrios es la marca que quieren dejar para la historia. Ya han propuesto el cambio del himno nacional, de la bandera y del escudo nacional y hasta deben estar pensando en el cambio del nombre de la República de Colombia.

Cuando los partidarios de la ideología socialista y de sus diferentes ramificaciones logran llegar al poder, buscan arrasar con todo lo que han encontrado, aduciendo que eso ha sido impuesto por los oligarcas y que solo así pueden salvar al país con sus ideas renovadoras; crear nuevos departamentos y municipios, cambiar los sistemas de salud y pensiones, cambiar las fuerzas militares, cambiar la constitución, cambiar el sistema electoral y el parlamentario, introducir nuevas reformas tributarias y reimplantar la reelección son algunas de las ‘brillantes’ propuestas; pero lo que va detrás de ello ya está cuantificado en el número de votos que les aseguren la permanencia en el poder y en el dinero que podrán disfrutar los lacayos que adulan el sistema y del cual están pegados como rémoras.

Controlar las altas cortes, establecer milicias para tener su propio ejército, dominar por el estómago a las clases menos favorecidas, acabar con la clase media, destruir los valores de la familia y de la sociedad, acabar la industria y las empresas privadas, estatizar los servicios básicos, favorecer la impunidad ante el delito, reprimir las demostraciones de inconformismo de la población, establecer su propio estilo de democracia, dominar la mente de los jóvenes y apoyar los antivalores son algunas de las características de las dictaduras y regímenes autocráticos; que bueno es tener una gran finca con más de 50 millones de siervos.

Se avizora en el horizonte la conformación de las milicias con los subsidios a la llamada primera línea, a los cien mil jóvenes para que no maten, con las guardias campesinas que secuestran soldados cubriendo de vergüenza a Colombia, pues estos no pueden reaccionar ante el delito porque están maniatados, por los integrantes de los grupos narcoterroristas que se sientan y se paran de la mesa de negociación a su propio albedrío y los cuales afirman que no entregarán las armas, por los narcotraficantes que seguramente tendrán impunidad a sus crímenes y quedarán en deuda con el sistema. La búsqueda de la “paz total” se ha convertido en un trampolín para limpiar los crímenes de lesa humanidad de diferentes grupos delincuenciales y no se escucha el clamor del pueblo para rechazarlo.

‘Camarón que se duerme se lo lleva la corriente’ y ‘nunca dejes para mañana lo que puedas hacer hoy’, dicen los adagios populares. Antes de las elecciones del 2022 fueron muchas las alertas divulgadas a los cuatro vientos para evitar que el país cayera en manos del comunismo que hoy nos agobia, pero hubo oídos sordos. Ojalá aprendamos las lecciones que nos dejan los sufrimientos en el vecino país; que la desidia e indiferencia de algunos no permitan que reine la opresión y se pierdan la democracia y las libertades en Colombia.

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