OPINIÓN

Crisis e historias de éxito

No es lugar común ni frase de cajón. En toda crisis hay oportunidades. A mayor crisis, mayor la posible oportunidad. Aquí una historia de tantas que son prueba de esto.

Eduardo Behrentz
25 de marzo de 2020

Amadeo P. Giannini, hijo de inmigrantes italianos, fue el fundador del Bank of America, el cual llegaría a convertirse en uno de los más grandes conglomerados financieros de la principal potencia económica del mundo. Inicialmente fundado como el “Banco de Italia”, esta leyenda empresarial tiene relación con uno de los eventos más catastróficos de la historia de los Estados Unidos.

En el mes de abril de 1906 se presentó un gran terremoto en la costa norte del Estado de California, incluida la ciudad de San Francisco. Grandes conflagraciones en diferentes lugares de este centro urbano, que duraron varios días, fueron parte de las consecuencias devastadoras. Las secuelas de la combinación de incendios y temblores dejaron el 80% de la ciudad destruida, centenares de miles de personas sin hogar y miles de muertos.

En ese contexto, la mente brillante y emprendedora de Giannini tuvo su gran idea. Aquella que hizo despegar su proyecto empresarial y lo convirtió en personaje de la historia. Durante la histeria colectiva que incluyó saqueos por doquier y a las fuerzas del orden disparando a hordas enardecidas, el inteligente banquero inició su plan. Lo primero: desocupar sus bóvedas y esconder sus valores en carretas viejas repletas de frutas y verduras. Cuenta la leyenda que las monedas de cobre mantuvieron aroma a naranja por varias semanas después.

Su ingenio no se detuvo en salvar lo que en ese momento era el patrimonio de su pequeño banco y el de sus ahorradores. A los pocos días del siniestro, y estando la ciudad aún perpleja por lo ocurrido, Giannini y sus más cercanos colaboradores se instalaron en frente de lo que era su sede, ya para ese entonces parte del lúgubre paisaje. Se hicieron a un gran tablón de madera soportado en dos barriles, y en letra manuscrita colgaron su anuncio: “abierto”.

Todo esto bajo el mayor entendimiento y compromiso con el deber ético del optimismo en tiempos de crisis, considerando que contaban con 80.000 dólares en efectivo para respaldar más de 850.000 en títulos de depósito. Su audacia los convirtió en el primer banco en reiniciar operaciones (mucho antes que cualquiera de las grandes instituciones de la época) y en menos de seis semanas los depósitos superaban los retiros. Y eso sumado al diseño de novedosas líneas de crédito enfocadas a proyectos de construcción y reparación de viviendas.

Giannini no entendió los eventos que no podía controlar como una catástrofe para lamentar sino como una oportunidad para aprovechar. Y ciertamente lo hizo. La ganancia en prestigio y reputación, e incluso de cariño y respeto hacia el banco trazó el camino para convertirle en una de las principales entidades financieras del planeta. ¡Cariño y respeto hacia una institución bancaria! Eso fue lo que logró la audacia, la inteligencia y el eterno optimismo del héroe de esta historia.

Que este testimonio sea una evidencia más de lo que debemos hacer como parte de la estrategia para enfrentar el monumental desafío que el universo nos plantea. El mundo no se va a acabar y quienes mantengan la esperanza en un mejor futuro, resultarán ganadores a pesar de tan aterradora coyuntura.

Corolario: en estos tiempos de crisis tendremos oportunidad de poner a prueba la grandeza y capacidad de nuestros líderes. Veremos si políticos, periodistas e influenciadores digitales están a la altura del reto, proponiendo y construyendo, en lugar de estar apelando a la simpleza del debate crítico indiscriminado en contra de quienes tienen la responsabilidad pública de guiarnos en la dificultad. Y ojalá nuestros gobernantes en los diferentes niveles del Estado se acojan a esa máxima que indica “los acuerdos en público, los desacuerdos en privado”. Y que de paso se olviden de Twitter y sus veleidades, al menos mientras superamos el mayor desafío de nuestra generación.

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