Opinión
Crisis y oportunidad
Escenarios para construir esperanza, confianza y crecimiento.
La crisis económica, institucional y de seguridad que atraviesa Colombia no requiere recuento. Es un hecho notorio.
Los orígenes de muchas de las crisis que le estallan en la cara a Petro ciertamente no están en las acciones y omisiones de este gobierno. Todas las agrava con su socialismo obsesivo, su falta de gestión, su falta de decoro y sus planes para entregarle la soberanía nacional a los violentos, como ruta para perpetuarse en el poder.
Este escenario plagado de crisis heredadas o inducidas, lleva a la población al desánimo, la desesperanza, al cinismo inmovilista o al acomodo oportunista.
Por eso debemos empezar una gran reflexión nacional entre todos los estamentos de la sociedad en relación con nuestras instituciones y los grandes problemas nacionales. En estos diálogos entre todas las instancias de la sociedad, debemos aprovechar la presión de la crisis para encontrar consensos sobre las rutas a seguir una vez Petro salga del poder en 2026.
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¡Porque Petro saldrá del poder en 2026! Nuestras instituciones, a veces decrépitas y autistas, el rechazo al mal gobierno que seguirá creciendo, la acción decidida de muchos opositores, la crisis de salud y de la economía que están en marcha, la oprobiosa inseguridad, llenarán la copa del votante colombiano, más allá de cualquier fraude y de las masas que aún se obnubilan con el discurso de mentiras, resentimiento y promesas vacías.
No es la hora de buscar de nuevo razonar con la bestia obcecada y arrinconada como lo claman los profesionales del lobby gremial. Cada invocación a la cordura y al diálogo de un empresariado empanicado será siempre, ojo siempre, en la lógica marxista de las cosas, vista como una señal de debilidad que debe aprovecharse en la obsesión de la conquista perpetua del poder. Basta con observar cómo reacciona la guerrilla a cualquier iniciativa de diálogo del establecimiento colombiano, tantas que hemos intentado. Frente a la invocación del diálogo solo recibe, una y otra vez la sociedad colombiana, más violencia y sevicia. Así Petro, criado y educado en la lógica del chantaje y la sumisión de la guerrilla, ríe de ver a los gremiales pálidos, uniendo las manos y rogando por espacios de interlocución. El ritual de siempre del marxista violento, abusando del burgués moderado, inseguro e interesado.
En la reflexión a la que invitamos desde Salvación Nacional debemos primeramente ratificar el convencimiento respecto de la pertinencia y efectividad de una agenda neoliberal en lo económico. La desregulación, la reducción de los impuestos, la reducción del tamaño del Estado y la burocracia que ahoga al sector privado, la búsqueda afanosa de la productividad para hacer la economía más competitiva, la flexibilización laboral, la apertura, la protección de la iniciativa y de la libertad de escogencia deben ser el norte para alcanzar el crecimiento económico alto y constante, que es la única ruta para lograr, a través del empleo, la superación de la pobreza y la desigualdad.
Reiterar y convencernos de la necesidad de recuperar una agenda de seguridad nacional basada en la no negociación de la ley, la reforma urgente de la justicia y su fortalecimiento financiero, la reconstrucción de la fuerza pública y la construcción de un discurso nacional orientado a la protección de la vida, honra y bienes de los ciudadanos como fin esencial del Estado y deber supremo e impostergable en todos los rincones de Colombia. Este consenso y su adopción como prioridad absoluta para el próximo gobierno, y su elevación a una nueva doctrina de Estado que imponga la coherencia en todas las ramas del poder público en torno a estos fines, traerán con confianza ciudadana, y de la mano de esta, volverá la inversión, el entusiasmo y el desarrollo.
Y es necesario un consenso ético y de valores en relación con la convivencia, con el respeto de la libertad de culto, de educación, protección de la vida del que está por nacer y de nuestra cultura judeo-cristiana y mestiza, hispánica y latina, integradora de culturas, razas y tradiciones, ajena a las divisiones, segregaciones y sectarismos de raza, culto u orientación sexual.
Un consenso para la defensa de nuestra cultura de las imposiciones sectarias y reduccionistas de la contracultura militante instrumentalizada por el socialismo. Un consenso mayoritario y orgulloso en torno a nuestra cultura y la tolerancia, y contra el pluralismo avasallador, que permita la esperanza en el rescate y reconocimiento de nuestros valores tradicionales y fundamentales en la sociedad, la cultura y la familia.
En esta crisis revaluemos los logros de nuestra sociedad, identifiquemos grandes objetivos colectivos alcanzados y acordemos las soluciones prácticas para frenar la corrupción y la inoperancia del Estado, la justicia y la educación pública.
Este consenso nacional traerá la esperanza, la confianza y el crecimiento a esta maltratada sociedad.