Opinión
¿Cuándo Facebook va a tener límites?
Hoy nuestros datos son la mercancía más valiosa, y todos seguimos entregándolos a manos llenas sin darnos cuenta.
Este jueves, el gigante de las redes sociales, Facebook, sorprendió con la noticia de que abandonará su nombre y ahora será “Meta”. El anuncio fue hecho por el mismo fundador y presidente de la compañía, Mark Zuckerberg, en una presentación en la que reveló su visión del futuro de la empresa: el metaverso. Este metaverso es algo así como si, en lugar de simplemente “ver” el internet, pudiéramos “acceder” a lo que sucede en él. Eso es lo que pasa en videojuegos como Fortnite, donde el jugador es una especie de avatar, que puede interactuar en tiempo real con otros personajes. Ahora Facebook quiere que hagamos lo mismo, en un mundo virtual, donde además haya compras, reuniones, entretenimiento y un largo etc. Todo, alimentado y financiado, por supuesto, con nuestros datos.
El anuncio se da en medio del mayor escándalo de esta empresa, luego de que Frances Haugen, una exempleada de Facebook, denunciara en The Washington Post que la compañía ha hecho crecer sus utilidades sustentada en la alimentación de los discursos de odio, la rabia y la polarización. “Facebook está desgarrando nuestras sociedades y provocando violencia étnica en todo el mundo”, afirmó Haugen a los medios. Además, entregó más de 10.000 documentos que revelan cómo el gigante de las redes ha priorizado sus ganancias sobre el bienestar de las personas. Facebook es también el dueño de Instagram y de los servicios de mensajería WhatsApp y Messenger.
Luego de las publicaciones, esta experta en algoritmos informáticos expuso, primero ante el Senado de Estados Unidos y luego ante el Parlamento británico, los alcances que la compañía tiene en el uso de los datos de sus usuarios. “Los productos de Facebook dañan a los niños, alimentan la división y debilitan nuestra democracia. Los líderes de la compañía saben cómo hacer Facebook e Instagram más seguros, pero no hacen los cambios necesarios porque anteponen sus ganancias astronómicas a la gente”, afirmó. Según los documentos, desde 2017, el algoritmo de clasificación de Facebook les dio a las reacciones de emoji cinco veces más valor que los me gusta, lo que favorecería las publicaciones que generan emociones, y las emociones reinantes son la indignación y la rabia.
De acuerdo con las revelaciones, Facebook oculta información al público, a los Gobiernos y a todo el planeta. “Estoy profundamente preocupada por su falta de inversión en idiomas distintos del inglés y cómo engañan al público diciéndoles que los están apoyando. Entonces, Facebook dice cosas como ‘apoyamos a 50 idiomas’, cuando en realidad la mayoría de esos idiomas obtienen una pequeña fracción de los sistemas de seguridad que recibe el inglés”, dijo Haugen.
Además, la ingeniera puso sobre la mesa la gravedad de una realidad a la que hoy nos enfrentamos. El impacto en la salud mental y en la vida en sociedad de los ciudadanos. Hay informes internos, dijo Haugen, que demuestran que, por ejemplo, la aplicación Instagram hizo que el 32 por ciento de los adolescentes se sintieran peor con sus cuerpos. “Instagram se trata de comparaciones sociales y de cuerpos, de estilos de vida de las personas, y eso acaba siendo peor para los niños. La vida de la escuela secundaria es diferente a la mediada por Instagram. Los chicos pueden desconectarse de las escuelas, pero ahora el bullying te sigue a casa…”, declaró la denunciante.
Lo más alarmante es que, después de haber conocido las entrañas del monstruo, Haugen asegura que no existe ningún interés de mejorar las condiciones de seguridad de estas redes sociales; el único interés es aumentar las ganancias.
Este poder de la desinformación y de la alimentación de las emociones a través de las redes sociales ya ha probado en varios lugares del mundo hasta dónde puede llevar a una sociedad. El bréxit, que le significó al Reino Unido separarse de la Unión Europea, fue alentado por las redes sociales, cuyas mentiras se multiplicaron, una tras otra. Hoy los británicos se enfrentan, por ejemplo, a largas filas para conseguir combustible, consecuencia de la escasez de conductores de vehículos de carga que ya no pueden trabajar en Reino Unido. Todo, consecuencia de una decisión tomada con fundamento en el miedo de las redes.
A este episodio ya le había antecedido el escándalo de Cambridge Analytica, la consultora que utilizó los datos de millones de personas de Facebook para dirigir anuncios políticos, en gran parte responsable del triunfo de Trump.
Esta falta de regulación y límites a las redes sociales y las plataformas de mensajería está causando terribles daños en nuestras sociedades. No es una exageración lo que denuncia la exingeniera de Facebook. Hoy, por cuenta de las redes sociales, los jóvenes afrontan cada vez más episodios de depresión, insomnio, déficit de atención, etc. O han llegado a una desfiguración tal que esta semana, por ejemplo, la influencer @jayne_riveraa se fotografió al frente del ataúd de su papá, con poses provocadoras, como si se tratara de una sesión más de modelaje.
El debate político, a su vez, ha llegado a los límites del absurdo, o se han vuelto virales falsas noticias como afirmar que los sacerdotes jesuitas están reclutando jóvenes para la guerrilla, por simplemente abrir un espacio de diálogo en las universidades para hablar de los alcances de los diálogos de paz. Y estos son solo dos ejemplos de los últimos días.
Es urgente que exista regulación y se establezcan límites a Facebook; o al menos que se acabe con el monopolio que esta compañía representa.
Hoy nuestros datos son la mercancía más valiosa, y todos seguimos entregándolos a manos llenas sin darnos cuenta. Cada vez que descargue una app “gratis” o que ingrese a una red social, piense que está pagando con el precio más alto: usted.