OPINIÓN

El eslabón

Tan pronto surgió el nombre de Rodrigo Escobar Gil, sentí al magistrado Pretelt especialmente nervioso, me dijo que había tenido negocios con él, y cuando le pregunté si Escobar Gil trabajaba para Fidupetrol me aseguró que no.

Daniel Coronell, Daniel Coronell
7 de marzo de 2015

Rodrigo Escobar Gil, expresidente de la Corte Constitucional, es señalado como el intermediario de la fallida operación para comprar un fallo de tutela en el alto tribunal. Quien lo señala es el abogado Víctor Pacheco, el mismo que relató ante varios magistrados las circunstancias en las que Jorge Pretelt –hasta hace unos días presidente del tribunal– le pidió varios cientos de millones de pesos por conseguir que una tutela se resolviera a favor de su cliente Fidupetrol.

El abogado Pacheco ha sido víctima de grandes presiones –y quizás también de amenazas– para que se retracte. Lo único que no podrá decir es que no lo dijo, porque existe una prueba irrefutable.

En esa conversación, Pacheco sostiene que el magistrado Pretelt lo invitó a su apartamento en la Calle 70 A con carrera 4ª de Bogotá para pedirle la plata.

Siempre de acuerdo con la narración de Pacheco, allí Pretelt le explicó que la tutela iría a una sala de revisión en la que estarían tres magistrados: Mauricio González, Luis Guillermo Guerrero y Gabriel Mendoza. Y le señaló que él se encargaría de hablarle al oído a Mauricio González y también de pagarle su parte a través de una persona cercana.

Así mismo, Pacheco aseguró que Rodrigo Escobar Gil era el dueño del voto de Luis Guillermo Guerrero y que con él había que hacer el negocio. Sobre el tercero, el magistrado Mendoza le afirmó que no importaba porque si tenían asegurados a los dos primeros ya tendrían la mayoría.

Según Pacheco, convinieron que el dinero “se canalizaría” a través de Rodrigo Escobar Gil y de un hermano de Jorge Pretelt llamado Fernando. La conversación terminó con una tajante exclamación de Pretelt: “Eso está ganado”.

Dice Pacheco que convino con su cliente pagarle a Escobar Gil dándole un contrato de asesoría jurídica en el mismo caso y por el valor del soborno.

Al final, la tutela no fue decidida por la sala de revisión. El magistrado González la llevó a la sala plena y allí se hundió con nueve votos en contra, incluyendo el de Pretelt. Un magistrado me aseguró que Pretelt votó con los demás cuando se percató de que no podía ganar.

Como sea, la semana pasada Jorge Pretelt me confirmó que sí había llevado a Víctor Pacheco a su casa al menos dos veces. También me dijo que lo había visto por lo menos diez veces en Barranquilla y tres en Montería. Asegura que nunca le pidió plata. Hubo un detalle que me llamó la atención, mientras Pacheco hablaba de 500 millones, Pretelt insistía en que el nunca pidió “los 400 millones”.

Tan pronto surgió el nombre de Rodrigo Escobar Gil, sentí al magistrado Pretelt especialmente nervioso. Me dijo que no había tenido negocios con él, y cuando le pregunté si Escobar Gil trabajaba para Fidupetrol me aseguró que no.

Pues bien, el domingo anterior, Escobar Gil admitió en un comunicado que sí tenía un contrato con Fidupetrol. Fue entonces cuando empecé un intercambio de mensajes con él. Le pedí, entre otras cosas, que me mandara el contrato y el monto de los pagos.

Después de muchas largas, la respuesta llegó el martes con un correo remisorio que dice “Los honorarios convenidos y causados fueron del orden de 200 millones” (Ver correo).

Sin embargo, el contrato dice más. Junto con los 200 millones que aparecen como “anticipo no reembolsable” está estipulada una “prima de éxito” por otros 200 millones. Lo cual suma 400 millones, la misma cifra que ha mencionado insistentemente Jorge Pretelt (Ver prima de éxito).

Rodrigo Escobar Gil ha estado muy cerca a Jorge Pretelt desde que estalló el escándalo. El miércoles le pregunté “¿Es cierto que usted acompañó al doctor Jorge Pretelt a una entrevista con el diario El Tiempo?” (Ver el correo). Y me respondió nuevamente con una media verdad: “Estimado Daniel, en El Tiempo no he estado con el doctor Pretelt”. (Ver correo)

Le insistí, “No en El Tiempo sino en una entrevista para ese diario. ¿Lo acompañó usted?” (Ver el correo). En ese momento admitió que el viernes lo había acompañado a una cita con la periodista María Isabel Rueda, columnista y entrevistadora de El Tiempo.

Allá Rodrigo Escobar Gil le dijo a María Isabel una mentira que ella le reclamó por escrito: “Yo le pregunté si usted era abogado de la compañía y me respondió tajantemente que no. No tuvo Ud. la delicadeza de aclararme que sí lo había sido, caso en el cual no debería haber estado en una reunión en la que se preguntaba por un soborno supuestamente ofrecido y/o pagado por una exclienta suya”.

Escobar, experto en evasivas, respondió: “Sí, María Isabel, excúsame(…) En ese momento no te lo comenté porque la respuesta él la dio inmediatamente Jorge (sic)…Reconozco que no debí ir”.

Me cuesta trabajo creerle al doctor Rodrigo Escobar Gil.

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