OPINIÓN

Peñalosa y Petro: el cono y el motociclista

Señor alcalde: contrate como abogado a Gustavo Petro para que desempolve las armas que ya utilizó contra la revocatoria

Daniel Samper Ospina, Daniel Samper Ospina
27 de mayo de 2017

La extraña pelea entre un cono humano, que adelantaba una campaña cívica contra los mal parqueados, y un belicoso motociclista, a quien no le gustó la forma en que lo recriminaban, es una de las escenas más surrealistas que he observado en mi vida, y la anexo a continuación para deleite de todos: el cono grita al motociclista con un megáfono, y este deja de lado la moto y lo pechea, y el otro reacciona lanzándole una patada por culpa de la cual se desata una gresca violenta entre conos y pilotos en la que vuelan puños y patadas, y en la que, finalmente, el cono rueda por el suelo, como justo castigo a su temperamento caliente. Porque si fuera un cono frío, un cono de helado, por ejemplo, habría manejado la situación con serenidad, y no habría tenido que renunciar ante el secretario de Movilidad, Juan Pablo Bocarejo, quien ofreció una rueda de prensa en la que no reveló la identidad de los protagonistas de la pelea, pero la comentaba con frases delirantes: “El cono ha presentado su renuncia el día de hoy. Pedimos el favor a la ciudadanía de que respete a los conos, porque los conos también son seres humanos”.

Desde que observé el video, padezco de pesadillas: sueño con que me persiguen muchos conos naranjas para asestarme golpes con sus megáfonos, mientras busco refugio en las aguas profundas del deprimido de la 94, a cuyas corrientes me lanzo cuando me veo cercado, y en cuyo fondo me encuentro con los peces del centro comercial Atlantis, con quienes entablo amistad: aquellos peces que protagonizaron otro episodio surrealista de la Alcaldía de Peñalosa, cuando un secretario los rescató de sus cómodos acuarios y los sacrificó para que no corrieran peligro.

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La buena noticia es que, después de haber visto la escena repetidas veces, descifré la identidad de los dos rufianes anónimos que se tranzaron a golpes. El del casco, evidentemente, es Gustavo Petro: no en vano improvisa diversos zurdazos durante la pelea. Y el del traje de cono, como salta a la vista, es Peñalosa: de ahí la evidente torpeza de sus movimientos. Las pruebas abundan: ¿no eran insistentes los rumores de que el exalcalde era víctima de sartenazos domésticos, como para suponer que ahora anda con casco? ¿Y no sostenía el cono humano un megáfono idéntico al que alzaba Peñalosa por los días lamentables en que Uribe le ayudaba a hacer campaña en Bogotá?

Todos tenemos nuestros defectos, no digo que no, y el mío fue haber apoyado a Peñalosa: ¿cómo pude apoyar al mismo señor que sostenía el altavoz a Álvaro Uribe después de haber hecho parte de la ola verde, movimiento creado para oponerse, precisamente, al mayordomo del Ubérrimo?

No lo sé: pero heme situado en octubre de 2015, con Petrópolis convertida en un caos inverosímil: heme allí, empuñando la pluma (o el celular) para escribir (para trinar), con la suficiencia propia de los columnistas, que había que votar por él. Por entonces solo me resultaba evidente que la izquierda había hecho con Bogotá lo que ahora quiere hacer Peñalosa con las reservas naturales: acabarlas sin misericordia. Y pensé que ya era hora de que a la capital la gobernara un técnico, así se tratara de Alberto Gamero.

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Desde entonces decidí apoyarlo, y mi vida se convirtió en un viacrucis: le hago fuerza a Peñalosa como quien no quiere la cosa, de manera vergonzante, y soporto, al tiempo, el aluvión de insultos en las redes sociales de los famosos nodos petristas, colectivos similares a las barras bravas del América o del Cali. Al tiempo aguanto la capacidad para hacer daño del líder de la oposición: un líder efectivo, megalómano y déspota que, contra todo pronóstico, no es Gustavo Petro, sino el alcalde en persona, experto en pronunciarse con frases torpes y cargadas de suficiencia, como aquella según la cual las reservas son potreros: aseveración que ofendió no solo a los ambientalistas, sino a James Rodríguez, reserva permanente del Real Madrid.

Pero después de haber visto que las tensiones entre Petro y Peñalosa los han llevado a darse golpes, he decidido dejar de tomar partido: dejar de ser barra brava en este deprimente partido entre La Equidad y Centauros, y pedir calma a los dos.

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Amigos: no se peleen más. Ayúdense mutuamente. Contrátense. Doctor Petro: quien está disparando su aspiración presidencial es el propio Peñalosa: oficialícelo como jefe de debate. Él cuenta con los títulos de rigor para merecer el cargo. Los obtuvo en una universidad de París. Señor alcalde: contrate como abogado a Gustavo Petro para que desempolve las armas que ya utilizó contra la revocatoria –las mismas que ahora critica- y las adecúe a su talante elitista para defenderlo: dirá que su destitución es producto de un “pecueco cálculo político” desde el balcón de la Alcaldía, que privatizará vendiendo a Mexana; organizará nodos ya no con mamertos, sino con “millennials”, y ubicará en Canal Capital no a Hollman Morris, sino a Luis Carlos Vélez, para ponerlo a su servicio.

No se peguen más, no se disfracen más. Ayúdense mutuamente. A nadie alivia la enconada pelea que sostienen. Y cuando digo “enconada”, lo digo literalmente, como pudimos verlo. 

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