OPINIÓN

Pearl y Mendieta: ¡Únanse!

¿Qué pueden tener en común un tipo serio y mesurado como Pearl con Petro, el hijo del pueblo, salvo por los zapatos ferragamo?

Daniel Samper Ospina, Daniel Samper Ospina
20 de enero de 2018

Soy sincero: todas las coaliciones por la Presidencia me despertaban suspicacias, a tal punto que no sabía a cuál apoyar: ¿no resulta lamentable, por ejemplo, que Petro pida a De la Calle que se junten, y este lo rechace y a la vez De la Calle se lo pida a Fajardo, pero

este, a su vez, no se conmueva ante sus ruegos? ¿Quieren escribir la historia de Colombia o el argumento de una telenovela? Y por el otro lado, ¿qué significa la eterna pelea epistolar de la coalición de la derecha que, en los tiempos del WhatsApp, se mandan cartas extensas, dos horas después de haberse visto? ¿No conmueve la manera en que Pastrana habla como si tuviera votos, Uribe como si tuviera moral y Ordóñez como si tuviera votos y moral?

No han empezado las elecciones y ya varios candidatos muestran sus costuras: forcejean con sus posibles aliados, muestran el tamaño de sus egos. Y, por si fuera poco, la Registraduría entrega la lista de firmas verificadas, y muchas resultaron tan falsas como los aspirantes que las recogieron; según el registrador, en algunas planillas aparecía la firma de Superman, la firma de Batman:

–Santos demonios, Batman, firma este recibo de la lavandería, mandé a lavar tu capa…

–Pero, Robin, ahí dice “Mejor Vargas Lleras”…

¿Cómo puede haber aspirantes a los que les anularon más del 60 por ciento de las firmas, como Ordóñez? ¿Dónde pedían las firmas, acaso? ¿A quiénes? ¿A Simón Gaviria? ¿En cuántas listas aparece la equis con que firma Simón Gaviria? ¿En cuántas la triple equis con que lo hace Esperanza Gómez? ¿Esperanza firmó por Ordóñez? ¿Esa es la paz de Santos?

La revisión de cada firma costó a las arcas estatales 500 pesos: únicamente en la verificación de las de Vargas Lleras (un candidato que, como el Santa Fe, se hacía llamar Independiente, pese a que, como el Santa Fe, ya tenía partido) el Estado dilapidó 1.400 millones de pesos, dinero que bien se habría podido invertir en la reparación del destrozado puente de la vía a los Llanos, que el exvicepresidente inauguró con orgullo.

Y, sin embargo, el multimillonario ejercicio no fue en vano porque sirvió para sacar del camino electoral a los únicos tres candidatos que no obtuvieron las firmas suficientes para inscribirse en el tarjetón: Frank Pearl, el general Luis Herlindo Mendieta y Jairo Clopatofsky.

Cuando leí la lista de los quemados, me impresioné: parecían libros en manos de Ordóñez. No solo me impactó que, a diferencia de Timochenko, el general Mendieta se quede sin aspirar, sino, más grave aun, que su segundo nombre sea Herlindo; también me causó sorpresa que mi amigo Frank Pearl no hubiera pasado la prueba: ¿dónde está la Colombia bilingüe que él representaba? ¿Por qué lo dejó solo? ¿Se desvaneció el pearlismo en las regiones?

Lo peor de semejante noticia, además, fue el rumor de que el exnegociador adheriría a la campaña de Petro. Por dios, pensé: si Frank representa el voto gomelo, huérfano desde la partida de Gina Parody; su presencia al lado del sexto mejor candidato del mundo arrastrará a la Colombia Humana el voto de papás del Nueva Granada, sí; pero haría ver a Frank como un incoherente: ¿qué puede tener en común un tipo serio y mesurado, como él, con el autodenominado hijo del pueblo, aparte, claro, de los zapatos Ferragamo?

Pero, por fortuna, se trató de un rumor falso y el petro-pearlismo nació muerto.

Digo que todas las coaliciones me despertaban suspicacias, pero, al observar a Pearl libre de alianzas, se me ocurrió que debería existir una que valdría la pena apoyar. Y por eso escribo esta columna.

Señores Pearl y Mendieta: ¡únanse! ¡Depongan sus egos! ¡Conformen una coalición amplia, que les permita perder en primera vuelta de manera categórica! Los setenta votos de cada uno, por separado, no sirven para nada. ¡Pero unidos pueden conseguir la presidencia de la asamblea de copropietarios del edificio, de la junta de padres del colegio, aun del Nueva Granada, por qué no soñar en grande! ¡No es momento para vanidades ni egoísmos! ¡Acá no hay ganadores y derrotados! ¡Solo derrotados! ¡La suya será la única coalición libre de la guerra sucia que se viene, del exhibicionismo de soberbia y polarización que traerán las próximas elecciones!

Candidaturas que se desploman a los dos meses de haber empezado su carrera, como si fueran obras de ingeniería del gobierno; aspiraciones fugaces que duran lo que un director de Colciencias; candidatos que se movilizan con protuberantes esquemas de protección, como si fueran una estatua de Diomedes Díaz: ¿quién, en sus cabales, quiere gobernar un país en que sucedan semejantes cosas? Por eso, mi apoyo irrestricto es a quienes ya no lo pueden hacer: a ese invencible dueto (o trío, si hacen una coalición amplia, plural, sin dogmatismos, que reciba a Clopatofsky) que podrá dedicar los meses de junio y julio ya no a comprar votos, ni a contratar hackers, ni a repartir tamales, sino a algo verdaderamente importante: ver el Mundial de Fútbol. No hay político más decente que el que está por fuera; ni más confiable que el que está quemado. Por eso, ¡únanse, compañeros! Su coalición será resistente, sintética, capaz de alzar el vuelo: parecida a la recién lavada capa de Batman.

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