OPINIÓN
Pienso votar limpio
Las elecciones acabaron con el hombre tranquilo que solía ser: lo volvieron trizas.
Ya lo he dicho en otras columnas, pero es así y lo repito: en la historia personal de mis angustias, estas serán las elecciones en que conocí el miedo. En las de 2010, que perdió Mockus, conocí la ilusión y el desengaño: como si, más que unas elecciones, fuera un capítulo de La rosa de Guadalupe. En las de 2014 conocí la ternura,
en especial cuando llamaban títere a Óscar Iván, y Óscar Iván faltaba a los debates porque le fallaban las cuerdas. Las cuerdas vocales, quiero decir; no las de los brazos.
Y en estas, digo, torpe y redondo, sucumbí a la manipulación emocional de las campañas, y siento miedo: cuando la prensa informa que la situación está en estado crítico, ya no sé si se refieren a Hidroituango, al proceso de paz o al posible regreso de Uribe al poder.
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Nunca antes había padecido la necesidad existencial de asistir al psiquiatra y ahora, como lo saben, ya no salgo de su diván. En la recta final de esta campaña, entonces, pedí que me reservara la tarde entera, y me instalé en su sofá mientras me carcomían los pensamientos suicidas.
–Páseme una piola y me tiro al río Magdalena, doctor –le dije a manera de saludo–: van a ganar los extremos…
–¿Otra vez con el mismo pensamiento?
Sí, otra vez con el mismo pensamiento. Las elecciones acabaron con el hombre tranquilo que solía ser: lo volvieron trizas. Al vaivén de encuestas y debates, me han salido más canas que a Iván Duque en esta campaña presidencial, y se me cerró el apetito, como a Jesús Santrich. Del susto y de la depresión, me dejé la barba y me quedo en la casa en chanclas y sin bañarme: era una especie de Angelino Garzón.
Y no era para menos. A lo largo de esta campaña, Fajardo y De la Calle fueron incapaces de unirse, lo cual fue equivalente para ambos a lanzarse al río Magdalena; Vargas Lleras se convirtió en un paciente de diálisis, porque su suerte depende de la maquinaria; Viviane Morales adhirió a la opción uribista, a cuyos miembros combatió como fiscal, y desde allí pretende promover su modelo de familia: matrimonios que sean heterosexuales, tengan el prontuario que tengan. Y cabe la opción de que el domingo prospere una sorpresa: que César Caballero elabore un modelo de pronóstico en que Irán gane el Mundial, por ejemplo; o que el pastor Trujillo sobrepase a De la Calle por negociaciones secretas de César Gaviria, quien ya está negociando un cupo en esa Iglesia para su hijo Simón (siempre y cuando no lo obliguen a leer salmos).
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Pero mi pensamiento recurrente es que quedamos en manos de los extremos. En manos de Petro, que solo aceptará los resultados si obtiene la victoria, como ya lo advirtió. O, más grave todavía, en manos de Uribe, el vengativo.
–¿Se está tomando el calmante? –me dijo el doctor Restrepo.
–Sí, pero ha sido como las advertencias de De la Calle sobre el proceso de paz: en vano…
–¿Sigue sin dormir?
–Sí, doctor; y en las desveladas rezo para que los caciques de Vargas Lleras no le fallen, se cuele por la mitad y nos salve del extremismo…
–¿Por Vargas Lleras?
–Sí: es que me da miedo que suba otro que cambie la Constitución y…
–Sí, sí, lo de siempre –me interrumpió–: sigue con pensamientos negativos…
–Y positivos: porque imagino que con Uribe regresan los falsos positivos…
–¿Y no cree que exagera?
–No: ahora visualizo a mi hija escondida en la buhardilla escribiendo un diario, mientras la policía secreta de Ordóñez me saca a rastras de la casa, en la madrugada…
–¿Y de dónde sacó esa ensoñación tan perversa? –indagó mientras tomaba nota.
–De que leí que Ordóñez suena como ministro de Defensa de Duque o, ay, de fiscal…
–¿Suena para fiscal?
–Parafiscal es lo que dejarán de pagar los patrones con las propuestas de la derecha…
El doctor suspiró. Con su paciencia de siempre, me dijo que exageraba: que, por un lado, aún nada estaba escrito (lo cual, pienso ahora, beneficia a Simón Gaviria); y que, por el otro, suba quien suba, seguramente tendrá que convocar un gobierno mesurado en que la vida siga.
–A lo mejor Duque consiga hacer un gobierno independiente, no lo subestime; y si sube Petro, tendrá todo el contrapeso del Congreso y de media humanidad.
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–¿Será, doctor?
–¡Claro! –me animó–: además tiene ideas buenas...
–¿Y Uribe?
–Pues Uribe ya se jubilará o se echará al río Magdalena, pero somos más que él: pase el momento. Ya verá que luego viene el Mundial, y seguiremos siendo lo que somos, gane quien gane.
–¿Gane quien gane el Mundial?
–Gane quien gane las elecciones…
Debo decir que el doctor me animó y que de la consulta salí a la peluquería, a prepararme para votar: no pensaba votar como un zarrapastroso, pienso votar limpio. Pedí un tinto, para recordar a De la Calle, a mi juicio el mayor estadista, pero secuestrado por Gaviria y la doblez de su partido. Ordené cortes, pero luego los revoqué, en honor a Duque. Me puse una mascarilla de aguacate, en honor a Petro. Pedí que me pasaran la máquina, y a dos vueltas, en honor a Vargas Lleras. Y ordené que me encresparan la calva, en honor a Fajardo. A lo mejor vote por él. Quizás de esa forma me ahorre nuevas terapias.