OPINIÓN
De la invasión en Playa Girón hasta nuestros días
Coinciden los 60 años de la invasión a Playa Girón, en Cuba, con la renuncia de Raúl Castro. Nada va a cambiar.
Coincide el retiro de Raúl Castro de la dirección del partido comunista cubano, con los 60 años de la desastrosa operación del 17 de abril de 1961, en la que 1500 mercenarios cubanos preparados y auspiciados por la CIA, desembarcaron en Bahía Cochinos o Playa Girón, en la costa sur de Cuba, con el propósito de derrocar al régimen de Fidel Castro.
Se suponía que paralelamente, grupos de las fuerzas armadas y de la población civil en Cuba, se levantarían contra el gobierno y apoyarían a los invasores. Entre tanto a pocas millas de la costa, el portaviones USS Essex esperaría una solicitud del “gobierno provisional” para que infantes de marina igualmente desembarcaran con apoyo aéreo y naval.
Aunque la operación había sido cuidadosamente planificada por la administración del presidente Eisenhower, el nuevo mandatario norteamericano John F. Kennedy, a los pocos días de haber asumido el poder, dio el visto bueno para realizar la invasión, que estuvo precedida dos días antes por el bombardeo con aviones B-26 pintados con distintivos de la fuerza aérea cubana, a las bases de San Antonio de los Baños, cerca de La Habana y Antonio Maceo, en Santiago de Cuba.
La acción fue un enorme chasco. Nunca aparecieron ni los soldados cubanos con los que se iban a encontrar los invasores, ni la población civil que supuestamente se uniría a ellos. Después de 70 horas de combates, con más muertos en las fuerzas defensoras que entre las de los atacantes, 1200 de los 1500 mercenarios, fueron hechos prisioneros.
Para la devolución de los prisioneros, Castro pidió una “indemnización” de 100.000 dólares de ese entonces, por cada uno de ellos. Los Estados Unidos designaron al abogado James Donovan, para negociar la entrega. Finalmente, pagaron dos millones de dólares, que Cuba invirtió en tractores e incubadoras de fabricación canadiense.
Como anécdota curiosa, Donovan le regaló a Fidel Castro, que era muy buen nadador, un completo y sofisticado equipo de buzo que le entregó discretamente la CIA. Sin embargo, el vestido estaba por dentro envenenado, de manera que al ponérselo provocaría la muerte inmediata del usuario. No cayeron en cuenta de que Castro era nadador, pero no buzo.
La invasión fortaleció al régimen castrista, que se consolidó definitivamente en la isla y obtuvo un importante respaldo mundial. Mientras que el prestigio de los Estados Unidos se vio gravemente afectado.
El siguiente episodio fue el de la crisis de los misiles que puso al mundo al borde de la tercera guerra mundial. La Unión Soviética retiró sin ni siquiera consultar con Castro, los cohetes, mientras que los Estados Unidos, hicieron lo propio con los proyectiles que tenía en Turquía apuntando hacia Moscú y se comprometieron, además, a no actuar militarmente contra Cuba.
Los Estados Unidos decretaron luego el bloqueo a la isla, que sirvió de pretexto para que el gobierno cubano le adjudicara la responsabilidad de todos los males derivados de las graves fallas y errores del sistema. Cuba logró, además, que el bloqueo paulatinamente fuera rechazado por toda la comunidad internacional, incluyendo a los aliados de Washington.
Suponer que una intervención militar foránea en un estado para derrocar a un gobierno, por malo que sea, va a ser apoyada por sectores de las fuerzas armadas y de la población civil, es un error garrafal. Prevalece el patriotismo.
Especialmente cuando los que inducen a la intervención, no están en primera línea y los que van a afrontar las consecuencias son otros.