Opinión
Deconstrucción del Estado
El poder embriaga, corrompe y eleva los egos y ambiciones.
La estrategia de la izquierda internacional es clara: deconstruir estados y sociedades para darles una nueva estructura a la medida de los gobernantes (léase autócratas o tiranos). Esto toma tiempo para implementarlo, incluso se puede hablar de generaciones, donde los cambios se introducen lentamente y presentan visos democráticos para su implementación. En Colombia llevamos varios lustros bajo la coacción de la izquierda, tratando de destruir la democracia y buscando el poder democráticamente, pero introduciendo el cáncer ideológico que carcome las bases de la sociedad.
El socialismo del siglo XXI y sus afines ideológicos han introducido cambios que van desde la transformación del idioma con sus ‘todos, todas y todes’, así como cambian la historia haciendo aparecer a los delincuentes como adalides de la democracia y respetuosos de las libertades, mientras que al estado lo desdibujan como el representante de la opresión. Justifican el empleo de la violencia como herramienta de presión y la violación de la ley es para ellos un símbolo de poder. La autoridad es despreciada a todo nivel y buscan implantar la anarquía, como ocurrió con el falso ‘estallido social’ del 2021.
Los narcóticos son el combustible de la violencia y la inseguridad que hoy nos aqueja, corrompen a la sociedad, afectan la economía, desestimulan la inversión y reflejan la decadencia del ser humano. La adicción a las drogas causa daños irreversibles en los consumidores y les impide razonar con claridad, lo cual es sin duda un impedimento para la toma de decisiones en cualquier cargo. Los narcóticos son combatidos a partir de leyes estrictas en muchos países, mientras que acá hay permisividad en el cultivo de la hoja de coca y el gobierno de turno, posiblemente violando la ley, ha insinuado comprar la cosecha.
Hay personas en cargos públicos que manifiestan su adicción a la marihuana, como es el caso de la congresista petrista Susana Gómez (conocida como Susana Boreal), quien reconoce consumirla diariamente; ahora ataca a los padres de familia por hacer que sus hijos vayan a estudiar al colegio. Esta Representante es una vergüenza para el país y sin duda es el peor de los ejemplos para los niños y los jóvenes que sienten respeto por los miembros del Poder Legislativo. El Congreso debería tomar cartas en el asunto y expulsar a este nefasto personaje por no ser digno del cargo que representa.
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Pero el caso de Armando Benedetti supera cualquier cinismo; parece que conoce secretos inconfesables del gobierno y por ello ahora lo trajeron al regazo de ‘los progres’ para tenerlo cerca a la Presidencia. Sin duda todo el mundo tiene derecho a rehabilitarse y a buscar su camino recto dentro de la sociedad, pero el país merece respeto por parte del jefe de gobierno. Los cargos más destacados del gobierno deben ser ocupados por personas dignas, capacitadas, honestas, que sean un ejemplo para la sociedad y no aquellas que son señaladas por conductas indecorosas o repudiables, como las que aparecen en la palestra cada día.
Lo malo siempre será malo, así los zurdos traten de hacerlo aparecer como bueno; la corrupción y la mentira no pueden ser parte del diario trajinar de algunos miembros del gobierno. El mal ejemplo y los privilegios para los delincuentes solo causan resentimiento en una sociedad que ansía progreso y desarrollo. La deconstrucción de la autoridad, del estado, de las instituciones e inclusive de la Fuerza Pública solo generan anarquía. El derecho a la protesta no puede confundirse con el vandalismo y la destrucción; la impunidad ante el delito solo conlleva odio y violencia.
La seguridad es un valor democrático y un derecho de los ciudadanos; esta debe ser una política de estado y no solo de gobierno, recordando que sin seguridad no habrá paz. Duele terriblemente la muerte de civiles, soldados y policías, así como la pérdida de control territorial. Colombia necesita más soldados y policías para restablecer la seguridad y el orden y no más gestores de paz cubiertos de impunidad.