Opinión
Delincuencias territoriales
El camino no es fácil, pero la Fiscalía conoce sus formas de actuar.
La Fiscalía General de la Nación se reconfiguró operativamente para perseguir no solo la corrupción, la inseguridad ciudadana, sino toda la delincuencia territorial que engendran las organizaciones criminales. Para actuar, el ente investigador se integró a las campañas policivo-militares Agamenón, Esparta, Aquiles, Atalanta y Atlas, en el Catatumbo, Bajo Cauca, Urabá antioqueño y chocoano, el Cauca y Tumaco. Esta integración también se lleva a cabo con la Operación Artemisa, que propende por proteger el medioambiente en diversas zonas de la Amazonia y la Orinoquia. Del mismo modo, la FGN, con sus equipos itinerantes, actúa judicialmente contra estructuras delincuenciales sobre los ríos Putumayo, Caquetá, Meta, Guaviare, Vaupés y sus afluentes. El aporte de la Fiscalía se hace a través de la estrategia Argenta, que busca romper los eslabones de economías criminales que han reconfigurado la institucionalidad local en diversos lugares del territorio nacional.
Esta acción conjunta institucional se encuentra con una realidad bien compleja en diversos territorios del país. El desafío mayor se ubica con las disidencias de las Farc –que paulatinamente han fortalecido sus posiciones en ciertos territorios–, el ELN, Clan del Golfo, los Caparros, los Pelusos, los Rastrojos, entre otros. Estos grupos se encuentran atados a las economías criminales de la minería ilegal y el narcotráfico, con lo cual no solo financian sus acciones, sino que atemorizan a los pobladores de muchas de las regiones donde operan violando sus derechos humanos.
Uno de los casos más complejos se presenta con las “Farc-EP”, como la define alias Jonier, jefe del Comando Coordinador de Occidente, que opera en el sur del Valle del Cauca, en el Cauca y Nariño, y quien ha logrado aglutinar la Dagoberto Ramos, la Jaime Martínez, la Carlos Patiño, el antiguo frente 30 o la Franco Benavides, la Urías Rondón, y por el lado del sur del Tolima, la Ismael Ruiz y la compañía Adán Izquierdo, que ha venido delinquiendo en el Valle del Cauca.
Esta coordinación ha hecho crecer a este grupo armado, que pretende expulsar al ELN de la zona de Argelia, Cauca, zona cocalera, e influir dividiendo en el Pacífico nariñense tanto a la Oliver Sinisterra, los Contadores y las Guerrillas Unidas del Pacífico. El mismo bloque Occidental Alfonso Cano, liderado por alias Allende, forma parte de esa discordia.
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Este comando coordinador tiene un enlace con el grupo liderado por Gentil Duarte en el sur de Meta, norte de Caquetá y el curso del río Guaviare hacia oriente. Del mismo modo, tanto Gentil Duarte como el comandante de toda esa estructura, Iván Mordisco, coordina operaciones sobre el río Caquetá con el frente Carolina Ramírez, que, a su vez, trata de cooptar al Comando de Cordillera, antiguo frente 48 de las Farc, que opera en el río Putumayo. Si Jonier y su grupo de narcos que están actuando en el Cauca y Nariño logran pasar el Macizo Colombiano hacia el Bajo Putumayo o apoderarse de la “Bota Caucana”, se encontrarán en posición de favorabilidad y los corredores regionales de criminalidad se van a multiplicar. Frente a esto, la Fiscalía está actuando.
Por el lado de la Nueva Marquetalia, su dominio territorial no es percibible como las otras disidencias. Tienen algo de control entre Caquetá –donde operaba la Teófilo Forero– y Huila, hacia la zona de Algeciras. Sus miembros se parapetan en territorio venezolano. También hay reductos de la Miller Perdomo en Huila y Caquetá.En el caso del ELN, sus zonas de acción son Catatumbo, Cesar –zona de la serranía del Perijá y de los Motilones–, sur de Bolívar, Cauca, Nariño, Chocó y Arauca. Allí mismo en el Catatumbo confluyen los Pelusos, la disidencia Farc 33 y los Rastrojos. El Clan del Golfo también se encuentra ingresando a ese espacio geográfico. Lo interesante es conocer el corredor criminal del ELN entre Norte de Santander y Arauca, en donde aprovechan el maridaje delincuencial que existe al otro lado de la frontera con Venezuela.
Por el lado del Clan del Golfo, su gran influencia se encuentra en el Bajo Cauca antioqueño, suroeste de Antioquia, sur de Córdoba, nudo de Paramillo y la zona del Urabá antioqueño con Turbo y Necoclí. La porosa y difícil frontera con Panamá a través de la selva del Darién hace que el negocio del narcotráfico opere con mayor facilidad. Este grupo de criminales coinciden con los Pachencas, que operan en Magdalena y La Guajira bordeando la Sierra Nevada de Santa Marta. Los Caparros, por su parte, tienen cierto poder en la zona del Bajo Cauca y la serranía de San Lucas, peleándole terreno al Clan del Golfo del que se desprendieron en 2017.
Como se observa, estos criminales operan en itinerancia y la paz en Colombia ni se ha visto ni se ve. Para ellos, el país no está dividido en departamentos ni en jurisdicciones. Accionan con corredores regionales, conjugando tanto el narcotráfico como el microtráfico –una moneda con dos caras– y la minería ilegal con estrategias para lavar sus recursos en todo tipo de actividades.
El camino no es fácil, pero la Fiscalía conoce sus formas de actuar. Acción conjunta institucional, ausencia de ingenuidad discursiva, pensamiento penal holístico, persecución geográfica y concentración de actividades investigativas de las seccionales y nacionales son los secretos para lograr resultados.