Opinión
Destrucción económica
No existe un modelo de país en el mundo donde la estrategia de hacer crecer el Estado haya llevado a la prosperidad y riqueza de las naciones.
El presidente Gustavo Petro dice ser economista, pero realmente sus propuestas y observaciones económicas dejan mucho que desear. Asegura conocer los pormenores de la ciencia del manejo de los recursos escasos, pero su modelo a seguir no ha generado prosperidad en ninguna de las naciones donde se ha impuesto. Al contrario, su accionar está destruyendo la economía.
El mandatario es seguidor de las inversiones forzosas, de los altos impuestos, de la estatización de lo privado, de un Estado gigante, todopoderoso y supuesto buen proveedor de todo lo que necesitan los ciudadanos. Le gustan la burocracia grande y los privados pequeños. Le fascina meterse en lo que funciona: los pasaportes, la gasolina de los aviones, la salud y los servicios públicos, para volverlos paquidermos chapados a la antigua, reminiscencias de los años 60 que no funcionan. Vive de la ilusión de un Estado gigante donde el presidente es el rey.
Al presidente le gustan las políticas fallidas. Es un economista que no conoce la evolución de su ciencia y que se ha quedado en el romanticismo impráctico. No existe un modelo de país en el mundo donde la estrategia de hacer crecer el Estado haya llevado a la prosperidad y riqueza de las naciones, tal como la que quiere imponer en Colombia. Su visión es más la de Bolivia y Corea del Norte y menos la de Estados Unidos o Singapur. Desconoce sistemáticamente que lo que buscan los Estados que progresan y fomentan la libertad es mejorar la productividad, reducir la intervención gubernamental, minimizar las fricciones y posibilitar que las personas creen negocios, empleen y generen riqueza. No, el presidente va en contravía de la evidencia y la teoría. Quiere que todos trabajen para el Estado, lo financien y lo contraten. Socialismo.
Para construir su plan, la administración Petro está acabando con la economía. Tiene estancado el crecimiento, frenada la inversión, quebrado el establecimiento y destruida la confianza. Sus áulicos, muchos de ellos mercenarios de las encuestas y opinadores a sueldo, lo aplauden porque no se le ha caído el empleo ni se ha disparado la inequidad. Pamplinas. Basta ver lo que se vive afuera, en las calles, donde hasta los transportadores, que tanto lo apoyaron, ahora no pueden sobrevivir. Nadie hace inversiones en Colombia porque todos temen por su futuro.
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Y como el que no quiere ver y miente para justificarse, el Gobierno ahora quiere salir de la crisis con más impuestos. Tiene en ciernes una nueva reforma tributaria con la que ahogará más a la clase media trabajadora. Colombia no soporta una nueva reforma impositiva. La clase media no invierte ni ahorra porque se quedó sin recursos. El aumento salarial de enero se lo comió la inflación, y los impuestos han empobrecido a las familias. Si hay más impuestos, la economía seguirá decreciendo porque la clase media está reventada.
Un Gobierno que crea la falsa diatriba de que ahogar a la clase media es la única manera de ayudar a los menos favorecidos condena a todos a la pobreza. Nivela por lo bajo. Más impuestos para los trabajadores no es la solución; es un mecanismo para sostener sistemas corruptos que defienden los intereses de los poderosos y convierten a los pobres en dependientes de subsidios.
La clase trabajadora de hoy está siendo ahogada por impuestos creados por una generación anterior que la trató como sirvienta y ahora le quiere quitar hasta la pensión.
Si usted tiene entre 25 y 55 años y es empleado, sabe perfectamente que el dinero cada vez le alcanza menos. Más inflación e impuestos hacen que usted trabaje más y reciba menos. Las reformas tributarias de los políticos lo han empobrecido para financiar la corrupción y una compra de conciencias disfrazada de justicia social. Cuando usted, clase media, se queda sin recursos, no puede progresar, educar a sus hijos o comprar una casa.
Lo que nos lleva a la responsabilidad que tienen los congresistas. Las leyes no se aprueban solas. Este Gobierno destruye la economía porque ustedes lo permiten. Es hora de que los legisladores digan que no y realmente velen por los intereses de sus electores. Si no lo hacen, es porque prefieren sus bolsillos, que suelen llenar lobistas y agentes mermeladores del Ejecutivo.
Los culpables son los gobiernos y congresistas que aprobaron esta esclavitud moderna, la cual este Gobierno quiere empeorar y perpetuar. Ustedes han hecho equipo para la destrucción económica.