OPINIÓN ON-LINE

Desde el dolor invito a transformar y reparar este país

“La historia principal, real y decisiva, que ha determinado el carácter de la humanidad se ha dado ahí donde el sufrimiento ha sido virtud” Friedrich Nietzsche.

Diego Cancino, Diego Cancino
3 de octubre de 2016

El dolor trágico y que crece en el alma es quizá de las emociones que más nos definen como seres humanos. Nos atraviesa, nos recuerda que estamos vivos y que somos vulnerables. Nos pone de presente que la incertidumbre y el devenir hacen parte de nuestra naturaleza. Es desde este dolor e incertidumbre que se mide la fuerza vital, la posibilidad de transformación y creación… es desde esta agonía que se han tejido y construido tantos proyectos políticos, artísticos y culturales en la historia de este planeta. Las víctimas de este conflicto armado sí que saben de eso.

Hoy es uno de esos días en que muchos estamos sintiendo ese dolor, esa frustración… esa agonía ante un resultado que nos dejó sin piso alguno y con una tristeza honda.

Pues bien, hay que sentir este dolor, no hay que evitarlo, hay que reconocer nuestra vulnerabilidad y, a partir de este reconocimiento, construir, ahora más que nunca, un proyecto de país donde teja paz con toda, sin titubeos. Una Colombia donde quién tenga la batuta sea la Colombia profunda, esa Colombia que ha padecido la guerra y que de manera contundente ayer le dijo Sí a la paz, Sí a la reconciliación, Sí al perdón, Sí al quiebre entre política y armas. Debemos, los de las grandes ciudades aprender de estos territorios admirables, debemos aprender de ellos para así poder transitar del odio a la indignación, del resentimiento a la resiliencia y del miedo a la confianza. Ese es el gran reto que tenemos desde hoy, y es un reto pedagógico, profundamente pedagógico: reconciliarnos desde nuestras emociones propias y con los otros, retejernos, reunirnos desde la diferencia. En otras palabras, abrirnos a la escucha para así poder transformarnos mutuamente.

Aquellas campesinas, aquellos indígenas, aquellos jóvenes de veredas, aquella negra de Buenos Aires Cauca, Caloto, San Onofre Sucre, Puerto Caicedo Putumayo sí han tenido esta experiencia pedagógica y no han ido a la universidad. Algo está pasando con nuestra educación formal que no está educando para enfrentar estos retos que impone la paz. Las ciudades educadas de este país parece que votaron desde el miedo, el prejuicio y la contra información y no desde la esperanza, la deliberación y la posibilidad de soñar una Colombia diferente. La reflexión que debemos hacer al respecto es profunda y crítica.

Hay que rodear este proceso de paz, con la voz, con la creatividad, con el arte y con la voluntad política de una colectividad amplia que exige sin titubeos no más a la guerra. Imagino estudiantes y profesores de universidades viajando a Bojayá, Caldono Cauca o Chalán Sucre para agradecer a estos territorios por jugársela por la paz, por no anclarse en el odio y, desde allí, componer un grito armónico para la paz que muestre cómo en las ciudades se cometió un error que hay que reparar inmediatamente.

* Asesor de Paz territorial del alto comisionado por la paz y Redpropaz. Dejusticia.

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