Opinión
Diferencias entre la Colombia de Petro y El Salvador de Bukele
Cuando Petro habló en Europa de paz total, definitivamente no podría ser posible que se refiriera a Colombia. El país que se parece a ese enunciado es El Salvador de Bukele: tener 365 días continuos sin homicidios es la verdadera paz, la única paz y la mejor paz.
El Salvador y Colombia compartieron un pasado violento, con una institucionalidad que estuvo en jaque por cuenta de actores armados ilegales. Pandillas y guerrillas parecían gobernar a través del terror, frente al que no había Estado que valiera. Hoy, uno de los dos países se alejó de esa historia violenta y conmemoró 365 días continuos sin homicidios; el otro país, por el contrario, parece profundizar de manera absurda las dinámicas de la conflictividad y abandonó un mes de abril lleno de masacres, homicidios y hechos infames de enfrentamiento social provocados por su propio presidente.
La respuesta de cuál es el país violento y cuál el pacífico no parece tan obvia para Petro: en su gira europea de esta semana, España y Portugal fueron testigos de testimonios inauditos del presidente: para él, Colombia está en un proceso de paz total, la inflación de los alimentos es negativa y la prioridad de la sociedad colombiana, al ver satisfechas sus necesidades básicas, no es otra que la lucha contra el cambio climático y contribuir desinteresadamente a la estabilidad democrática de Venezuela.
Pero lo que vivimos los colombianos es otra cosa: abril fue un mes violento, con picos de masacres y asesinatos de líderes sociales, además de la escalada terrorista más grande del ELN en lo que va del año, el recrudecimiento de la violencia en Arauca y Putumayo, y por si fuera poco, la inflación de alimentos y bebidas alcanzó el 18%, pues la variación negativa a la que aludió Petro no alcanzó ni el 1%; y si con esto no bastara, el discurso contra el cambio climático y la estabilidad democrática de Venezuela son en realidad un plan para que Colombia deje de producir petróleo y gas y lo importe del vecino país, con enormes beneficios para una dictadura a costillas del bolsillo de los sufridos colombianos.
Mayo no parece un mes donde esta situación cambie. Empezó su primer día con una discreta convocatoria de Petro en su balcón de la Casa de Nariño. La escasa concurrencia pudo oír entonces cómo el jefe de Estado, que días después se proclamaría como jefe de la rama Judicial por ello mismo, hizo un llamado a la revolución si no se aprobaban sus reformas en el Congreso. Dicho llamado se hizo realidad cuando dos días después la Guardia Indígena hizo una parada militar en la Plaza de Bolívar para presionar a los congresistas.
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En respuesta a esta inútil provocación, la misma Plaza de Bolívar se llenaría el 10 de mayo con decenas de miles de reservistas, quienes se manifestaron en respaldo al Estado Social de Derecho, amenazado por las ínfulas dictatoriales de Petro y los conatos de violencia colectiva por parte de “guardias”. Esta convocatoria, que sí fue masiva, es absolutamente inédita en la historia del país y pone a los reservistas y veteranos como actores políticos en una nación donde el mismo presidente agita las movilizaciones sociales.
Y con este telón de fondo, la inflación, la impunidad y la inseguridad siguen disparadas en un país sacudido día a día por la conflictividad de su presidente, que usa su cuenta de Twitter como arma para inducir toda la violencia simbólica posible.
Por eso, cuando Petro habló en Europa de paz total, definitivamente no podría ser posible que se refiriera a Colombia. El país que se parece a ese enunciado es El Salvador de Bukele: tener 365 días continuos sin homicidios es la verdadera paz, la única paz y la mejor paz.
El Plan de Control Territorial de Bukele ha sido ampliamente criticado por defensores de Derechos Humanos que no conciben que en una cárcel exista aspereza de trato de los reos. Ven en eso una degradación de la condición humana. Pero lo que no han comprendido es que dicha “aspereza” es el reemplazo de una violencia, esa sí degradante, con la que las pandillas sometieron a todo un país hasta el punto de llegar a recaudar 700 millones de dólares al año vía extorsión y arrastrar a El Salvador a ser el país con más homicidios del planeta. Eso, gracias a Bukele, cambió.
El Salvador es un país en paz, algo que pude comprobar en una visita que hice recientemente a dicho país. Desde este sábado 13 de mayo en mi canal de YouTube @SoyVahos podrán conocer de primera mano mi experiencia en el país de Buke, y concluir conmigo si el verdadero camino de la paz parte de arrodillarse a los delincuentes o derrotarlos.