OPINIÓN

Doctor Uribe y Mr. Matarife

La opinión pública tiene hoy dos caras de una moneda: por un lado, la del hombre que salvó al país y, por otro, la presunta versión de un pasado oscuro.

Alfonso Cuéllar, Alfonso Cuéllar
1 de agosto de 2020

Se llama alvarouribe.com. Es una página web con todos los juguetes: fotos, audios y links a lo que quiera. La página abre con una cita del expresidente: “La vida de los hombres no se puede manchar por presunciones que no reposan en el conocimiento de la verdad”.

Es una página manejada por el partido Centro Democrático. Está dividida en secciones, así: servicio, la verdad, su legado, su mensaje y una galería audiovisual. En el servicio, hay un relato pormenorizado de cada cargo del ejercicio político de Uribe, empezando por concejal de Salgar en 1974 y terminando con el actual de senador de la república. El objetivo es mostrar lo positivo y avanzado. 

El capítulo de la verdad recoge las acusaciones que le han hecho a Uribe desde que fue el director de la Aeronáutica Civil en 1980. Hay de todo tipo: “La persecución de la CSJ (Corte Suprema de Justicia)”, “los 12 Apóstoles”, “operación Orión”, “Ubérrimo”, “falsos positivos”, “reelección transparente”, “las Convivir”, “Ley 100”, “testimonios manipulados” y “atentados”, entre otros. En todos, luego de presentar las pruebas, se concluye con frases como esta: “Buscando vengarse así del hombre que finalmente arrinconó por la vía de la legalidad a todas las fuerzas del narcotráfico y el terrorismo en Colombia”.  

En su legado, repasa el plan de desarrollo, empezando, obviamente, por la seguridad democrática. En su mensaje hay 56 discursos desde agosto de 2002 y 118 entrevistas desde el 26 de mayo de 2002 con la revista SEMANA. Y en la galería audiovisual, 17 videos y centenares de fotografías. 

En últimas, es una página web para el uribista ciento por ciento. No es la única –en alvarouribevelez.com.co también se defiende al expresidente–, pero es la más completa. La pregunta es por qué ahora. Al fin de cuentas, su último gobierno terminó hace diez años. Generalmente, los expresidentes le entregan el pasado a los historiadores. Uribe no quiso.

Considera necesario defender y defender sus obras. Extraña reacción del presidente más querido por los colombianos cuando dejó el poder, de acuerdo con las encuestas. Es evidente que le ha costado: hoy apenas 37 por ciento, según la encuesta Gallup, lo apoya. 

Al mismo tiempo, al doctor Uribe le apareció un matarife. Matarife, una persona que trabaja en un matadero y cuya labor es sacrificar a los animales, es una serie de clips en YouTube (56) dedicada a la vida de Uribe. El tema del especial es atacar al expresidente y repetir que es una serie sobre un “genocida innombrable”. Nada más. 

Apenas ha emitido siete minicapítulos; faltan 49 semanas. Es claro que los productores ganan con cada emisión. Pintan a un Uribe peligroso, un contraste abismal con el hombre que “arrinconó” al terrorismo. Describe cómo la Aeronáutica Civil fue aliada de los narcotraficantes y cómo el paramilitar Salvatore Mancuso presuntamente iba al Club El Nogal. 

Es una producción extraña porque prima la confusión y la falta de claridad. Las demandas que le han impuesto solo la agrandan; una verdadera pesadilla para Uribe y sus seguidores. 

El problema, sin embargo, son Uribe y su carrera política llena de altibajos y con eventos polémicos. Muchos de sus colaboradores terminan en la cárcel. El exministro del Interior Sabas Pretelt, el ministro de Protección Diego Palacio, el exdirector del Departamento Administrativo de Seguridad Jorge Noguera, la excongresista Yidis Medina. Etcétera.

Y las dificultades de Uribe siguen. El lunes, el abogado del expresidente, Diego Cadena, fue impugnado por influir presuntamente a testigos en favor de Uribe. No le quedará fácil explicar la entrega de millones de pesos. Para rematar, el jueves la Corte Suprema inició el estudio de otro caso contra Uribe. 

Es evidente que la página web es para eso: el mantenimiento de su legado ante las múltiples acusaciones. La opinión pública tiene hoy dos caras de una moneda: por un lado, la del hombre que salvó al país y, por otro, la presunta versión de un pasado oscuro. Dr. Jekyll and Mr. Hyde.

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