Opinión
Dolorosas alertas sobre el cambio climático
Frente a las dolorosas tragedias naturales consecuencia del cambio climático, lo peor que les puede pasar a los pueblos y a sus gobernantes es volverse prisioneros de su propio ordenamiento jurídico, aislarse o no abordar a tiempo las nuevas realidades que estamos viviendo en diversas partes del mundo.
Las recientes y dolorosas tragedias naturales que se han venido presentando en Valencia, España, con más de doscientas personas muertas y centenares de desaparecidos; las intensas sequías en la región del Amazonas, cuyas consecuencias son las bajas impensables de los niveles de agua del río Amazonas y sus afluentes, junto con las graves inundaciones presentadas en Barcelona y la región de Cataluña, España, y en varias ciudades del Caribe colombiano, deben llamar la atención de las Naciones Unidas y de numerosos gobernantes sobre los efectos negativos del cambio climático.
De igual manera, deben alertarnos sobre la irresponsabilidad de algunos seres humanos, cuyo afán desmedido en materia de lucros económicos están generando numerosas tragedias naturales que afectan el derecho a la vida, que es un derecho fundamental a nivel universal.
Esa triste realidad se constituye en alertas dolorosas frente al cambio climático y obliga, tanto a las Naciones Unidas como a los gobernantes nacionales, regionales y locales, a hablar menos y a hacer más en favor de la población urbana y rural ante las graves consecuencias del cambio climático y los depredadores de la naturaleza.
En ese sentido, la lucha por el derecho a la biodiversidad y a un medio ambiente sano y sostenible empieza por las ciudades y regiones, que es donde vive la gente, y eso significa que los gobernantes —sean de derecha, centro o de izquierda— tienen que tener cero tolerancia con los contaminadores ambientales y con todas aquellas personas dedicadas a la minería ilegal o a proyectos inmobiliarios que no respetan las riberas de los ríos, de los mares o el derecho de la gente a tener zonas verdes para la recreación y el descanso de pequeños y grandes. Significa que hay que tomar medidas correctivas ya y hacer cumplir a cabalidad las leyes y normas ambientales.
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En ese mismo camino, en el caso de Colombia, tanto el Gobierno nacional como los gobernantes locales, deben comenzar a mostrar buenas prácticas de tratamiento y transformación de los residuos sólidos o basuras, a fin de no seguir con la vieja práctica de enterrarlos en rellenos sanitarios. No permitamos que los residuos sólidos o las basuras sean motivo de contaminación de las fuentes de agua potable y de abandono de las calles.
Considero que frente a las dolorosas tragedias naturales que se están viviendo en España, en el Amazonas y en el Caribe colombiano, que nos están confirmando que los efectos del cambio climático son sinónimos de muerte, sería importante que, a iniciativa del Gobierno colombiano, se reunieran los gobernantes de España, Brasil y Colombia para que conjuntamente con las Naciones Unidas, empresarios, comunidades étnicas, centros académicos y científicos de esos países, se desarrollara un plan de solidaridad y de acción a nivel internacional contra las consecuencias negativas del cambio climático, y de esa manera pasar del tiempo de las palabras al tiempo de los hechos, de la solidaridad, de un mayor apoyo a las investigaciones científicas y del trabajo conjunto por salvar la naturaleza, la vida y, por ende, nosotros mismos.
No olvidemos que, frente a las dolorosas tragedias naturales consecuencia del cambio climático, lo peor que les puede pasar a los pueblos y a sus gobernantes es volverse prisioneros de su propio ordenamiento jurídico, aislarse o no abordar a tiempo las nuevas realidades que estamos viviendo en diversas partes del mundo como consecuencia de la acción depravadora de la naturaleza, donde una buena parte de responsabilidad la tienen personas legales o ilegales, cuyo propósito de vida parece ser “el de ser los más ricos del cementerio”.