OPINIÓN

Échele cabeza

La lucha contra el consumo de la droga no se soluciona acabando con la dosis personal ni metiendo a la cárcel a todos estos jóvenes que hicieron cola en la carpa de Échele Cabeza.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
31 de marzo de 2018

La cola de jóvenes que había en Estéreo pícnic en la carpa de Échele Cabeza era la que más sobresalía aquella tarde de festival. Los jóvenes, en su mayoría hombres, de aspecto normal, hacían fila para pedir asesoría e información de la droga que pensaban consumir en el evento. Échele Cabeza es un programa de prevención que existe en varios países europeos y que llegó a Colombia desde hace más de cinco años. Su propósito es promover la reducción del riesgo y la mitigación del daño en el consumo de drogas y desde hace tres años está presente en Estéreo Pícnic.

Échele Cabeza es el último eslabón al que llega el joven que ha decidido consumir una droga -ya cuando todos los demás controles han sido ineficaces-. Por eso, su objetivo no es evitar que consuman drogas, sino informarlos de los efectos que les pueden producir las sustancias psicoactivas y las consecuencias mortales que pueden derivarse de una droga de mala calidad.

Por la cola tan larga que había esa tarde en la carpa negra de Échele Cabeza, es evidente que muchos jóvenes sienten la necesidad de buscar información sobre lo que van a consumir. Y el hecho de que lo puedan hacer de manera tranquila, sin el temor de ser señalados por nadie, les permite comprender mejor los riesgos que asumen si deciden dar ese paso.

Los jóvenes llegan al estand con la muestra de la droga que piensan consumir para que les hagan la prueba de calidad. Un químico se las recibe y hace la prueba. Quien les entrega el resultado es una psicóloga que les explica si es de buena o mala calidad. Si es de buena calidad ella se toma el tiempo para explicarles lo que les va a pasar, lo que van a sentir y los efectos que tiene. Si es de mala calidad les explica los peligros que puede traer para su salud.
Cuando le pregunté al químico que estaba haciendo las pruebas de calidad aquella tarde en Estéreo Pícnic, cuál era la droga más alterada, me respondió que eran los cristales. “Hemos encontrado hasta un analgésico muy fuerte para animales que puede ser mortal si se mezcla con otras sustancias”, me advirtió. Otro dato importante: la cocaína es prácticamente una droga en extinción entre los jóvenes, y las sustancias que más se consumen son las pepas y el LSD que parece estar de vuelta.

Échele Cabeza es una iniciativa que ha salvado vidas y que ha logrado disuadir a muchos potenciales consumidores luego de que se les explican los efectos que producen esas sustancias psicoactivas en el organismo.

Programas como estos son posibles desde que un fallo de la Corte Constitucional aprobó la dosis personal de droga y se impuso el concepto de que el consumidor ocasional no debe ser penalizado porque ese peso debe recaer en el traficante.

Hoy, sin embargo, los nuevos vientos políticos nos quieren volver al pasado. Iván Duque, el candidato del uribismo, ha prometido que si llega a la presidencia de la república, lo primero que va a hacer es tumbar la dosis mínima, una promesa que va en contra de la jurisprudencia de la Corte Constitucional y que no le va a quedar fácil cumplir a no ser que quiera desconocer sus fallos. Algo parecido dice el fiscal Néstor Humberto Martínez, quien anda con la idea de reformar la dosis personal, propuesta que acaba de ser rechazada por la propia Corte Suprema de Justicia con el argumento de que va en contra del fallo de la Corte Constitucional. Los dos consideran que despenalizar el consumo mínimo es una vagabundería que fue permitida por un fallo de la Corte Constitucional que impuso una jurisprudencia de izquierda que hay que empezar a deconstruir. Uno y otro nos quieren devolver a las épocas en que se penalizaba a los consumidores como si fueran narcotraficantes, mientras que a los traficantes de éxtasis y de cristales se les abren las puertas de los clubes sociales.

Por cuenta de estos nuevos vientos, los jóvenes que son consumidores ocasionales y que hoy se acercan tranquilos a buscar consejo en las carpas de Échele Cabeza, que hay puestas en los grandes conciertos como Estéreo Pícnic, podrían volver a ser considerados unos antisociales y unos desechables que solo se merecen la cárcel. Y programas como Échele Cabeza, que tanto le han ayudado a los jóvenes a entender cuáles son los efectos de las drogas, correrán el peligro de ser vetados por castrochavistas.

La lucha contra el consumo de la droga no se soluciona acabando con la dosis personal ni metiendo a la cárcel a todos estos jóvenes que hicieron cola en la carpa de Échele Cabeza.

Menos ahora que el consumo ocasional de las drogas sintéticas es una realidad imperceptible que no se puede tapar con las manos. Hoy existe un riesgo muy alto de morir si se consume una pepa de mala calidad. Si la dosis mínima se prohíbe, este tipo de asistencias serán más difíciles de dar y los consumidores ocasionales tendrán acceso a drogas más cortadas y de menos calidad. 

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