OPINIÓN
Efectos colaterales del amor
La fuerza protectora de la lactancia materna en el organismo de la mujer puede ser sinónimo de salvación.
La lucha contra el cáncer es uno de los esfuerzos con mayor trayectoria en la historia de la humanidad. Desde los primeros registros en papiros egipcios de los años 1.600 a.c hasta la fecha, hemos conocido las múltiples y temibles formas de esta enfermedad mortal.
El trabajo de la ciencia y la medicina se concentró primero en aprender a remover las masas o tumores cuando eran visibles, y después a idear la forma de extraerlas del interior del organismo. Luego llegaría otro gran hallazgo: entender que el cáncer se origina en las células, respuesta que se atribuye al patólogo, arqueólogo y antropólogo polaco Rudolf Ludwig Carl Virchow (1821-1902) conocido como el padre de la patología celular. Los años de investigación han sumado conocimiento no únicamente para el tratamiento del cáncer, sino sobre todo en cómo detectarlo a tiempo y mejor aún, cómo en algunos casos incluso prevenirlo.
Porque no ha sido suficiente aún saber que existen células que viven procesos nefastos de transformación y que al volverse tumorales se pueden multiplicar en el organismo dañando órganos y tejidos a su paso. Teníamos que llegar a ellas para hacerlas desaparecer.
Entonces llegaron métodos como la radioterapia, la quimioterapia y más recientemente la nanotecnología, el área de la ciencia dedicada a la creación de dispositivos moleculares. Su aplicación a la medicina se conoce por ejemplo en la fabricación de nanopartículas con fines increíbles.
Bien dice Steven Pinker para referirse a estos logros que la ciencia ha tenido: “La belleza del progreso científico es que nunca nos deja confinados a una tecnología, sino que puede desarrollar otras nuevas con menos problemas que las viejas”.
Para casos como el cáncer, ingenieros, químicos, biólogos, médicos y muchos más expertos del mundo siguen estudiado cómo a través de nanopartículas diseñadas en formas específicas pueden viajar los medicamentos hasta el centro de las células atacando la raíz del problema con la misión heroica de no afectar lo que está sano. Es decir evitando los daños colaterales que han sido tan difíciles de evitar.
Fascinante. Tanto como los hallazgos logrados también por la ciencia para poder afirmar que en el propio organismo de forma natural y sabia, aflora este proceso de protección celular. Un estudio sobre los beneficios y ventajas de la lactancia materna de la revista científica The Lancet (2016) explicó que “Para las mujeres que amamantan, la lactancia les brindó protección contra el cáncer de mama (…) La ampliación de la lactancia materna a un nivel casi universal podría prevenir 823.000 muertes anuales en niños menores de 5 años y 20.000 muertes anuales por cáncer de mama”.
La fuerza protectora de la lactancia materna en el organismo de la mujer puede ser sinónimo de salvación. Por ello expertos colombianos como Fernando Herazo, cirujano de mama y tumores de tejidos blandos y Paula Henao, pediatra y consultora internacional en lactancia materna coinciden en promover esta práctica como factor clave de disminución del riesgo de cáncer de mama. Dice la doctora Henao que la prolactina, hormona que produce la leche materna, ayuda a regular las células dentro de los conductos mamarios que pueden multiplicarse de forma anómala, haciendo una especie de control natural.
Enhorabuena la Fundación AlmaRosa y la Fundación Éxito se unieron para que más mujeres y familias conozcan cómo la lactancia materna, el acto de amor que más alimenta, al proteger la vida de niños y niñas, también puede preservar la salud de las mamás. De la mano de la ciencia, el amor puede lograr esperanzadores efectos colaterales.