OPINIÓN

'El Acuerdo sobre lo Fundamental': de Gómez a Petro

‘El Acuerdo sobre lo Fundamental’ no fue concebido por Álvaro Gómez como un artículo para consumo exclusivo de secta o familia.

Semana
28 de octubre de 2011

Un editorial del director de El Nuevo Siglo, Juan Gabriel Uribe, provocó la semana pasada una reacción violenta en el exsenador Enrique Gómez Hurtado. El director de El Nuevo Siglo exalta en su editorial (Jueves 20 de Octubre de 2011) la civilidad del candidato progresista a la Alcaldía de Bogota Gustavo Petro. Y resalta de qué manera Petro viene convocando a ‘un Acuerdo sobre lo Fundamental’ en la forma que lo hizo el sacrificado dirigente conservador Álvaro Gómez Hurtado. Un acuerdo que, en torno del poder congregante de la paz, ubique a la sociedad civil colombiana en pos de propósitos superiores de justicia social y desarrollo económico.

El exsenador Enrique Gómez estima que la utilización de la denominación ‘Acuerdo sobre lo Fundamental’ vendría a constituir un golpe de mano -un raponazo, para ponerlo de manera más cruda- de una propuesta que lleva el sello político e intelectual de Álvaro Gómez. En política excluyente se han puesto históricamente y se ponen en circulación términos que se identifican con nombres propios o con familias determinadas. En política incluyente y grande, la que practicó Álvaro Gómez, se ponen en el escenario propuestas que buscan convocar el apoyo ciudadano. Pierden, una vez abiertas a la opinión, título de propiedad para entrar a ser patrimonio del sistema democrático.

‘El Acuerdo sobre lo Fundamental’ no fue concebido por Álvaro Gómez como un artículo para consumo exclusivo de secta o familia. La paz es esencialmente plural y mayoritaria y su propuesta tuvo el cometido de quebrar los confines excluyentes que varias veces han tenido esquemas de concordia en nuestro país. El candidato Gustavo Petro acogió la dinámica de este ‘Acuerdo sobre lo Fundamental’ para invitar a otras fuerzas a sumarse a un movimiento de naturaleza progresista, cuyos postulados son la paz ciudadana, la edificación de un modelo de desarrollo bogotano fundado en el saber y la creatividad y derechos humanos incluyentes y en expansión.

Para quienes trabajamos algún momento al lado de Álvaro Gómez –y conocimos sus procesos de elaboración intelectual- las propuestas de Petro tienen afinidad conceptual y política con las suyas. Afirmarlo no constituye un sacrilegio. Menos –para utilizar el calificativo destemplado, inexacto e injusto de Enrique Gómez- una ‘bellacada’.

Álvaro Gómez padeció un secuestro doloroso de manos del M-19. Después, con aquella generosidad elegante que le conocimos, no dudo en levantar su mano simultáneamente con la de Antonio Navarro Wolff como copresidente de la Asamblea Nacional Constituyente para celebrar la consagración de la Constitución de 1991. Que es, en muchos aspectos, expresión de este ‘Acuerdo sobre lo Fundamental’ que quiso e imploró hasta la mañana de su inmolación.

Esta Constitución es además, en su dimensión política coyuntural, un tratado de paz con el movimiento insurgente M-19. Fabricar retrospectivamente, 20 años después, odios y resentimientos –que, por otra parte, jamás abrazó Álvaro Gómez- es la falta más triste que alguien pueda cometer contra la paz de Colombia. Contra la que hoy disfrutamos cuando antiguos dirigentes del M-19 son parte vital de nuestra fibra institucional. No de manera mimética y aletargada sino en solicitud activista pero plenamente civil de cambios profundos que clama todavía la sociedad colombiana.

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