El año del águila
El credo de la derecha norteamericana se resume en tres cosas: unilateralismo, militarismo y moralismo
Si 2001 fue el año del terrorismo, 2002 fue el del antiterrorismo. Por eso, la verdadera noticia del año fue el cambio en la política exterior de Estados Unidos.
Pasamos de la hegemonía a la supremacía. Del diálogo multilateral a la imposición unilateral. De la legítima defensa al ataque preventivo. Del internacionalismo liberal al fundamentalismo moral. De la relación entre Estados más o menos "soberanos" a la acción directa contra gobernantes o contra grupos de extranjeros.
Cierto que todo eso tiene antecedentes viejos y nutridos. Desde la doctrina Monroe (1823) o el "poder emergente" de los 1880, pasando por su victoria en 1945 y por el fin de la Urrs en 1991. Estados Unidos ha metido la nariz en todas partes y por todos los medios.
Sólo que antes invocaba el derecho internacional y, cuando su interpretación no daba para más, acudía a operaciones clandestinas. Ahora se ha descarado: es el descaro que expresa la "Estrategia de Seguridad Nacional", adoptada por el gobierno Bush el 9 de septiembre, que para mí es, de lejos, la noticia del año.
Un poco de perspectiva. Estados Unidos surgió de la Segunda Guerra Mundial como cabeza del "mundo libre", o sea limitado por sus aliados europeos y limitado también por el poder soviético. Pero la Urss murió y Estados Unidos fue agrandando su ventaja tecnológica, militar y económica sobre Europa, hasta llegar a ser el país más poderoso de la historia.
Entonces vinieron Bush y el 11 de septiembre. Este atentado mostró que el enemigo ya no sería un ejército regular sino una banda pequeña y clandestina que el Estado extranjero no puede o no quiere controlar. Por eso había que olvidarse de las soberanías y pasar de la defensa al ataque "preventivo" contra el grupo o el gobierno que pueda tener armas de destrucción masiva. Y Bush hijo, elegido con las uñas poco antes, remató la jugada con su abismal simplismo de derecha.
En materia de política exterior, el credo de la derecha norteamericana se resume en tres cosas: unilateralismo, militarismo y moralismo. Aplicadas al nuevo perfil del enemigo (el terrorismo) estas tres palabras también resumen lo que hay de "nuevo" en la actitud de Estados Unidos hacia el mundo:
-El unilateralismo se refleja en la larga lista de tratados que Bush ha boicoteado o se ha brincado: la Corte Penal, Kioto, el ABM, los pagos a la ONU, el sida, el arancel al acero, las minas antipersonales, la conferencia contra el racismo, la tortura, el petróleo en Alaska, las armas pequeñas, los subsidios agrícolas, las armas biológicas, la resolución sobre Irak, la inmunidad de todo ciudadano gringo, la presión a Europa sobre Turquía? son "lacitos liliputenses que intentaban atar a Gulliver", como dijo un funcionario.
-El militarismo se traduce en tratar el terrorismo como un problema de ejércitos y no de policías, en la influencia creciente del Pentágono, en más retórica de guerra, en más gasto y en programas increíbles (como el "escudo nuclear"), en más ayuda militar que social (como en Colombia), en la tesis explícita de que "nuestro objetivo es impedir que aparezca un rival".
-Desde los tiempos de Wilson y F.D. Roosevelt, Estados Unidos había invocado los valores del internacionalismo liberal (democracia, derechos humanos, elecciones limpias) como base de su política exterior. Ahora se trata de una guerra a muerte entre el bien y el mal, de un moralismo chauvinista donde sólo Estados Unidos encarna el bien, porque los propios europeos nos salieron oportunistas y cobardones.
"Acabar el terrorismo" es el eslogan que engloba la nueva política exterior, igual que "acabar el comunismo" englobaba la política anterior. Ambas consignas sirven para lograr consenso bipartidista y un amplísimo apoyo popular, para elevar el gasto militar y encomendar operaciones a la CIA, para tumbar gobernantes como Hussein y aceptar socios non sanctos como Afganistán, Arabia Saudita o Pakistán. Ambos sirven también para atacar el tráfico de drogas y por eso, la noticia del año en Colombia apenas es un eco de la noticia mundial.