OpiNión
El “balconazo” de Petro
El balconazo de Petro es peligroso y mucho más cuando está adornado con afirmaciones como: “Nosotros vamos hasta donde ustedes digan”.
Las imágenes del Palacio de Nariño son reminiscentes a las épocas de Chávez, Maduro, Morales, Correa y hasta Perón.
Al mejor estilo de los líderes más controvertidos de la izquierda latinoamericana, Gustavo Petro se instaló en el balcón del Palacio de Gobierno para volver al tono de campaña y se dirigió a laplaza pública para lanzar frases como: “El presidente de la república invita a su pueblo a levantarse, a no arrodillarse”. Y “Colombia eligió no simplemente a una persona, a Gustavo Petro en la presidencia. Lo que se hizo en la elección fue volver al pueblo, gobierno. Eso tiene que expresarse en la realidad histórica, en los días cotidianos, en la manera como pretendemos que pueden ser los cambios en este país”. Tenebroso.
La escena materializa los miedos que muchos observadores han tenido sobre el presidente colombiano. Confirma que estamos frente a un líder con características del típico populista autocrático. Me explico.
La definición más citada de populismo, acuñada por el académico Cas Mudde, es la de la estrategia de hacer política basada en dos cosas: lo que supuestamente desea el pueblo y la lucha contra las supuestas élites, definidas como lo que quiera atacar el gobernante. Las frases del balconazo de Petro calzan como anillo al dedo a lo postulado por Mudde. Y, autocrático, porque se trata de un líder que quiere hacer lo que desee, sin importar la ley o las instituciones. Y ahí está la clave; el presidente tiene tatuado el mantra de que hay que hacer lo que el pueblo diga. Lo peligroso es que para Gustavo Petro, como pasa con la mayoría de los populistas autocráticos, no está claro dónde termina el pueblo y dónde comienza él.
La semana pasada, el mandatario convirtió al Palacio de Nariño en otro Palacio de Carondelet; de Miraflores o Quemado. El jefe de Estado cambió de tajo la inspiración democrática del país y la enfocó a los trasnochados y fracasados ejemplos de Ecuador, Venezuela y Bolivia. Eso ya no es un supuesto, es una realidad.
Pero más allá de utilizar el balcón para dirigirse y tocar a las masas, preocupa de gran manera el hecho de que estemos a punto de convertirnos en escenario de una competencia de demostraciones a favor y en contra del mandatario. Esa dinámica del pulso en las calles entre oposición y Gobierno paraliza, distrae y polariza al país, y tiene inmensas consecuencias económicas. Nadie quiere que Colombia sea escenario de las marchas infumables de Venezuela de principio de siglo, ni tampoco de las discusiones eternas sobre el tamaño de las manifestaciones que trasnochaban a otro populista, esta vez de derecha, como Donald Trump.
Al sacar a la gente a la calle a presionar al Congreso para que apoye unas reformas que no se conocen plenamente, se constituye un asalto a la democracia. Un asalto a la división de poderes y un desconocimiento pleno de lo que realmente significa gobernar. Gobernar es el arte de llegar a acuerdos a través de la discusión y el debate siguiendo los parámetros democráticos establecidos en la Constitución y además respetando el otrora tan mentado estatuto de la oposición. Empujar reformas calentando la calle no es propio de presidentes, es propio de populistas y autócratas.
El balconazo de Petro es peligroso y mucho más cuando está adornado con afirmaciones como: “Nosotros vamos hasta donde ustedes digan”. Es riesgoso porque materializa todas las formas de lucha o presión, para sacar adelante lo que se quiere con el pretexto de que es lo que pide el pueblo y lo que pide el pueblo es sagrado, cuando lo realmente sagrado es la Constitución.
¿Será que a punta de marchas nos van a llevar a cambiar la carta magna para supuestamente darle gusto al pueblo? ¿Y si el pueblo es Petro y Petro es el pueblo, entonces lo vamos a elegir para siempre? Al final, Petro intentó un gran show que terminó en espectáculo menor. A duras penas llenó la Plaza de Armas, mientras que al día siguiente sus opositores llenaron la Plaza de Bolívar, que es casi diez veces más grande.
Es por eso que, si el presidente ha jurado escuchar al pueblo, vale la pena que tenga en cuenta que la semana pasada el tiro le salió por la culata porque hubo más gente en la calle rechazándolo que aplaudiéndolo. Sin embargo, sus intenciones son las que preocupan y mucho.
Posdata: Sí se dieron cuenta de que a todos los empleados formales que ganan más de cuatro millones de pesos prácticamente todo el aumento que les dieron el año pasado como ajuste a la inflación, si se los dieron, ¿se lo comió el presidente Petro? La nueva reforma tributaria les quitó sus posibilidades de mantener su estatus de vida. Ahora a recortar. Esto es en serio.