Opinión
El Benedetti que teme Petro y el “petrocanje”
Conoce la corrupción electoral al dedillo, se pilla las jugadas al vuelo, husmea por donde sopla el viento y acierta en la estrategia.
Son malos actores. Y eso que actúan con frecuencia para encubrir al emperador. Pero esta vez, en lugar de dignos ministros y senadores rasgándose las vestiduras por una causa noble, parecían rebeldes de vodevil y plañideras baratas.
Pretenden vendernos el cuento de que Armando Benedetti y Laura Sarabia tienen secuestrado al pobrecito Gustavo Petro, al que asignaron el papel de víctima en el culebrón palaciego.
Como si no supiéramos que el presidente es el único responsable de las (supuestas) irregularidades y el Pacto Histórico, su encubridor nato. ¿O acaso repudiaron a Benedetti y las trampas, que bien conoce Nicolás, cuando planeaban coronar el Palacio de Nariño?
Por cierto, cuando nombró a tres íntimas de Verónica Alcocer (ICBF, Alta Consejería y embajada de Italia) ¿también temía que ella abriera la caja de Pandora?
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En todo caso, es tan torpe la ultraizquierda que recurre a la antiquísima y fútil costumbre de matar al mensajero. Pues gracias a SEMANA, que destapó la putridez, el país conoce que Petro necesita complacer a la pareja de marras para cerrarles la boca.
También resulta patético que justifiquen el aterrizaje de Benedetti con el argumento de que permitirá aprobar leyes petristas gracias a sus buenas relaciones con antiguos compañeros de curul. Eso sí, agregan con impostada grandilocuencia: el Pacto Histórico jamás hablará con él para no contaminarse. Ellos, los impolutos, solo mantendrán diálogo con el excelso ministro Cristo. Como si el santista no fuese un politiquero de vieja data, escudero de Samper, maestro en situarse bajo el sol que más calienta y dispensador de mermelada.
Ya deberían saber que el mesías del cambio siempre agachará la cabeza ante Benedetti y Sarabia, consciente de que no se inmolarán para salvarlo, ni permitirán que trapee con ellos.
El pendenciero Benedetti pensará que bastantes sacrificios hizo para proteger al patrón, y ya es hora de que le paguen como merece su aporte al triunfo. La paciencia se le agotó. Ahora asesor, luego ministro.
Recuerden que detestó la embajada en Caracas, aunque debió ser testigo de inconfesables trapicheos y compadrazgos con la tiranía chavista (seguimos sin saber qué llevaba y traía Marelbys de Caracas en el avión petrista). Luego aceptó a regañadientes continuar en el exterior y exigió Roma, de ahí que despilfarraran millones para agradar al señor.
El problema para Petro es que a Benedetti lo que le fascina, le da vida, le mueve, es estar en Colombia, en el meollo del chisme y las componendas políticas. Y como no es un aparecido, a lo largo de su trayectoria pública ha ido desnudando rasgos de su personalidad que marcan su destino. Cito las que, a mi juicio, lo definen mejor:
1) Es un machista consumado, maltratador incluso, como denunció su actual esposa. Adelina actúa como tantas mujeres que sufrieron maridos violentos con palabras, comportamientos e imposiciones. Cuando su macho está contra las cuerdas, regresa el hombre que las enamoró y retiran las acusaciones.(¿Acaso las feministas recalcitrantes y las María José Pizarro de turno protestaron cuando lo necesitaron para ganar las presidenciales?)
2) Es un político muy hábil, tanto que fue ficha de Uribe, de Santos y ahora de Petro. Conoce la corrupción electoral al dedillo, se pilla las jugadas al vuelo, husmea por donde sopla el viento y acierta en la estrategia. Tiene visión para atraer votos y carece de líneas éticas, igual que nuestro embajador en Chile. Solo que Benedetti es infinitamente más listo. Además de que mamó politiquería desde la cuna. Su papá, controvertido liberal y otro escudero samperista, se las sabía todas.
3) Irascible, impositivo, mandón. A diferencia del malgeniado Vargas Lleras, puede ser divertido, animado y es entrador. Y no miente cuando se altera, solo dice verdades mezcladas con una ristra de vulgaridades. Porque suele hablar con groserías, propio de algunos costeños. Cuando se enfada, él mismo se va calentando la sangre y aumenta el tono de voz y de insultos. Pero si vocifera que se levantó 15.000 millones es porque se levantó esa cantidad o una parecida. Y si amenaza con contarlo todo (“Si ustedes me joden a mí, yo los jodo a ustedes, pero se caen las Torres Gemelas”) es porque puede estallar cualquier día. Por eso Petro no lo puede sacar. Ya le costó una grieta en su aureola de supuesta honestidad los reclamos que Benedetti hizo a Sarabia, publicados por SEMANA.
4) No se conforma solo con poder, quiere respeto y reconocimiento. El respeto no lo tendrá, pero necesita que reconozcan su valía.
“Que quede en los libros de la historia que tú y yo elegimos presidente contra todo pronóstico”, le dijo a Laura. Le habrá satisfecho que los petristas declaren que de Congreso y política sabe. Pero querrá más. Ya no se conforma con migajas.
NOTA: Son tantas las vías de agua que debe tapar Petro, que alguna reventará. O, de pronto, las tapona todas con su “regaladera” de altos cargos, su fiscal de bolsillo y su futuro procurador.