OPINIÓN

El Cacique y la Cacica

A la sombra de la desmovilización de los falsos paramilitares, los hombres de Don Berna siguieron expandiendo su negocio y su poder.

Daniel Coronell
12 de mayo de 2012

La desmovilización del ‘Bloque Cacique Nutibara’ de las autodefensas fue también una farsa. En poder de la justicia hay pruebas de la preparación de la ceremonia que gobierno y paramilitares usaron para lanzar el llamado proceso de paz. Algunos de los procedimientos tienen una asombrosa similitud con la desmovilización de la pretendida columna de las FARC ‘Cacica la Gaitana’.
 
Uniformes nuevos, ollas de campaña resplandecientes o recién ennegrecidas y carrusel de armas, fueron algunos de los ingredientes de la utilería.
 
Los detalles vinieron a conocerse, a raíz de la condena a varios miembros de las bandas de ‘Don Berna’ que operaban en la zona de ‘El Limonar’. Las declaraciones de implicados y habitantes del sector están sacando a flote lo que realmente sucedió en la promocionada primera entrega de paramilitares.
 
Uno de los organizadores del sainete fue Antonio López, alias Job, el mismo paramilitar de la reunión de la “Casa de Nari”.
 
Muchos de los desmovilizados jamás habían sido paramilitares. Eran simplemente vagos que aprovecharon la oportunidad de recibir unos meses de paga a cambio de hacerse pasar por miembros de la banda armada.
 
Un vecino le contó a la justicia como los hombres de ‘Adolfo Paz’ -como se autodenominó ‘Don Berna’ por esos días- reclutaron vagos para hacer bulto en la entrega: “llegaron unos buses se montaron unas personas del barrio y que iban para la Ceja tres meses. Les habían traído uniformes que ni les servían, que las botas ni eran los números de ellos, o sea, una opinión muy personal, la desmovilización fue como una especie de montaje y de farsa”. (Ver sentencia.jpg)
 
Para hacer creíble la caracterización, los hombres de ‘Berna’ tuvieron que ensuciar los uniformes y ahumar los elementos de intendencia. Otra residente del sector presenció la labor de los jefes de ambientación de la desmovilización.
 
En la edición digital de Semana, ustedes pueden oír este testimonio: “Los muestra como desmovilizados porque me consta, porque en la caseta comunal el señor Alex el Bonito, Toño y el señor Mocho, llevaron unos uniformes en un carro. A la caseta comunal la invadieron de uniformes, armas, botas y gorras para la desmovilización…procedieron a repartir los uniformes a todos, atrás de la caseta, hicieron un hueco grande y echaron pantano para ensuciar las botas, para que los señores de la OEA y el gobierno creyeran que venían del monte, al señor ‘Gordo Negro’ pidió una olla tiznada para montarla a un morral”. (Audio testimonio)
 
A la sombra de la desmovilización de los falsos paramilitares, los hombres de ‘Don Berna’ siguieron expandiendo su negocio y poder. Las bandas jamás entregaron sus armas, los fierros buenos se quedaron en las barriadas, al servicio de los lugartenientes de ‘Adolfo Paz’ que manejaban el narcotráfico y el microtráfico en Medellín. Así como los negocios del ‘pagadiario’ (préstamos con intereses astronómicos y cobros cotidianos) y otras formas de extorsión.
 
Según los testimonios, el propio cura de El Limonar actuaba como jefe de los hampones. El sacerdote, llamado Oscar Alberto Ortiz, hoy está acusado de concierto para delinquir con fines de homicidio y desplazamiento forzado, pero en la época de la desmovilización fue nombrado juez de paz.
 
Por todo esto el juez especializado de Medellín que condenó a varios de los implicados, pidió a la Fiscalía investigar lo que él llama con todas las letras “la falsa desmovilización del Bloque Cacique Nutibara”.
 
Hace unos días, alias ‘Olivo Saldaña’, el único que aún defendía la autenticidad de la otra desmovilización, la de la 'Cacica Gaitana', aseguró en una carta: “El gobierno nacional aceptó que el narco Hugo Yepes hiciera toda la financiación, el comisionado sabía todo. Yo le conté a la fiscalía”. (Ver carta Olivo Saldaña.jpg)
 
PS: El abogado Jaime Granados se las arregla para escribir largo sin decir mucho. Una extensísima carta no le alcanzó para contestar una sencilla pregunta: ¿Por qué el cabo de inteligencia Edgar Villamizar, que asegura haber sido suplantado en su testimonio inicial, cometió el mismo error en un nombre que su suplantador?. (Ver columna‘El granadazo en el pie’)

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