
Opinión
“El delincuente va un paso adelante”, ¿y la justicia va en retroceso?
La ministra no miente cuando dice que el crimen va adelante. Pero sí yerra al no actuar. El sistema judicial colombiano tiene cifras de fracaso que serían impensables en cualquier democracia funcional.
“El delincuente va un paso adelante de la justicia”.
La frase no la dijo un tuitero indignado desde la Autopista Norte después de un fleteo. Ni un vendedor de jugos en TransMilenio. Ni el señor de la portería que anoche escuchó los gritos del vecino cuando le robaron el celular con arma blanca. No. Esa frase fue pronunciada, con naturalidad y resignación, por la mismísima ministra de Justicia, Ángela María Buitrago, en una entrevista en vivo a Juan Camilo Cortez de Noticias Caracol.
Una funcionaria pública que, en lugar de liderar la ofensiva contra el crimen, se limita a narrar la tragedia como quien describe el clima: “Sí, está nublado, hay bruma, y los bandidos gobiernan el sistema penitenciario”.
Pero ¿qué se esconde detrás de una frase tan sencilla como devastadora?
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Es una radiografía del Estado rendido. Una postal de un país en el que la ley se justifica en lugar de ejercerse. Una confesión oficial que, en lugar de generar reformas, termina normalizando lo inaceptable. Porque si el delincuente va un paso adelante, ¿entonces para qué existe el Ministerio de Justicia?
Crónica de una impotencia institucional
Contexto: Bogotá. Una banda de delincuentes conocida como Los Rolex había sido capturada con bombos y platillos. Mostraron las joyas recuperadas, los videos de los asaltos y las declaraciones heroicas de la Policía. Pero en marzo de 2025, varios de sus integrantes recuperaron la libertad. No por inocentes. Un juez no encontró que fueran un peligro para la sociedad. Un portazo a las víctimas. Un portazo a los investigadores. Y para rematar, los únicos investigados terminaron siendo ellos.
La reacción de la ministra no fue un llamado urgente a reformar el sistema judicial, ni una propuesta de ley, ni una solicitud para que se investigara al “juez”. Ni siquiera una disculpa pública. Fue esa frase, seca y pusilánime, que pasará a la historia: “El delincuente va un paso adelante de la justicia”.
Y ese es el problema. No que la ministra lo haya dicho. Sino que lo dijo como si fuera normal. Como si fuera inevitable.
Se narra el crimen, ¿pero no se combate?
Colombia no es un país inseguro. Es un país institucionalmente resignado.
Aquí se romantiza la impunidad como si fuera parte del paisaje. El preso no cumple condena: cumple agenda. Desde su celda ordena asesinatos, dirige redes de extorsión, hace llamadas más frecuentes que un ejecutivo de call center... Y sí, hasta jacuzzis hay en la cárcel de Buenaventura.
¿Y qué hace el Estado? Decir que “el delincuente va un paso adelante”. Y mientras tanto, el colombiano de bien vive en la angustia de que su agresor tiene más derechos procesales que él protección judicial.
Ministros que daban miedo al crimen
La frase de Buitrago contrasta con otra época. Con la de los ministros de Justicia que sí se la jugaron. Que se enfrentaron al narcotráfico cuando hacerlo era una sentencia de muerte.
Rodrigo Lara Bonilla no justificó la criminalidad: la denunció. La combatió con nombres propios. Le costó la vida.
Enrique Low Murtra no dijo que los criminales “iban adelante”. Dijo que había que meterlos a la cárcel sin tregua. También lo mataron.
Carlos Medellín se enfrentó a las mafias judiciales cuando el cartel de la toga aún no tenía nombre. Lo hicieron renunciar.
Hoy, en cambio, tenemos una ministra que confiesa que el crimen les ganó la carrera… y se queda sentada en la meta esperando a ver si se cansa.
¿Dónde está la reforma judicial?
La ministra no miente cuando dice que el crimen va adelante. Pero sí yerra al no actuar. El sistema judicial colombiano tiene cifras de fracaso que serían impensables en cualquier democracia funcional.
Solo 1 de cada 100 delitos llega a una condena efectiva.
La criminalidad sigue creciendo en delitos de alto impacto como extorsión, violencia intrafamiliar, lesiones personales y amenazas.
Las cárceles son centros de operación criminal, no de rehabilitación.
Y el Ministerio de Justicia, en lugar de liderar una reforma estructural, se convierte en relator de la desgracia. Como si su función fuera contar muertos y liberar culpables.
¿Cuál es el plan?
La ministra habló. Pero no propuso nada. Ni una ley. Ni una alerta roja. Ni un decreto.
No se discutió si hay que modernizar el sistema penal, acelerar los procesos, recortar beneficios, aumentar jueces, bloquear celulares en las cárceles, crear megacárceles, aplicar justicia digital, invertir en inteligencia judicial o pedir ayuda internacional.
No hay plan. Solo hay excusas.
Y la más grave es esa frase: “El delincuente va un paso adelante”.
Porque una cosa es reconocer la gravedad del problema. Otra, muy distinta, es normalizarla como si fuera parte del ADN colombiano.
El día que la justicia se rindió
Quizá lo más doloroso no es lo que dijo, sino cómo lo dijo. Sin rabia. Sin vergüenza. Sin lucha. Como quien dice “hace calor en la Costa”, o “llueve en abril”.
Una frase que desnuda al Estado. Que lo deja inerme, inerte, desarmado. Y lo peor: conforme.
Porque cuando el Estado acepta que ha perdido la batalla contra el crimen, lo que viene ya no es la inseguridad: es el caos.
No más frases. Más justicia
Colombia no necesita más frases. Necesita jueces que sentencien, cárceles que aíslen, fiscales que investiguen, policías que no vendan datos, ministros que reformen y gobiernos que no se resignen.
No importa si el delincuente va un paso adelante. Lo que importa es que el Estado no se quede sentado esperando que vuelva.
Porque si la justicia se rinde, ¿quién defiende a los ciudadanos?
Es un artículo editorial, solo responsabilidad del autor y no refleja el punto de vista del gobierno de El Salvador.