EL DOCTOR JEKILL Y MISTER GABO
He leído con la misma pasión que todos los colombianos, pero con más entusiasmo, el reportaje que la mona Samper le hizo en México a Gabriel Garcia Márquez.
Fue publicado en esta revista la semana pasada. Lo reprodujo toda la prensa nacional. Lo comentaron en la radio. Lo recogieron las agencias extranjeras de noticias.
Como era de esperarse, el contenido del reportaje ya fue repudiado por los directorios politicos que acaban de descubrir, con la boca abierta y pasmados por la sorpresa, que Gabito es un hombre que tiene mucha imaginación. A ese paso, y con esa perspicacia, el dia menos pensado los protomachos liberales y conservadores se van a enterar, para su perplejidad, de que Alexis Carrington no es la embajadora de los Estados Unidos en la ONU.
Más que leerla, lo que hice fue paladear esa entrevista, saborearla con la misma parsimonia morbosa con que se degusta un helado de mani. Toda la vida he tenido esa costumbre, y más que un placer creo que se trata de un acto de masoquismo: las cosas que me gustanun libro apasionante, un trozo de queso blanco, una re banada de patillalas voy devorando cuidadosamente, a pedazos, con pausa y sin prisa. Hago un alto en la mejor parte, me pongo la piyama, doy una vuelta por la casa, prendo un rato el televisor y regreso al plato con renovados brios y con la imaginación desbocada.
Por eso es que no tengo el hábito de ir a cine. Porque el teatro no es mio y entonces no puedo hacer que paren la película y la devuelvan cuan do a mi me dé la gana. Despues de mucho tiempo fui a ver "Un Pasaje a la India" y no pude hacer que me complacieran cuando insisti en que repitieran varias veces las bellisimas escenas del rio Ganges teñido de sangre por el sol de los crepúsculos.
No solo despreciaron mi petición si no que, por andar en esas, me perdi casi la mitad de la película. Ahora he comprendido, sin necesidad de ser miembro del Directorio Nacional Con servador, que el cine es una dicha fugaz que no vale la pena.
Bueno: gracias a la larga experiencia que tengo como catador lento y meticuloso de los placeres que de para la vída, he llegado a la conclusión de que sólo hay uno de ellos que no permite que uno se detenga en la mitad para disfrutarlo mejor, porque entonces siente uno calambres en los muslos y se le engarrotan las ro dillas. Yo sé muy bien lo que es eso porque, como Newton y como todo científico que se respete, me tocó probar mi teoria experimentando en carne propia. Recuerden a Pasteur y sus vacunas...
Lo malo es que ya estoy desvariando otra vez, cayendo en esta trampa maniática de perderme en divagaciones, cuando lo que quiero decir es que el reportaje de Garcia Márquez demuestra que el gran escritor es tan errático dando opiniones políticas como magistral cuando la mona Samper le pone el dedo en las llagas del alma. La entrevista es una radiografía desgarradora de los dos gabitos: de la frente hasta el cuello, tratando de ser cerebral, racionalista, cartesiano es indeciso y confuso en materia política. Se queda uno sin saber, finalmente, si el presidente Betancur le parece bueno o malo, o todo lo contrario.
En cambio, del pecho hacia abajo donde están el corazon y las entrañas, aparece ese ser humano mara villoso que habla de las cosas de la vida, los sentimientos, la literatura.
Las razones de esta versión macondiana del doctor Jekill y mister Gabo son sencillas pero dolorosas: cuando le hablan de Belisario, de las torturas, de Reagan, del proceso de paz, Cuba y la guerrilla, el maestro pesa cada palabra suya, antes de decirla, con un cuidaao de comprador de oro tan evidente que hasta se le ve la báscula en el reportaje. Sabe que cualquier frase suya, cualquier palabra, un solo sustantivo político acarrea polémica y desata discusiones. Tiene una conciencia exacta y por eso mismo demasiado calculadora, de la importancia de sus conceptos.
En cambio llega la mona Samper que, como todo periodista auténtico, es un puñal envuelto en el algo dón de su sonrisa y lo lleva, como el torero al toro, al terreno de los sentimientos. Es en esa zona de luz don de resplandece el diamante que se había perdido en el pantano de la confusión politica. Renuncia a toda prevencion, todo calculo, y se rego dea a sus anchas con temas como las mujeres, el amor, la vejez, los boleros, los amigos. Es cuando habla sin el sambenito de saber que el mundo puede desplomarse por una pa labra suya. Se vuelve tan espontáneo y natural como las premoniciones de Ursula Iguarán. Ese es el momento en que Gabito se vuelve Gabito y deja de ser don Gabriel.
Todos deseamos, por razones obvias y de pronto hasta sobra tener que decirlo, que un hombre con el prestigio, la imagen, el desprendimiento y el sentido común de Garcla Márquez oriente a sus compatriotas en asuntos politicos. Lo malo es que no sólo no orienta sino que desorien ta. Lo malo es que no sólo se enreda él sino que nos enreda a nosotros. .
Ha llegado a mis manos, casi simultáneamente con el de SEMANA un reportaje de Gabito publicado en la revista dominical del New York Times en que habla de su nueva novela, la que estamos aguardando con ilusion. Dice que cuando termine de escribirla volverá a Colombia. "Me faltan unas 180 páginas, y como escribo a un ritmo de una página diaria, eso significa que regresaré a mi país en unos tres meses"
Lo cual demuestra que Gabito no sabe de política, pero tampoco sabe sumar. Porque o Pitbgoras era un majadero, o 180 días son seis meses.
Gracias a Dios que no tiene ni idea de números, ya que Garcia Márquez no es el Junguito de nuestras letras, de la misma manera en que Junouito no es el Garcia Márquez del déficit fiscal.
El reportaje termina con una declaración conmovedora: dice el novelistas que si volviera a nacer seria exactamente como ha sido, "pero tendría una hija". No importan los desaciertos politicos de la entrevista, maestro. No importa la mala suma de la otra entrevista. Porque un hombre que es capaz de demostrar que en es ta vida lo importante no es sembrar un libro o escribir un árbol, sino tener un hijo, puede decir todo lo que quiera. Todo... -