Opinión
El doctor Niegue
La justicia penal y sobre todo la Fiscalía no le meten miedo a los bandidos y corruptos. Como la Dian, la Fiscalía solo sirve para acosar incautos, hacer vueltas o perseguir incisos.
“El doctor Niegue” es la mejor estrategia de defensa en el sistema penal colombiano. Su lógica es innegable y efectiva. Frente a una administración de justicia ineficiente, inconexa, caracterizada por la provisionalidad, desmotivada, abrumada, connivente y facilista, catálogo de defectos que es bien conocido por los penalistas y los criminales, el doctor Niegue es una gran opción.
La justicia penal, y sobre todo la Fiscalía, no le meten miedo a los bandidos y corruptos. Como la Dian, la Fiscalía solo sirve para acosar incautos, hacer vueltas o perseguir incisos. En los grandes fenómenos criminales que pueblan el país, en los saqueos sistemáticos del gobierno central y los entes territoriales, en los cerca de 14.000 homicidios anuales, en los cientos de miles de hurtos, la Fiscalía no aparece.
Y si por confluencia de los astros, o por la celebridad de la víctima, la Fiscalía aparece y acusa (que lo hace solo en un mínimo de casos). Se necesita que la acusación no sea una babosada y falta superar a nuestros jueces que muy poco condenan. Inundados de jurisprudencia constitucional, amigos del garantismo extremo y el activismo judicial han creado un universo de obstáculos para condenar y de puertas y ventanas para escapar, lidian, además, con el mal trabajo de la Fiscalía y la Policía y, por lo general, están abandonados frente grandes e influyentes estructuras criminales.
Así es que el doctor Niegue funciona, y generalmente trabaja en llave con el doctor Dilate y su asistente doña Prescripción. Y frente a estas estrategias el sistema judicial no han encontrado o no han querido buscar soluciones: prefiere arroparse en la cómoda e impune morosidad.
Así que algo de sorpresa vivió el país cuando, después de más de seis meses de conocer en detalle todo el escándalo de la UNGRD, finalmente, los ruiseñores Olmedo y Sneyder fueron imputados.
Meritorio claro, no se trata de dejarse llevar por el cinismo. Es claro hoy que lo de los carrotanques, un fraude evidente y que, en cualquier lugar del mundo, ya habría dado lugar a una condena, fue la punta de un iceberg de corrupción y, a la vez, el catalizador de una matriz de colaboración de los principales autores que salpica a Raimundo y todo el mundo en el alto gobierno.
Y como en todo en la vida, el que mucho abarca poco aprieta. Entre ministros, jefes de departamentos, funcionarios de la UNGRD y parlamentarios, entre los diversos concursos, tipos de delitos, objetos y objetivos, entre los tres o cuatro diferentes fueros de investigación (incluyendo el del presidente) y, obviamente, en el mundo del doctor Niegue, pasarán años, talvez una década, antes de fallos de fondo, diferentes a los preacuerdos y principios de oportunidad.
Mientras tanto, las maquinarias de la corrupción y la intriga se pondrán en marcha. Reclamarán favores y propondrán nuevas componendas. Se asegurarán de que los enanos caigan. Pero sus casas políticas no. Tan cierto es, que, por ejemplo, el todo poderoso senador Trujillo, el creador y auxiliador de Olmedo López en Itagüí, no aparece por parte alguna en el escándalo a pesar de que este paisa fue el senador más votado en muchos de los municipios de la Guajira a los que llegaron los recursos de la corrupción de la UNGRD.
De hecho, muchos de los partidos involucrados en la corruptela: el Conservador, la U y el Liberal, se reunían la semana pasada en Cartagena, impávidos y silenciosos ante el escándalo. Planificando las parlamentarias y convocando consensos para la presidencial, con base en el renovado capital recibido del gobierno del cambio en el anterior remezón ministerial.
Ninguna preocupación se le veía en el rostro a los congresistas de estos partidos. Se han descubierto ollas podridas de esta magnitud en todos los gobiernos anteriores y los operadores y senadores de siempre, y sus clanes políticos, han salido avante y han encontrado la siguiente entidad o entidades para ordeñar.
El gobierno es consciente de que la impunidad está a la mano. También niegan todo. Usan maestros de la impunidad como Samper y Cristo, y cuentan con la codicia y el cinismo de la clase política tradicional.
La solitaria renuncia de Carlos Ramón González tiene mucho más que ver con la organización de las parlamentarias para su partido Alianza Verde y la presidencial de Claudia López, que con la necesidad de defenderse de Olmedo López. Su correligionario le tiene sin cuidado. En cambio, Alianza Verde, con sus cuotas intactas, seguirá alimentando las alforjas de esta izquierda “democrática” que entiende la democracia como la búsqueda de clientela y corrupción como la forma más efectiva lograr y mantener el poder. González es más útil por fuera.
Y mientras los imputados niegan, el Congreso niega la crisis moral del gobierno con la mampara de que se atienen al pronunciamiento de la justicia, la cómoda justificación de siempre para no condenar moralmente o aislar al gobierno. Los grupos económicos tampoco se espantan con el hedor moral del gobierno mientras se renueven las dádivas y se tomen medidas para reactivar sus negocios. Los ciudadanos se niegan la esperanza de una alternativa política, fatigados de escándalos, violencias y la inseguridad se conformarán con lo que crean menos malo, así sepan que poco cambiará.