OpiNión
El enemigo de la prensa
Los medios no podemos dejar que nos conviertan en un chivo expiatorio de un Gobierno que promueve reformas perversas para los colombianos, se ahoga en sus propias traiciones y tiene tanto que explicarles a las autoridades.
Gustavo Petro ya logró un hito por el cual su administración será recordada, y no se trata de un gran logro o un cambio positivo para la nación, no. El jefe de Estado ya es el presidente que más ha atacado a la prensa en la historia de Colombia y agredirla es atentar contra la democracia. Gravísimo.
Al presidente no le gusta que los medios estén ventilando hechos que personas dentro de su propio círculo están dando a conocer. A Gustavo Petro le hierve la sangre que los colombianos sepan que sus lugartenientes de campaña movieron la línea ética para ganar las elecciones; que la exesposa de su hijo diga que hubo manejos de dineros de narcos en la campaña; que la niñera de su mano derecha denuncie presuntos abusos de poder que la llevaron a hacer polígrafo en situaciones dudosas; y que su embajador en Venezuela mande mensajes en los que dice que entraron 15.000 millones para la costa. ¿Qué nos inventamos los medios? ¿Nos odiaría menos si nos calláramos? ¿Prefiere el presidente que los colombianos no sepan lo que está pasando y cómo su propio veneno está acabando con su administración?
Lo anterior levanta la pregunta sobre: ¿cómo debemos los medios cubrir a Donald Trump, perdón, a Gustavo Petro? Confusión a un lado, la situación es la misma. El expresidente de Estados Unidos fundamentó su cuestionada presidencia en un ataque constante a los medios de comunicación. Su caótico Gobierno transcurrió en medio de insultos a los medios, lo que hizo que su administración estuviera cubierta de una espesa cortina de humo que dificultaba comprender las acciones del ejecutivo.
¿Entonces cómo proceder? ¿Se debe entrar al ring de las acusaciones y multiplicar los señalamientos? O, más bien, el camino debe ser el de centrarse en seguir haciendo evidente lo que está pasando en el atribulado Palacio. La respuesta está en lo segundo. La función de la prensa, más en momentos como este, debe ser la de continuar informando a la comunidad, no la de convertirse en el epicentro de una gresca que crean los populistas para buscar una válvula de escape a sus frustraciones o excusa por no cumplir sus promesas.
El Gobierno ha salido desbocado a buscar un enemigo imaginario en lugar de responder frente a las graves acusaciones que salen de sus propios funcionarios. Los colombianos se están dando cuenta, eso genera mucha desconfianza y limita aún más la gobernabilidad.
Los medios no podemos dejar que nos conviertan en un chivo expiatorio de un Gobierno que promueve reformas perversas para los colombianos, se ahoga en sus propias traiciones y tiene tanto que explicarles a las autoridades. Es claro el juego de Petro, el mandatario hace un escándalo para esconder sus propios desastres. Tras el estallido de los audios de Benedetti nos puso a hablar de una manifestación y sus ataques a la prensa, y, tras el escándalo de su hijo, provocó una crisis de ministros que terminó en la salida de medio gabinete.
Algunos dirán que exageramos en decir que el presidente Petro es el mandatario que más ha atacado a la prensa en la historia reciente. Citarán los casos del DAS en los que se ordenaron chuzadas, seguimientos y perfilamientos a los medios de comunicación y tienen razón. Todos son actos deleznables, pero está claro que hay denuncias contundentes de que esta administración está chuzando y es más que evidente la animadversión peligrosa que propaga contra a los medios de comunicación. Ojalá los petristas algún día entiendan que porque en algún momento otras administraciones rompieron la ley y actuaron mal, esto no es una patente de corso para hacer lo mismo. Los seguidores del mandatario no pueden comulgar con el hecho de que el jefe de Estado esté actuando igual o peor que sus antecesores.
Preocupan mucho el tono y las acciones del Ejecutivo contra la prensa. El Gobierno no solamente está atacando verbalmente a los medios, sino que también avanza soterradamente en proyectos de ley que podrían poner una mordaza. Con la teoría del llamado golpe blando, que ahora hace carrera en Colombia, Ecuador, Venezuela y Argentina se censuró a los periodistas. Ahora nos dicen desde el Congreso que hay mucha presión para que se ratifiquen tratados internacionales sobre la intolerancia, que no son más que eufemismos para silenciar todo aquello que no le guste al rey, perdón, al presidente.
La frase que identifica a The Washington Post hoy recoge mucho de lo que está pasando en Colombia: la democracia muere en la oscuridad. Pareciera que el presidente y sus alfiles quieren apagar las luces sobre la podredumbre para que usted no vea.