Opinión
El florero de Starbucks
Las elecciones en Estados Unidos podrían ser, desde ese punto de vista, un aperitivo diciente para las elecciones colombianas de 2026.
Starbucks fue fundada en 1971 por Jerry Baldwin, Zev Siegl y Gordon Bowker en Seattle. De los tres fundadores, sólo el nacido en Detroit, Zev Siegl, que se desempeñaba anteriormente como profesor de historia en una escuela pública, profesaba la religión judía. Siegl es hoy un conferencista apasionado por los emprendimientos que sirve de mentor a estudiantes en todo el mundo.
Starbucks tiene hoy ingresos anuales de casi cuarenta billones de pesos provenientes de treinta y ocho mil cafés que tiene a nivel mundial. En Latinoamérica tienen locales en varias universidades de renombre como el Tech de Monterrey, la Universidad Católica de Chile, la Universidad Anahuac Mayab de Yucatán y la Universidad de Lima.
Recientemente, un afiliado al sindicato de trabajadores de Starbucks en Estados Unidos, sin autorización alguna de la compañía ni del sindicato, tomó partido en el conflicto árabe israelí en nombre del sindicato por medio de un trino, identificado con la marca Starbucks, en el que manifestó su solidaridad con Palestina. El trino fue inmediatamente borrado y la compañía, completamente ajena al conflicto, se manifestó declarando su neutralidad y demandando al sindicato por el uso no autorizado de su marca. En otras palabras una disputa entre la compañía y el sindicato que poquísimo o nada tiene que ver con el conflicto de Palestina.
Recientemente, la Universidad de los Andes acaba de firmar un convenio con Starbucks para poner un local dentro de sus instalaciones. No se trata de algo nuevo ya que en la universidad funcionan doce establecimientos similares entre los cuales están Juan Valdez y Tostao, una oferta variada y un servicio apreciado por el cuerpo docente y estudiantil.
Lo más leído
Sorprendentemente, el día de la inauguración, un pequeño grupo de estudiantes presuntamente incitados por el profesor de arte Lucas Ospina, que en su cuenta de X (@luisaponcas) acusa a Starbucks de apoyar a Israel, y por el profesor de ciencias sociales Xavier Andrade, quien en 2020 publicó un artículo llamado ‘Narcolombia’, en conjunto con el citado Ospina, pintó grafitis y obstaculizó el acceso de los estudiantes al local.
Este fenómeno, que indignó a la mayoría de los estudiantes de la universidad en las redes sociales, fue interpretado por la rectora de la universidad, de manera sensata, como no merecedora de sanciones por estar cobijada por la libertad de expresión. Sin embargo se debe entender que, independientemente de ser merecedora de sanción, cada vez más el mundo está condenando este tipo de acciones irreflexivas, que más que apoyar las causas aparentes que declaran, reflejan la necesidad de algunas minorías de imponer sus puntos de vista sobre el resto de la sociedad por medio de acciones de hecho.
Esas actitudes, muy propias del movimiento woke (traducido por muchos como progre) en Estados Unidos, fueron en parte la razón por la cual el Partido Republicano logró las mayorías en las recientes elecciones. Gran parte de los estadounidenses del común manifestaron por medio de su voto estar hartos de que el Estado beneficie a las minorías por encima del bienestar de las mayorías, rompiendo por medio de políticas públicas el equilibrio y el principio de igualdad que declara que todos los ciudadanos deben ser tratados de manera similar por el Estado.
Probablemente gran parte de los colombianos siente lo mismo. Así como los alumnos de la Universidad de los Andes rechazaron el atentado contra su libre albedrío al dificultarles el acceso al Starbucks, muchísimos compatriotas ven con muy malos ojos las medidas por medio de las cuales el Gobierno les permite delinquir a los grupos al margen de la ley, a las comunidades locales que impidan el despliegue de infraestructura de interés general; protege por medio de una fiscalía a los funcionarios que abusan del presupuesto público; permitió que la primera línea castigara con violencia y largos recorridos a pie a los ciudadanos del común, y extiende a los grupos indígenas, el mayor terrateniente del país, prerrogativas que les dan más derechos que al resto de la población.
Las elecciones en Estados Unidos podrían ser, desde ese punto de vista, un aperitivo diciente para las elecciones colombianas de 2026: las mayorías ya no comen cuento y, cada vez más, exigirán respeto por sus derechos.