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Jairo Gómez Definitiva

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El infantilismo de la izquierda

“Esa es la agenda que debe liderar la izquierda o centroizquierda y para lograrlo la unión es imprescindible. Ese debe ser el punto de partida”.

Javier Gómez
3 de febrero de 2021

¿Habrán llegado a la madurez política la izquierda o la centroizquierda en Colombia? Lo pregunto porque este iris político de la ideología en nuestro país no ha logrado superar ese infantilismo que lo atosiga, que no lo deja sentarse a la mesa a debatir con sensatez y sin egoísmos el futuro de un país sumido en la crisis más adversa que hallamos conocido los colombianos en los últimos cincuenta años.

Es tal la absurda confrontación que no le permite mirarse para adentro y hurgar entre sus líderes si entre ellos cuentan con alguien capaz de asumir con responsabilidad la presidencia del gobierno.

Pero además súmele aquellos vergonzantes de izquierda o centroizquierda que se ocultan en sus contradicciones para evitar ser descubiertos y optan por declararse únicamente de centro; una enfermedad pequeñoburguesa de la cual les cuesta sanarse. Es un extraño y sorprendente infantilismo político lo que frena el impulso desde este lado de la banda ideológica. Alguien decía por ahí, y lo equiparo con Colombia, que si estuviésemos en tiempos pasados, cabría inscribir lo que ocurre en la izquierda -desde una perspectiva leninista- en una dialéctica entre un “infantilismo de izquierda” y un “espíritu pequeñoburgués”.

Se les olvida la historia más reciente y poco se explora sobre ella para aprender. Por supuesto que se han dado pasos importantes y la izquierda o centroizquierda ya no es una fuerza marginal sin nadita que comer. Tiene de dónde y así lo demuestra la primera elección de un alcalde de izquierda en Bogotá como Lucho Garzón y después la llegada de Gustavo Petro. La de Samuel Moreno no la cuento, pues solo al Polo Democrático se le ocurrió inventarse la idea de que el nieto del exgeneral Rojas, era de izquierda. Los resultados de esa falta de coherencia política o el infantilismo de no creerse el cuento lo sigue pagando con creces. Y por qué no, agregar a Claudia López, una alternativa lejos de la tradición política que derrotó a un delfín que hoy posa de socialdemócrata.

Claro que se ha ganado en madurez política, pero a mi modo de ver esa madurez se ha despilfarrado y para 2022 no se debe repetir. La izquierda o centroizquierda debiese ser el núcleo de un convocatoria que sume a su alrededor a las demás fuerzas políticas y no al contrario como ha sucedido en el pasado: la izquierda sumándose para adornar el paisaje democrático del país; es decir, no puede seguir siendo “perejil de toda boda”, como dicen las señoras de Carulla.

Las circunstancias políticas así lo imponen y para lograrlo la izquierda o centro izquierda debe proponer una agenda robusta que busque la verdadera transformación del país, es decir, proponer para cumplir un programa de gobierno. Ese es el almendrón: una propuesta seria, de cambio y reformadora.

Todo está servido para que Colombia vote por reformas sin temor a que las llamen populistas; no hay que temerle a este término que la élite del libre mercado satanizó con la anuencia de sus medios de comunicación corporativos. Se oponen al cambio de las reglas de juego. Para el neoliberalismo, como dijo Ronald Reagan, presidente de Estados Unidos (1981-1989), “el gobierno no es la solución a los problemas, es el problema”.

Por tanto, la izquierda o centroizquierda es la llamada a tener una respuesta contundente a esa inmensa rabia y frustración acumuladas que hay entre los colombianos; aquí se trata de rescatar el capitalismo para todos y quitárselo a unos pocos como se repite constantemente en algunos foros académicos, económicos y políticos, menos en Davos, Suiza.

Quién se opone, y es un mensaje que le debe llegar al ciudadano más allá de una etiqueta política o partidista, a que se reformen una reglas de juego que hoy están a expensas del libre mercado; quién se opone a que se regule la propiedad de la tierra, los monopolios que deprimieron hasta desparecer a la pequeña y mediana empresa, la contratación pública controlada por el sector privado; quién se opone a que metan en cintura los bancos y a estos se les monte una competencia de una banca pública; y, por supuesto, quién se opone a hacer cumplir la ley.

Quién se opone a que en 2022 se elija un un nuevo congreso que rompa con el filibusterismo parlamentario que se opone a que la política se transforme y elimine la financiación de las campañas por la empresa privada, se logren reformas sustanciales a la educación, la salud y una igualdad salarial entre hombres y mujeres; mujeres que deben acceder en igualdad de condiciones en cargos de representación pública.

Esa es la agenda que debe liderar la izquierda o centroizquierda y para lograrlo la unión es imprescindible. Ese debe ser el punto de partida.

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