El matrimonio de Uribe
Indudablemente, el Presidente ha logrado sintonizarse con la opinión en tres temas clave: la austeridad, la disciplina de trabajo y los consejos comunitarios
Según una reciente encuesta de Invamer Gallup, la popularidad (imagen personal) del presidente Alvaro Uribe es del 69 por ciento y su aprobación (imagen del gobierno) del 72 por ciento.
Cualquiera diría que tampoco es que sea mucha gracia: no han transcurrido siquiera dos meses desde su posesión. Pero es un éxito, si comparamos estas cifras con las del presidente Andrés Pastrana hoy hace cuatro años: mientras la popularidad de Andrés electo era de más del 60 por ciento, en dos meses de gobierno se había caído al 43 por ciento.
Pero claro, la diferencia entre el estilo personal y de gobierno de estos dos presidentes es monumental.
Para comenzar, Pastrana fue elegido no exactamente por su carisma personal sino por el odio a Serpa, mientras que aunque en la votación de Uribe, si bien hubo votos contra Serpa, fue el carisma del candidato paisa el que conquistó definitivamente el favor de los colombianos.
Esa es una de las explicaciones de que la popularidad de Pastrana no lo hubiera acompañado sino hasta el día de su posesión. De ahí para adelante se vino en picada, hasta que al final de su gobierno registraba una de las más bajas de la historia.
En contraste, Uribe tiene chequera de popularidad para largo. No sólo resistió por cuenta de ella como candidato que le atizaran su leyenda negra de paramilitar, que publicaran un libro sobre el tema, que los medios internacionales rebulleran el asunto, que apareciera el lío de las acciones de Londoño, que personajes como Pedro Juan Moreno trenzaran incómodos pleitos con periodistas, etc. Sino que ya como Presidente, su popularidad ha sobrevivido al alza de impuestos, a las confusas versiones sobre congelación de salarios y de nómina oficial, a la conmoción interior y su fama de ser una amenaza contra las libertades individuales, a un referendo que ni la gente entiende ni le importa, al aumento del desempleo, al alza del dólar, a la controversia sobre los informantes encapuchados, a la confusa situación de Carlos Castaño, a una inflada expectativa nacional sobre su viaje a Estados Unidos, etc.
En resumidas cuentas, la popularidad del presidente Uribe no se ha mantenido precisamente porque las cosas le estén saliendo bien, sino independientemente de que las cosas en Colombia sigan saliendo mal. Porque lo que nadie puede decir es que estemos ahora mejor que cuando Pastrana, y más probablemente aún, estamos peor.
¿En qué consiste, entonces, la imagen de Uribe?
Indudablemente, el Presidente ha logrado sintonizarse con la opinión en tres temas clave: la austeridad, la disciplina de trabajo y los consejos comunitarios.
En cuanto a la austeridad, a la gente le ha caído divinamente ese alejamiento de las pompas del poder que proyecta Uribe. Su sencillez, claramente auténtica, lo acompaña en escenarios tan disímiles como el seno de su hogar, al lado de su esposa e hijos, en un consejo de ministros o en una entrevista con Bush al frente de su chimenea.
Lo del trabajo también nos lo hemos tragado completico. Los colombianos creemos realmente que Uribe trabaja de amanecer a amanecer, y eso nos da cierto grado de tranquilidad, aunque no esté probado que trabajar hasta matarse produzca mejores resultados que darle al cuerpo y a la mente el descanso que merecen.
Y por último, los consejos comunitarios que, observados por televisión, parecen unos ladrillazos para quienes no están directamente involucrados, también han dejado la sensación de que Uribe es un Presidente sintonizado con el país.
La pregunta es cuánto durará esa popularidad. ¿Cuándo comenzará el inevitable desgaste de Uribe? ¿Será primero el de su gobierno, y éste arrastrará el de su persona, o viceversa?
La pregunta no es de poca monta. Hasta ahora, por cuenta de esa popularidad, tiene a la Corte Constitucional, al Congreso y a la opinión diciéndole que sí a todo.
El ministro Londoño calcula que el referendo será votado en marzo. Para la misma época, hace cuatro años, la popularidad de Pastrana ya había bajado al 36 por ciento.
El referendo tiene futuro si para el momento en que haya que recoger los seis millones de firmas la gente todavía sale a votar por Alvaro Uribe. Porque si las firmas dependen de las esperanzas y emociones que el contenido del referendo produce entre la gente, el resultado puede ser catastrófico.
En resumen, a mí me parece que la imagen de Uribe va divinamente, mucho mejor de lo que va su gobierno, pero este matrimonio por ahora la gente no lo divorcia.
Y mientras estas dos imágenes sigan felizmente casadas, este Presidente tendrá gobernabilidad.