Opinión
El mecanismo
Hoy fue la salud, ¿mañana?: Dios cuide las pensiones, las cajas de compensación, los puertos, las carreteras, los aeropuertos. Vamos hacia Venezuela o, en su defecto, a la Colombia gris de los sesenta.
Siempre que terminaba mis viajes de reportero a Venezuela, subía al avión en Maiquetía con la misma inquietud: ¿cómo hace Hugo Chávez para destruir su país sin una aparente violación a la ley?
Venezuela, aunque usted no lo crea, alguna vez fue considerado un faro de democracia en América Latina. Nadie se imaginó entonces que sufriera un dramático declive en sus instituciones en las últimas décadas. Pero ese deterioro no fue de golpe, ni mucho menos inmediato. Fue progresivo como un cáncer que se fue comiendo todo. Hubo un mecanismo. Un dominó imparable que empezó derribando una primera ficha y terminó arrasando con todo. La erosión del sistema venezolano estuvo marcada por la concentración del poder, el debilitamiento de la separación de poderes y la sustracción metódica de las instituciones democráticas fundamentales. En Colombia vamos igual.
Tal vez a estas alturas usted esté cansado a no decir más de que le digan cada día que pasa que Gustavo Petro recorre los pasos de Hugo Chávez, pero lo ocurrido la semana pasada merece no solamente decirlo, sino advertirlo sin contención.
Como Gustavo Petro, Hugo Chávez, un exmilitar carismático y populista –el nuestro, exguerrillero–, llegó al poder en Venezuela tras ganar unas elecciones en medio de un clima de descontento social debido a la corrupción y la desigualdad económica. Sin embargo, lo que comenzó como un mandato democrático (en Colombia le dicen el mandato del pueblo) pronto se transformó en un régimen autoritario que minó las bases de la democracia venezolana.
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Chávez se embarcó en un proyecto de cambio radical conocido como “el socialismo del siglo XXI”, que buscaba redistribuir la riqueza y consolidar su propio poder político. En Colombia le dicen un “proceso de democratización”.
Para lograr esto, Chávez socavó deliberadamente las instituciones y estableció un control férreo sobre el Estado y la sociedad venezolana. Primero, se encargó de la destrucción de la división de poderes, el equilibrio vital de un Estado de derecho, y luego se hizo a los entes de control que no le permitían tener el poder total.
Chávez minó metódicamente el sistema de pesos y contrapesos. Lo hizo con estrategia militar. Fue lo más parecido a una toma guerrillera de la institucionalidad. Usted construya la frase que va acá.
Luego, Chávez desmanteló gradualmente la independencia del Poder Judicial al politizar la designación de jueces y magistrados afines a su régimen. La justicia en Venezuela se convirtió en un instrumento del Gobierno para perseguir a disidentes políticos y proteger a los aliados del régimen. En Colombia, hoy por hoy, hay mucho miedo sobre el poder absoluto que tienen las superintendencias.
Y, finalmente, Chávez ejerció un control absoluto sobre los medios de comunicación, utilizando la propaganda y la censura para silenciar a la oposición y promover su propia narrativa política. Lo hizo en los medios tradicionales, pero seguramente hoy habría tenido un ejército en redes sociales que premiaría con puestos y millonarios salarios en el alto Gobierno. You are welcome, Wally and Hollman.
La destrucción de la democracia y el equilibrio de poderes en Venezuela bajo el mandato de Chávez ha dejado al país sumido en un estado de crisis y desesperación, con profundas divisiones sociales y políticas que parecen insuperables.
En Colombia, el Gobierno encontró su propio mecanismo para hacer lo mismo. Pareciera que, en aras de la llamada democratización, esta administración ha decidido tomarse todo sector en el que el Estado tenga algún tipo de participación y, para hacerlo, si no lo logra por medio de una reforma en el Legislativo, lo ahogará quitándole recursos o acosándolo con las superintendencias para luego saltar sobre su tumba diciendo que tenía razón al intervenirlo. Hoy fue la salud, ¿mañana?: Dios cuide las pensiones, las cajas de compensación, los puertos, las carreteras, los aeropuertos. Vamos hacia Venezuela o, en su defecto, a la Colombia gris de los sesenta.