OPINIÓN

El modus operandi

Lo más tenebroso es que esta no es la primera vez que a Álvaro Uribe se le vincula con montajes a opositores ni con manipulación de testigos. Desde hace 12 años el uribismo ha tenido la misma práctica cada vez que siente que la justicia puede llegar hasta donde su máximo jefe.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
1 de agosto de 2020

El recuento que hizo la fiscalía sobre cómo habría sido el modus operandi utilizado por Diego Cadena, el abogado del expresidente Álvaro Uribe, acusado la semana pasada de haber manipulado y pagado testigos para enlodar al senador Iván Cepeda, uno de los más duros contradictores del expresidente, parece sacado de una película de la mafia.  

Apoderados de la mafia (Diego Cadena) que terminan siendo abogados de un expresidente (Álvaro Uribe) y que hacen el trabajo sucio de convencer a criminales, narcotraficantes y paramilitares que están en las cárceles para que construyan falsos testimonios a cambio de plata y de prebendas carcelarias en contra de un político de oposición (Vélez, Monsalve, Mancuso y 25 más). La política y el poder se nos volvieron un modus operandi de prácticas mafiosas y los colombianos no nos hemos dado cuenta de que funcionamos como una narcodemocracia.

Lo más tenebroso es que esta no es la primera vez que a Álvaro Uribe se le vincula con montajes a opositores ni con manipulación de testigos. En realidad, desde hace 12 años el uribismo ha tenido la misma práctica cada vez que siente que la justicia puede llegar hasta donde su máximo jefe.

En octubre de 2007, al mes de que la Corte Suprema de Justicia le abrió indagatoria por parapolítica a Mario Uribe, primo de Uribe Vélez, el entonces presidente salió a denunciar públicamente a Iván Velásquez, quien se desempeñaba como magistrado auxiliar de la CSJ. Lo acusó de estar manipulando testigos en su contra desde las cárceles y pidió en tono imperativo que lo investigaran.

Uribe había sustentado su denuncia contra Velásquez en una carta firmada por Tasmania, un paramilitar que estaba en la cárcel y que aseguraba que había sido presionado por Velásquez para decir que Álvaro Uribe había participado en el asesinato de otro paramilitar.

Más tarde se supo que todo era un montaje, como ha sucedido con muchas de las denuncias que Uribe hace. 

Se logró establecer que la carta de Tasmania ni siquiera había sido escrita por él, sino por su abogado Sergio González, cercano a Mario y a Santiago Uribe. También se descubrió que el abogado le ofreció a Tasmania, a cambio de su falso testimonio, una casa para su mamá como una ayuda humanitaria y la posibilidad de que entrara a Justicia y Paz. 

El montaje terminó de caerse cuando el propio Tasmania se retractó de lo dicho en la carta. Uribe no dijo ni mu.

Doce años después seguimos en lo mismo. Abogados que hacen cartas con testimonios falsos que aparecen precisamente cuando la justicia está a punto de producir un fallo que pueda afectar el entorno de Uribe. A Tasmania le ofrecieron una casa, y Cadena le ofreció a uno de los testigos en el caso contra Cepeda 200 millones de pesos. A esos sobornos, el modus operandi les llama ‘ayuda humanitaria’.  

Esta práctica se vuelve a repetir meses después cuando Antonio López, un desmovilizado de las autodefensas conocido con el alias de Job, entra sigilosamente por la puerta de atrás al ‘Palacio de Nari’ con unos audios clandestinos. Este material habría sido grabado por los hombres de Don Berna en una operación que se hizo en connivencia con el DAS con el objetivo de enlodar a la CSJ. Esos audios nunca se usaron porque la revista SEMANA reventó el escándalo.  

La misma historia se repitió en abril del 2008, cuando el exparamilitar Ferney Suaza, lugarteniente de Don Berna, salió a decir que a él le habían ofrecido prebendas para involucrar a Álvaro Uribe. El entonces presidente le agradeció públicamente esas declaraciones. Posteriormente se demostró que eran tan falsas como lo fue el montaje de Tasmania, como el de Job y como el que 12 años después le quiso hacer Cadena a Cepeda. Así lo evidenció este audio publicado por SEMANA en donde alias Job conversa con Suaza un día después de las declaraciones.

–¿Cuándo te reúnes con Uribe? –le pregunta Job.

–En la tarde viene el alto comisionado y posteriormente me dicen que voy a hacer el acercamiento con el presidente –le responde Suaza.

–No le diga al comisionado que usted y yo hablamos, solo dígale a Uribe –le recuerda Job de manera insistente.

Más adelante, Suaza le pide ayuda para su familia.

–Vaya y busca una casa y me dice cuánto es –le responde Job.  

Suaza le insiste que tiene que ser rápido y que debe incluir tiquetes de avión.

–Saque las reservas, que le hago los tiquetes y se los hago llegar –le dice Job.

Por estos montajes, muchos de los funcionarios más cercanos del entonces presidente Uribe fueron condenados (María del Pilar Hurtado, Bernardo Moreno, entre otros), pero Álvaro Uribe nunca fue investigado porque la compulsa de copias que llegó a la Comisión de Acusaciones sigue hasta hoy enterrada.

Doce años después, los montajes se repiten bajo el mismo modus operandi: pago de testigos y ayudas carcelarias –a Tasmania le prometieron inclusión en Justicia y Paz, y al testigo Monsalve, el mismo Cadena le prometió una acción de revisión–. Los abogados que hacen esos cruces siempre tienen relación con la familia de Álvaro Uribe. Sergio González era cercano de Santiago y de Mario Uribe y Cadena era abogado del expresidente. Y siempre las personas que son blanco de estos montajes son individuos a los que públicamente Uribe ha graduado de adversarios y de enemigos políticos. Este modus operandi tiene el objetivo de meter a esas personas a la cárcel a través de los montajes.

Eso querían hacer con Iván Velásquez, pero no pudieron. Él terminó ganándole a Álvaro Uribe la partida porque el Tribunal de Cundinamarca acaba de condenar al DAS y al Departamento de la Presidencia de ese entonces por haberlo seguido e interceptado a él y a toda su familia. Lo mismo pretendía con Cepeda hasta que la Corte le dijo que quien podría estar manipulando testigos no era el senador de izquierda, sino él mismo. Por eso Uribe está ad portas de que por primera vez la Corte Suprema lo acuse por lo que él siempre acusaba a sus contradictores, por haber manipulado testigos en el bajo mundo.

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