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Opinión

El mundo está que arde

El uso de la violencia en todas sus manifestaciones es el común denominador, pues se trata de un enfrentamiento de ideologías en un mundo totalmente polarizado.

David René Moreno Moreno
17 de julio de 2024

La chispa está encendida en varios puntos del planeta y nos acercamos posiblemente a un conflicto de grandes proporciones, situación compleja que muchos quieren desconocer. El uso de la violencia en todas sus manifestaciones es el común denominador, pues se trata de un enfrentamiento de ideologías en un mundo totalmente polarizado entre la democracia del capitalismo y la tiranía de las izquierdas, llámense socialismo, comunismo, progresismo u otras tendencias políticas que tratan de implantar por la fuerza sistemas políticos dominantes.

El atentado contra la vida del expresidente Donald Trump, llevado a cabo por un posible desadaptado social y ocurrido en territorio de la mayor superpotencia mundial, la que se ha caracterizado por ser la impulsadora del concepto democrático por excelencia, es una muestra del alcance de la violencia que no tiene límites ni barreras y que puede encender la chispa detonante del conflicto mundial, como ocurrió en 1914 cuando un integrante de una organización nacionalista serbia asesinó al archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero al trono austro-húngaro, guerra que causó más de 10 millones de muertos.

Muchos ejemplos actuales muestran cómo el espíritu tirano y los deseos expansionistas de algunos dirigentes generan la guerra para doblegar pueblos, para apoderarse de recursos naturales o para poner en marcha el aparato productivo del país, como es el caso de la guerra fratricida de Rusia contra Ucrania, o los ataques del grupo rebelde yemení los hutíes, posiblemente apoyados por Irán, cometidos contra el comercio marítimo mundial en el mar Rojo, o el ataque de la organización terrorista Hamás contra Israel, guerra que también ha causado miles de muertos.

Las amenazas contra otros países, como las que están siendo producidas por China contra Taiwán y los desmesurados intereses de dominar el espacio marítimo conocido como mar de China Meridional, apabullando a otros estados ribereños, así como su aspiración por convertirse en la primera potencia mundial, desbancando a Estados Unidos, a lo cual se suma en el área las amenazas de Corea del Norte contra todos sus vecinos, especialmente contra sus hermanos de la República de Corea, contra Estados Unidos y contra Japón, ponen en peligro la seguridad mundial, especialmente después de la firma del reciente pacto con Rusia para protegerse mutuamente en caso de agresión.

De otra parte, los bloques formados dentro de esta polarización mundial son un clavo caliente dentro de la geopolítica global y es así como recientemente Arabia Saudita amenazó al G7 ante la posible expropiación de activos rusos confiscados por su ataque a Ucrania; no se puede dejar atrás la desbordada penetración china en África, ni los grandes conflictos que actualmente afectan ese continente donde las crisis en el Sahel Occidental, Sudán y República Democrática del Congo afectan a decenas de millones de personas y ejercen una grave presión migratoria contra Europa.

Magnicidios como el cometido con el presidente Jovenel Moïse, de Haití, el asesinato del candidato ecuatoriano Fernando Villavicencio, los palos en la rueda contra los candidatos de la oposición en Venezuela, la represión contra todo lo sea oposición en Nicaragua, el intento de golpe de Estado en Bolivia, y la impunidad y la corrupción en Colombia, son indicadores de que muchas cosas marchan mal por el vecindario.

A toda esta complejidad sociopolítica se suman los nefastos efectos de la famosa ideología progresista que ha contagiado a varios países en Latinoamérica, la cual –en compadrazgo con otras tendencias izquierdistas, como el socialismo del siglo XXI– está destruyendo economías, industrias y a la sociedad en general, para implantar por la fuerza la ideología neocomunista que les permita a estos grupos gobernar por varias décadas, destruyendo los sueños de una verdadera democracia.

Las urnas son símbolo de libertad y orden.

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